Ciudad

El arte de incluir con trabajo a los que menos tienen

“Los chicos notan la diferencia. Ven que sus padres ya no dependen del carrito”, dice Rodolfo Fernández.

Las viviendas en el barrio Toba comenzaron a levantarse ante la mirada de sus propietarios, que son quienes las construyen.

Por: Luciana Sosa

El proyecto de urbanización del barrio Toba de Travesía y Juan José Paso está en marcha y no sólo muestra el cambio que tendrá la zona en sí, sino también el cambio social y cultural que afectará a las familias de los pueblos originarios que habitarán las 500 casas que reúne la idea original. Esta primera etapa comprende la construcción de 260 viviendas, una escuela, un centro de salud primaria, una comisaría y un salón de actividades múltiples. Pero además de cemento y zonas cercadas, hay 130 trabajadores que con esfuerzo realizan el trabajo más noble: construyen su propia casa.

El proyecto para la urbanización del barrio Travesía proviene de un convenio firmado entre las autoridades de la Municipalidad de Rosario y la Fundación Madres Plaza de Mayo, aprobados por la Secretaría de Obras Públicas del Ministerio de Planificación Federal.

Desde ese Ministerio enviaron 104 millones de pesos para la primera etapa, que se finalizará en unos tres años.

Esta parte inaugural, se desarrolla en un predio de ocho hectáreas situado en la zona noroeste de Rosario, comprendido por las calles, Juan José Paso, avenida Albert Sabin (ex Travesía), Almafuerte y vías del ferrocarril Mitre, sobre un terreno fiscal y otros dos adquiridos por la Fundación Madres Plaza de Mayo.

Rodolfo Fernández, representante de la Fundación Madres de Plaza de Mayo en Rosario, dialogó con El Ciudadano y, además de brindar datos sobre las características de la mega obra, señaló: “Se ven cambios en el barrio, pero para el común de la gente son imperceptible. Nosotros que estamos doce horas con esta gente, todos los días, lo vemos y es muy grande”.

Tal lo expuesto por Fernández, en este proyecto “se fomenta la cultura del trabajo y del derecho a la vivienda digna”.

En tanto, destacó que los empleados de la fundación que hoy construyen sus propias viviendas trabajan de lunes a jueves de 7 a 12 y de 13 a 17 y los viernes una hora menos: “Son 44 horas semanales de trabajo y están en blanco, tienen su cuenta en el Banco Nación, su recibo de sueldo, aguinaldo y vacaciones”, detalló.

Una transformación cultural

“Acá se ve que cuando se quieren solucionar las cosas, se hacen bien. Hasta ahora, evidentemente, no se ha querido hacer mucho por esta gente, por eso su situación siguió así por tantos años”, dijo El Gallego, como le dicen a Fernández, e hizo hincapié en que “muchos proyectos de esta índole tienden a dejar a los nativos de pueblos originarios fuera de la urbanización. Es decir, en Rosario sería más allá de la Circunvalación, lo cual implica una marginación mayor. Dado que les quita la posibilidad de tener un trabajo real, el costo del boleto de transporte se encarece. Y así nació la urbanización del 100 por ciento del barrio”.

La magnitud de este emprendimiento demuestra el cambio social y cultural que impacta en la población, que en unos años contará con unas 500 viviendas emplazadas en la zona. De hecho, a los trabajadores se los ve emocionado mientras marcan su tarjeta al ingresar. Se los ve cansados por el tiempo que llevan trabajando, pero “totalmente entusiasmados”.

“Están trabajando sobre lo que ellos mismos van a disfrutar y porque además del pago mensual tienen un muy buen salario familiar porque tienen muchos hijos y hay 25 mujeres que realizan todo tipo de tareas, entre revoque y trabajos de electricidad”, señalaron los capataces de la mega obra.

“Todo cambio positivo es lento –manifestó Fernández– Convengamos que construir algo te lleva muchísimo más esfuerzo que destruirlo. Si querés destruir una sociedad, un barrio, es fácil. Con marginación y desempleo, metemos droga y rompemos todos los códigos, tanto en las escuelas como en las familias. Ahora, transformar eso en un grupo social incluido nos puede llevar años y esa es nuestra realidad: tratamos de insertar nuevamente este grupo social a la cultura del trabajo a que la educación es la única salida. Siempre decimos que no hay que cortar el estudio por trabajo y si hay que salir a trabajar se estudiará por la noche, y esos cambios hoy se ven. Para el común de la gente son imperceptibles pero nosotros, que estamos doce horas diarias con ellos, lo vemos y es muy grande”.

“Papá ya no tira del carrito”

El trabajo dignifica y el mensaje que se emite en el seno familiar marca a los más chicos. Tal lo expuesto por el Gallego Fernández: “Los chicos son los que más cambios demuestran con esta iniciativa.  Ellos observan que su papá o su mamá se levantan temprano a trabajar, salen con el casco amarillo y ya no tiran de un carrito. Además, están haciendo la casa a la que van a ir a vivir. Esto dignifica, y empieza a generar ese ritmo de trabajo dentro de la casa. Al salir a trabajar, se cuenta todos los meses con una determinada cantidad de dinero que llega a la casa y ahí se puede hablar del principio de la organización”, sostuvo. A su vez, agregó: “De esta manera se crea una base necesaria para cualquier familia y muy pocas de éstas tenían un trabajo «estable», muchos trabajaban en changas, un día sacaban 10 pesos, otros 15 y otros no podían sacar nada. Claro que más de una vez se habrá roto el carrito y no se salió, o bien el papá estuvo lastimado, o quebrado y durante semanas no pudo salir a cartonerar y sólo Dios sabe cómo se las arregló esa familia para subsistir”, destaca.

Fernández dejó en claro que muchos de ellos han integrado la lista de beneficiados de los planes sociales y si bien la ayuda fue bienvenida, nunca fue suficiente: “Eso también es indignante, por lo menos acá vemos que la gente quiere trabajar, no ganar dinero como limosna. El que sabe hacer algo quiere dedicarse a eso, y al conocer la posibilidad de superarse, la quieren, y se la hemos dado”.

Al igual que los testimonios de  los trabajadores, y a la vez futuros dueños de esas viviendas, Fernández dijo que demasiada discriminación han padecido estos integrantes de los pueblos originarios como para desterrarlos de su barrio en un plan de viviendas.

“Ya se los ha discriminado por el sólo hecho de estar viviendo en una zona marginal y pertenecer a la comunidad. Pero gracias a este proyecto hoy los chicos se van criando por estos tres años (la duración de la obra), viendo a su padre que se va perfeccionando y se va a fortalecer en un oficio para seguir una vez terminada esta iniciativa. Vamos a seguir dando cursos de capacitación estos trabajadores, y de tener otro trabajo en unos tres años, el chico va a ver a su padre en cierta calidad laboral y va a ver la salida del trabajo, la responsabilidad, y no el carrito. Existe una manera digna y sana de vivir, eso hasta ahora no se había conocido”, finalizó.

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