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Los muertos que vos matáis

Por: Ricardo Caronni, desde ginebra

Vocaciones hermosamente humanistas como la del doctor Maradona no alcanzan.

Creo que al finalizar la lectura de este artículo van a poder entender el motivo por el que les voy a contar una parte de mi Currículum Vitae, que no sería pertinente si se tratara de otros temas.

Desde 1988 hasta fines de 2001 ejercí como profesor titular por concurso del Área Salud en el cuarto año de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

En mi concepción de aquellos años buscaba transmitir a los alumnos los espacios sociales donde los psicólogos podían ejercer su profesión más allá de la tradicional actividad clínica individual que, sobre el modelo médico también tradicional, de consultorio privado, se les adscribe a los psicólogos en el imaginario popular.

La misma cátedra de la Universidad de Buenos Aires (UBA) era –y creo que lo sigue siendo– más explícita en su denominación: Salud Pública-Salud Mental.

Compatibles con esas ideas del trabajo del psicólogo fueron la creación del primer centro comunitario de salud mental en la zona cercana al área de la Facultad de Psicología, la tarea de años a nivel privado y en equipo médico-psicológico para la preparación de parejas de padres primerizos, la llamada psicoprofilaxis del embarazo y el parto, y, la creación también, del Centro municipal “Recuperar la infancia”, para “niños de la calle”.

Estas actividades están descriptas en los proyectos previos que les dieron origen. El correspondiente a los “niños de la calle” figura en internet bajo mi nombre, como “Rara avis: un proyecto que continúa a través de los cambios de color político”.

Actualmente, llevo casi diez años trabajando en Ginebra, como coordinador clínico de Pluriels, que es un centro de estudios etnopsicológicos y psicoterapia para migrantes. También es posible visitarlo en internet.

Recientemente recibí un pps que cuenta la maravillosa generosidad de la trayectoria del doctor Esteban Laureano Maradona. También uno que cuenta la tarea actual del doctor Abel Albino y la fundación Conin en Mendoza, que lucha contra la desnutrición infantil temprana en el noroeste argentino.

Por mi propio trabajo actual estoy leyendo las experiencias del doctor Michel Brugière como director durante más de veinte años de la organización no gubernamental “Médecins du Monde”, en su texto Refuser le malheur des hommes, algo así como Rechazar la desgracia humana, la lucha contra ella, y editado por Le cherche Midi, París, 2010.

Allí leo que en una de las intervenciones de esa organización en Sudáfrica, en los momentos en que el apartheid se estaba desmoronando en los años 90 y Nelson Mandela asumía la presidencia, cometieron un grave error. Traduzco las propias palabras de Michel Brugière: “En ese tiempo aprendí hasta qué punto un error puede hacer mal. Verdaderamente mal”.

¿En qué consistió aquel grave error?

En imaginar y querer poner en práctica con la población negra la misma manera de trabajo en salud que habían venido aplicando durante el apartheid.

Nelson Mandela vio y ambicionó mucho más que eso. Promovió un sistema de salud integral, semejante al que habían venido usando los blancos de su país, para toda la población de Sudáfrica.

Para eso llamó a miles de médicos cubanos, –y yo me pregunto ahora adónde estarían entonces los miles de médicos del resto del mundo– para que organizaran dicho sistema de prestaciones de salud que, supongo, es el que aun sigue funcionando.

Las ONG como Médecins du Monde, que antes de la caída del apartheid habían venido cumpliendo una tarea humanitaria excelente, pero forzosamente limitada, fueron relevadas por un sistema de salud completo que contemplaba todas las necesidades preventivas y de atención durante y posteriores a las intervenciones de salud.

Más la formación profesional de miles de ciudadanos negros con el extraordinario efecto multiplicador de salud emocional para la acción, que produce la recuperación de la dignidad a través de la adquisición del conocimiento y el servicio por parte de esa misma población para con sus connacionales.

Voy al grano, tratando de juntar todos los hilos tendidos. Muy bien Médecins de Monde. Más que muy bien el queridísimo doctor Esteban Laureano Maradona. Lo mismo para el doctor Abel Albino de hoy en día, y por cierto también lo mismo para los grupos solidarios que trabajan actualmente en El Impenetrable, en Formosa, según relata el padre Daniel Siñeriz en la emisión de “Hombres y paisajes de la Argentina”, de nuestra querida Noelia Chialvo en LT2 los sábados bien temprano. Y muy bien para tantos otros grupos que debe haber y que merecen nuestro reconocimiento y ayuda.

Pero es claro que esas invalorables vocaciones más que hermosamente humanistas no alcanzan para nuestro país. Como no alcanzaron para Sudáfrica en su momento.

Salvo que alguien proponga que nos hagan un envío masivo de miles de médicos cubanos como el de los 90 para la naciente República Sudafricana.

Salvo que se les proponga a nuestros propios miles de médicos y psicólogos y personal de enfermería y de trabajo social que salen de nuestras universidades, condiciones de vida y trabajo dignas en cada rincón del país adonde sean realmente necesarios.

El nuestro debe ser uno de los países del mundo con más médicos y psicólogos por metro cuadrado. En las grandes ciudades. Más allá, en los restantes millones de kilómetros cuadrados de nuestra tierra, sólo están los pioneros, los héroes a los que nos gusta tanto admirar y a los que dejamos librados, junto con las poblaciones a las que atienden, a los azares de una generosidad irregular y espontaneísta a la que pareciera que somos tan afectos.

Salvo que tengamos que llamar a Nelson Mandela –quien quizás vendría gustoso– para que con su brillante genio iluminado venga a ayudarnos a resolver de forma integral y federal, los problemas biopsicosociales de salud de todos los ciudadanos de este país argentino, “el más europeo” de América del Sur.

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