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Histórico comedor

La Bella Nápoli, la receta de un clásico bodegón rosarino que ya sopló 53 velitas

Los hermanos María Luisa y Juan Carlos Simoncini son los herederos de esta tradición familiar. Tiene 150 metros cuadrados y capacidad para 200 comensales, entre la planta baja y el primer piso. En temporada primavera/verano hay lugar para otras 20 mesas en la vereda, en Tucumán esquina San Nicolás


Entrada: Tucumán esquina San Nicolás. Plato principal: generoso y pa´ chuparse los dedos (cualquiera que se elija). Postre: sentirte como en casa. A los bodegones se los caracteriza por la sensación de pertenencia a la ciudad. Y en estos lugares pareciera que el tiempo no pasara. En Rosario, hace 53 años, se puso a punto un comedor con ascendencia italiana, con platos abundantes, sabrosos y a buen precio. La Bella Nápoli conserva su fachada, sus pisos, sus puertas y ventanas que rezan con témpera: “Locro, empanadas y asado”. Entrar a este bodegón es revalorizar la cocina de olla, sin palabras raras ni sofisticación gourmet, y con mozos a los que les gusta ser mozos.

 

El bodegón -donde antes estaba la original pizzería Argentina- tiene 150 metros cuadrados y capacidad para 200 comensales, entre la planta baja y el primer piso. En la temporada primavera / verano hay lugar para otras 20 mesas en la vereda. Tiene el piso damero en blanco y negro, y las mesas vestidas con manteles en peligro de extinción.

La Bella Nápoli mantiene su clientela fija. La mayoría de los parroquianos son amigos de la casa y vecinos del barrio que tienen licencia para tomarse familiaridades en el trato. Mientras almuerzan o cenan, algunos miran atentos y comentan los partidos de fútbol. Otros charlan, cuentan chistes, anécdotas, y la concurrencia se ríe. También se va de a uno.

Maria Luisa y Rodrigo Simoncini (tía y sobrino).

De Nápoles a Argentina

Alfredo Simoncini y Palmira se conocieron en Nápoles, ciudad del sur de Italia. Eran muy jóvenes y decidieron venirse a vivir a Argentina. Se instalaron en Bombal, una localidad del departamento Constitución, que dista a unos 90 kilómetros de Rosario.

El primer retoño de la pareja italiana nació hace 73 años y lo bautizaron Juan Carlos. Al año llegó María Luisa. Ahora, herederos de esta tradición familiar.

“Vivíamos en Bombal. Teníamos un almacén de ramos generales que lo atendía mi mamá. Ella cocinaba sólo los domingos. Cuando mi papá le dijo que iba a poner un comedor en Rosario casi se desmaya. Mamá cocinaba como los dioses, nadie la superaba con sus empanadas”, rememoró María Luisa.

Menú del día: guiso de lentejas, pa´ chuparse los dedos.

Cuando los hermanos Simoncini se instalaron en Rosario vinieron a estudiar y a trabajar pero en otros rubros: María Luisa en una compañía de seguros y Juan Carlos, en la fábrica de maquinaria agrícola John Deere. Hasta que su papá murió a los 63 años y tuvieron que hacerse cargo del bodegón junto a su madre. Mi papá siempre quiso que la familia estuviera unida”, aseguró.

“Mi mamá trabajó en el comedor hasta los 86 años con su trípode. Hacía los rellenos de empanadas, la salsa de la bagna cauda, atendía a los proveedores, nunca perdió la lucidez. Murió a los 93 años. Pasamos varias crisis, las superamos arañando, pero salimos. Seguimos luchándola”, aseguró María Luisa.

María Luisa Simoncini.

“Mi hermano me dice que no lo deje solo en este barco. Están nuestros hijos, yo tengo uno y mi hermano tiene dos que trabajan en el comedor. Son distintas generaciones pero la llevamos bien. Casi ni salgo, mi vida esta acá. Tuvimos unos padres especiales y doy lo mejor en honor a ellos, porque los llevo dentro del corazón”, expresó emocionada la hija de los fundadores de este tradicional bodegón rosarino.

