Espectáculos

Acorazado Potemkin vuelve a Rosario

Surcos de oscuridad y crudeza. La banda vuelve a Rosario con "Mugre", su primer disco de etudio. Integrado por músicos de larga trayectoria en el under, el grupo propone un sonido emancipado y emocional. Este viernes en el Café de la Flor.


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El power trío rockero Acorazado Potemkin vuelve a Rosario para, a dos años de su última presentación, dar formalmente a conocer Mugre, su primer disco de estudio que puede descargarse de forma gratuita desde la página de la banda. El show, que se llevará a cabo desde las 23, en el Café de la Flor (Mendoza 862), también contará con los grupos invitados Ad Bestias y Los Hombres Nada.
Luego de la separación de Pequeña Orquesta Reincidentes, Juan Pablo Fernández volvió al ruedo con ganas de hacer algo más visceral y es así como nació esta banda que, muchos aseguran, llegó para ser de culto.
Con gran parte de las canciones urdidas por Fernández, el trío fue dándole forma al repertorio contemplado en Mugre, un registro que muestra una voluntad oscura y cruda para un sonido entre punk y sónico que la banda produjo junto a Gustavo Semmartín, Flopa Lestani y Juan Ravioli.
Junto a Fernández, completan el grupo Federico Ghazarossian (bajo) y Luciano Lulo Esaín (batería), quienes despliegan un arrollador repertorio integrado por títulos como “Algo”, “Desert”, “Desayuno”, “La carbonera”, “La mitad”, “Lengua materna”, “Smiley Ghost”, “Gloria”, “Puma Thurman”, “Caracol”, “Quiero”, “Los muertos”, “Perrito” y “Unos versos”, este último de la brasileña Adriana Calcanhotto.
“Como veníamos de otras experiencias, lo convoqué a Federico (Ghazarossian) diciéndole «tengo ganas de hacer rock»”, recuerda el cantante y guitarrista Juan Pablo Fernández, quien cumpliera idéntico rol durante casi dos décadas en Pequeña Orquesta Reincidentes.
En la sala de ensayo donde Acorazado fue echándose a las aguas desde febrero de 2009 para ir encontrando un cauce rabioso e inspirado a la vez, Juan Pablo confiesa: “Después de Reincidentes tenía ganas de hacer un trío muy de guitarras, poder armar una banda otra vez y encontrarme de vuelta con esa cosa de juntarme a tocar”.
Y admite: “Estaba peleado con el rock desde el 99 ó 2000, porque me resultaba medio aburrido y no le encontraba la riqueza musical que sí percibía matándome con el tango. Pero un día, ensayando con Juan Pablo, no pude llevar el contrabajo y fui con el bajo; nos dimos cuenta que entraba como una piña”.
Una vez constituido el ensamble de guitarra y bajo, llegó la convocatoria para Luciano Lulo Esaín un baterista que, según evoca, se presentó advirtiendo que “tocaba fuerte”.
“Nos pusimos a pasar los temas como estaban y fui haciendo lo que me sugería la canción; a él lo entusiasmó y a mí también”, se explaya el también batero de Valle de Muñecas y Motorama.
Lejos de cualquier impostura y de toda forma de intelectualizar la vigorosa energía que emana el terceto, Fernández retoma la palabra y apunta: “Si hay algo que me gusta del trío es que ninguno acompaña sino que uno sostiene al otro. Tenés que sonar por el otro, porque si no, no pasa. Hay otros trabajos más sutiles o elegantes pero entre nosotros siempre prima la emoción, lo sensorial”, describe, poniéndole palabras al sentimiento generalizado.

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