Edición Impresa

Creativa forma de desahogarse y ayudar a reciclar

Es un placer y un desahogo a la vez: romper botellas de vidrio contra la cara de alguien sin lastimarlo ayuda a descargar tensiones y en Nueva York invita además a reflexionar sobre el reciclaje.

Es un placer y un desahogo a la vez: romper botellas de vidrio contra la cara de alguien sin lastimarlo ayuda a descargar tensiones y en Nueva York invita además a reflexionar sobre el reciclaje.

“Glassphemy!” –juego de palabras entre glass (vidrio) y blasphemy (blasfemia)– es un experimento urbano instalado en un patio abierto industrial y muy “trash” cerca del canal Gowanus de Brooklyn en el este de Nueva York. Consiste en una jaula de vidrio blindado y acero, detrás de la cual están protegidos los participantes que reciben las botellas vacías, arrojadas con entusiasmo por otros desde una plataforma más alta.

¡Fuera nervios!

“Le apunté directo”, explica exultante John Wischmann, de 45 años, tras arrojar la botella contra un amigo. “Fue muy satisfactorio tirarle algo. Me siento aliviado: es tan placentero romperle algo en la cara a alguien”, describe.

Del otro lado de la mampara, Joshua Weeks, un neoyorquino de 29 años, disfruta del placer opuesto. “Una experiencia única en mi vida: ¡Ver una botella volar y estrellarse contra mi cara!”, menciona,  y agrega: “Se trata de combinar una sensación visceral como ésa con la del concepto de reciclaje”.

Las botellas vuelan desde la plataforma y se revientan contra el vidrio blindado desencadenando relámpagos de luces de un sistema electrónico sensible al impacto. Música rock y cerveza completan el ambiente mientras cae la noche.

Encauzar un mal hábito

La idea de este “experimento psicológico sobre el reciclaje” –cuenta su creador, David Belt– nació en un panel de reflexión en Filadelfia donde arquitectos y urbanistas debatían sobre cómo fomentar el reciclaje y disuadir al mismo tiempo a la gente de arrojar y romper botellas.

“Alguien en la audiencia propuso entonces crear, al contrario, un lugar donde uno justamente pueda ir y romper botellas”, explica Belt. “Entonces tratamos de crear ese lugar, donde se pueden romper botellas para luego reciclarlas”, explica.

La primera la arrojó Antonia, su esposa. “Mi mujer me tiró varias botellas, un poco demasiado fuerte, pero después se sentía mucho mejor”, dice riendo.

Según Belt, que el año pasado había realizado otro experimento urbano utilizando depósitos de basura como piscinas públicas durante el verano, en “Glassphemy!” se trata ante todo de “descargar la agresividad”.

“En nuestra sociedad moderna, la mayoría de la gente está en oficinas y no tiene válvula de escape”, comenta Jocko Weyland, que ayudó a construir el dispositivo. “Esto da a la gente una válvula de escape a pulsiones internas”, grafica.

Una idea exitosa

Más de 3.500 botellas de cerveza donadas por los bares de la zona esperan al lado de la plataforma y los invitados hicieron cola hasta bien entrada la noche para seguir arrojándolas con fruición.

“¡Es tan divertido!”, comenta Guthrie Jones. “Fue una descarga de energía muy catártica”, dice el joven de 27 años. “No conozco al que le apuntaba; fue una descarga de energía anónima”, cierra.

Comentarios