Rodrigo es uno de los hijos de Juan Carlos, y sobrino de María Luisa. Trabaja desde los 19 años en el comedor y acusa 36: “Tuve otros trabajos y volví por la familia. Es un bodegón donde se come abundante, rico y económico. Todos los días hacemos menú; guiso de lentejas, de mondongo. Tenemos una carta extensa. Hay de todo, desde pizzas hasta parrillada, mariscos. Es muy variado”.

“Hay muchas historias para contar. Algunos clientes me dicen que traían a sus hijos cuando eran chicos, los abuelos con los nietos, siempre me tomo un tiempo para hablar con la gente. Son historias que le dan la mística a este lugar. Somos mozos y a veces psicólogos”, describió.

Clientes ilustres

Muchas historias y personajes pulularon (y lo siguen haciendo) entre las mesas de este templo de la comida de barrio Luis Agote, que abre de lunes a lunes, de 12 a 16, y de 20 a 1 de la madrugada aproximadamente.

Pasaron muchos artistas y escritores. El Negro Fontanarrosa, Los Palmeras, Horacio Guaraní, Ricky Martin cuando estaba en el grupo Menudo; el dúo Bárbara y Dick; el cantante Franco Simone, que aseguró haber comido la mejor pasta de la Argentina, y hasta el grupo musical Los Plateros.

También pasaron por el bodegón Saúl Ubaldini, que se sacó su rigurosa campera de cuero para comer; el que fue el primer obispo de Rosario, Antonio Cagigiano,  jugadores de fútbol y políticos, entre otros.

Tucumán esquina San Nicolás.

La Patria es el locro

Podrán cambiar los ingredientes y los tiempos de cocción, pero la esencia del locro sigue siendo la misma: un guiso popular de origen preincaico, que se lleva muy bien con los picantes y puede tener ingredientes tan diversos como chorizo colorado, panceta, patitas de chancho, porotos, maíz blanco, batata y zapallo, además de una variedad de condimentos que varía de un cocinero a otro.

En La Bella Nápoli la ceremonia del locro empieza en las vísperas de las fiestas patrias y termina al otro día. Cocinarlo les lleva unas 12 horas. La perfección de este plato se consigue en los fuegos de este bodegón que se especializa en sabores que se adaptan a muchos, muchísimos paladares.

Una de las anécdotas que quedó marcada en la memoria de María Luisa fue hace unos años, un 1° de mayo: “Ese día se hicieron unas cinco ollas de locro, tipo militar, había una fila de varias cuadras y los clientes se desesperaban por comprar. Cuando estaba cobrando se empezaron a pelear dos mujeres, porque una decía que estaba antes que la otra. Entonces una ponía la olla y la otra se la ponía arriba, y se terminaron agarrando de los pelos. Me tuve que agachar porque pensé que recibía un ollazo. Y cuando mi mamá estaba sirviendo el locro las dos le pusieron las ollas encima y le quemaron la mano. Desde ahí se hace la cola afuera, llueva o no”.

Santificarás las Fiestas

Las fiestas navideñas se pueden festejar de muchas formas: en familia, solos, con amigos. En La Bella Nápoli, desde hace más de 40 años, parte del árbol genealógico de los Simoncini las celebra a la vieja usanza: en la calle y copando las veredas.

Para esas dos noches especiales, Juan Carlos se encarga de contratar un DJ. No faltan las luces y las guirnaldas para decorar la calle. Y el karaoke.

Se arman las mesas afuera y también en la vereda de enfrente del comedor. Los clientes cantan y bailan. También danzan al ritmo de la tradicional chacarera, tocan grupos melódicos y otros imitan a Sandro. Muchos van en familia, pero a los que van solos les calculan las edades y forman grupos de desconocidos para que se sienten en una mesa de a tres o de a cuatro.

Claro, que no faltan los que se ponen en curda y pasado un tiempito no reconocen ni a la familia, y otros que mezclan vinos con sentimientos y la cosa se pone pesada.

La Bella Nápoli resistió varias debacles económicas: hiperinflaciones, devaluaciones, la crisis de 2001, la pandemia del coronavirus. La receta de este bodegón se sigue cocinando con tazas de amor, cucharadas de alegría y buen humor, un puñado de paciencia para evitar que se formen grumos de peleas y el ingrediente que no puede faltar: la magia de revivir los olores del pasado de los hermanos Simoncini.

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