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Macedonio, Alfonsina y González Castillo, gente de palabras libres

Son tres figuras que rompieron todos los moldes con sus creaciones literarias, teatrales y de tango en la historia argentina.

Evocamos en estas viñetas a tres figuras singulares de la literatura argentina. Sus creaciones literarias y teatrales trascienden el ámbito de lo libresco, por su capacidad de romper los moldes establecidos y por que sus vidas intensas marcaron rumbos para los seres libres y rasgaron los velos de la impostura y abofetearon las máscaras de la hipocresía.

Metafísico e iconoclasta

En junio de 1874 nació el poeta, filósofo, ensayista y escritor Macedonio Fernández.

Filósofo atípico e inconformista, practicante de una metafísica particular e irreverente, se caracterizó por su ironía.

La obra de Macedonio es un constante ejercicio de la reflexión desde una perspectiva de francotirador, que impugna las imposturas de la sociedad mercantilizada. El filósofo itinerante cultivó un estilo deliberadamente fragmentario. Cercano al grupo de poetas de vanguardia de la revista Martín Fierro, es autor de novelas como “Adriana Buenos Aires (última novela mala)”, “Papeles de recienvenido”, también de “No toda es vigilia la de ojos abiertos, Textos metafísicos 1930-1944”.

Macedonio afirmaba que la ironía era una de las formas de la inteligencia, sobre todo para desmontar los andamiajes de las coartadas ideológicas que legitiman la manipulación de los individuos y las masas.

Algunas frases muestran su talante: “Tu capacidad de conocer la felicidad depende de tu capacidad para conocer el dolor”;  “Ya que no puedo hacer copla ni proverbio comparables a uno cualquiera de las docenas que inventó el pueblo, no me queda más camino que hacerme escritor de muchos volúmenes”; “Es el acento el que convence y no la palabra”.

Macedonio Fernández partió al infinito en 1952, dejó su legado en una multiplicidad de escritos estimulantes por su agudeza que incitan a la reflexión y la polémica. Un pensamiento vivo, el de Macedonio Fernández perenne tanto como su espíritu de filósofo libertario.

Anarquista y tanguero visceral

Es nuestro deseo evocar la figura del polifacético José González Castillo. Poeta del tango, libretista de cine, dramaturgo  y director de teatro de explícito compromiso social que se definía a sí mismo como anarquista.

González Castillo nació en Rosario el 25 de enero de 1885. Según uno de sus biógrafos en la enciclopedia virtual Wikipedia: “Entre el centenar de obras de teatro que escribió se destacan «El Parque», «La mujer de Ulises Luiggi», «La serenata», «Los invertidos», «La mala reputación» (escrita en colaboración con José Mazzanti) y «Los dientes del perro», con Alberto Weisbach. Escribió tangos muy difundidos luego, como «Sobre el pucho» (1922), sobre música de Sebastián Piana; «Silbando» (1923), «Griseta» (1924) y «Organito de la tarde»”. Impulsor de la pedagogía libertaria, fundó en Buenos Aires la Universidad Popular de Boedo, a la que asistieron durante más dos décadas y estudiaron miles de jóvenes provenientes de familias obreras. En la Universidad Popular se enseñaba inglés, pintura, dibujo y se realizaban veladas de teatro social.

Años después, en reconocimiento a la figura del iniciador de la Universidad Popular, se le impuso el nombre de José González Castillo a la emblemática esquina de San Juan y Boedo, inmortalizada por el gran Homero Manzi en el tango “Sur”.

El teatro de González Castillo se propuso concientizar acerca de las injusticias sociales, de la opresión de género y de la ideología patriarcal, sostén del perverso sistema vigente.

“En 1905 una compañía integrada por panaderos –gremio en el que estaba difundido el anarquismo– estrenó su primera obra, «Los Rebeldes»”. Pero es en 1907 cuando comienza a ser conocido su nombre, cuando se estrena la pieza “Del fango” por la compañía de Pepe Podestá en el teatro Apolo. A dichas obras siguieron otras: “Entre bueyes no hay cornadas” y “El retrato del pibe” (1906), “Luigi” (1909) y “La telaraña” (1910).

En 1911 viajó a Chile, donde realizó una intensa actividad política y escribió “La serenata”, con la que obtuvo el primer premio en el concurso organizado por el Teatro Nacional, y que fuera representada ese mismo año. Al regresar a Buenos Aires continuó produciendo obras: “El mayor prejuicio” (1914), “Los invertidos” (1915) y “El hijo de Agar” (1915).

Encabezó una compañía tradicionalista que representó “Juan Moreira”, “Santos Vega” y “Martín Fierro” en el teatro San Martín en noviembre de 1915.

La vida de José González Castillo se apagó cuanto sólo tenía cincuenta y dos años, el 22 de octubre de 1937. Su legado ideológico y su intenso accionar sigue siendo un acicate para continuar cuestionando las estructuras del privilegio y la dominación que someten a las personas al sufrimiento y el escarnio de los poderosos.

Feminista y poeta libertaria

Alfonsina Storni, poetisa “anarquista hasta la vísceras”, como solía decir desde su infancia, cuando ya repartía manifiestos y volantes en los actos ácratas en Rosario, nació el 29 de mayo de 1892, en Sala Capriasca (Suiza). Figura insoslayable de la literatura contemporánea, hizo de la poesía, como diría Gabriel Celaya, un arma cargada de futuro.

Transmitió en versos reflexiones agudas contra el patriarcalismo y la dominación masculina. Lúcida mujer que decidió afrontar su condición de madre soltera aun contra los prejuicios y estigmatizaciones de los “bienpensantes” e hipócritas de su tiempo.

Ejerció la docencia en Coronda, participó activamente en la escena teatral, donde su voz se destacaba asumiendo los más diversos papeles, declamando a poetas como Federico García Lorca, que despertaba en ella fervor y pasión.

Alfonsina fue una mujer libre, batalladora de pensamientos y prácticas independientes, autónomas, frecuentaba en las tertulias vespertinas de bares de Buenos Aires a figuras del arte y la literatura como las escritoras anarquistas Herminia Brumana, y Salvadora Medina Onrubia, también a Horacio Quiroga, tan disidente como ella de las imposturas.

Alfonsina es una de las precursoras de la filosofía existencialista, afirmó entre otras cosas que en las sociedades contemporáneas la angustia flota en las ciudades a tres metros del piso aunque algunas y algunos no lo perciban.

Un día decidió partir para siempre de la vida internándose en el Atlántico. Fue en la ciudad de Mar del Plata, en 1938.

Evocamos a Alfonsina Storni con estas breves líneas, pues su presencia continúa siendo perenne en cada ser que aspira a la libertad, luchando contra dogmas y prejuicios, contra ninguneos y escarnios del capitalismo patriarcal.

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