Ciudad

Nunca fue de nadie

Carozo, el perro que se ganó el cariño de todo un barrio

Vecinos de Echesortu le rindieron homenaje a un can comunitario que murió bajo las ruedas de un coche de la línea K.


“El aventurero perrito que corría la línea K era de la calle y cada uno de nosotros, su familia. Siempre va a quedar algo tuyo iluminándonos. Hasta luego, amigo”. Así reza una placa que se colocó ayer en la esquina de Mendoza y Avellaneda en homenaje a Carozo, un perrito comunitario muy querido en barrio Echesortu pero que también cosechó simpatías en lugares más alejados. Amaba la calle y tal vez por eso eligió no ser adoptado. Como dice la canción, “aunque fue de todos nunca tuvo dueño”. Este aventurero tenía una particularidad: salía al paso de los coches de la línea K de trolebuses y no de otra línea. El 4 de marzo pasado, tal vez porque se confió demasiado o cometió un error de cálculo, cayó bajo las ruedas de un coche de la K y murió.

Una vecina de la zona lo recibió a Carozo en el barrio hace seis años. “Apareció una noche de Navidad. Vivo en Mendoza y Servando Bayo, estábamos con mi familia en la vereda y apareció el perro asustado y se quedó con nosotros. Al otro día tomó la leche, comió y se fue a la calle de nuevo. Desde ese día empezó a venir a dormir a mi casa por las noches”, describió la mujer.

Sandra contó que tiene una cotorra en su casa y le daba picotazos en la cola a Carozo, y él no le hacía nada. “Tenía locura de ir en el auto; lo iba a buscar por las noches, aceleraba, le abría la puerta y se acomodaba en los pies como si hubiese viajado siempre. A Carozo le gustaba acostarse en la alfombra de la iglesia San Francisco Solano y cuando venían las novias a casarse, lo tenían que esquivar”, detalló.

Otra vecina, Elba, cuenta entre lágrimas que el homenajeado era un perro muy compañero. “Un señor que tomaba el trole lo subía en las Cuatro Plazas y lo volvía a traer hasta Avellaneda y Mendoza. Carozo vivía un poco en la iglesia y cuando el cura daba la misa, se paraba al lado y no se iba hasta que el cura lo bendecía. Durante seis años los troles le perdonaron la vida, pero hay choferes que son nuevos y no sabían que tenían que darle tiempo para que Carozo saliera del camino. El chofer que lo atropelló estuvo varios días sin manejar”, relató.

Negrito y petiso

Norma explicó que le puso el nombre de Carozo porque era negrito y petiso, parecido a una aceituna. “Venía a dormir a mi oficina todas las mañanas, era un amor, muy cariñoso.

Era callejero por derecho propio. Carozo tenía luz propia, era el adorado de todo el barrio. Hace dos años atrás se hizo una conmemoración a San Francisco Solano, y se hizo una fiesta dentro de la iglesia, se corrieron los bancos, y participaron grupos folclóricos y Carozo miraba cómo bailaban la tarantela”, relató la vecina.

Claudia es administrativa, trabaja en el colegio San Francisco Solano y contó que el perro iba en los recreos, jugaba con los chicos, buscaba algún resto de comida, agarraba una botella vacía de plástico y salía corriendo a jugar a la calle.

“Un mediodía pasé con mi marido por Mendoza y Alsina. Había un pichón de paloma y Carozo esperó que el semáforo se pusiera en rojo para ayudarla, lo empujó con el hocico hasta llegar a la vereda de enfrente. La salvó para que no lo pisen los autos”, narró otra de las vecinas.

Hace tres años que Reina vive en Echesortu y relató que se iba al centro y hasta la Siberia. “Pasaban días que no sabíamos nada de él y el barrio se preocupaba. Fue muy querido, muy compartido entre todos, era muy diferente a otros perros, se integraba con todas las personas”, confesó.

Carozo era de los niños, de la iglesia, de los vecinos, y de quien lo rescatara de su soledad. Era un callejero y el personaje de la puerta abierta en cualquier hogar, era de Echesortu como del paisaje, del sereno, el cura, y todos los demás. Pero ya no está.

Los perros y las ruedas

El homenaje a Carozo incluyó la interpretación de una canción por parte de Alicia, una vecina que guitarra en mano cantó ante vecinos y curiosos que la aplaudieron con fervor.

“Dice la leyenda/
que hace mucho tiempo atrás/
los hombres inventaron la rueda/
hicieron un carro y se echó a andar/ sediento de rutas y fronteras/
dicen que en la ruta de un camino/
el rey de los perros distraído fue aplastado por las ruedas del carro al pasar/
y murió sin soltar un ladrido/
por eso los perros desde aquel día fatal/
odian todo lo que tenga ruedas/
carros, bicicletas y automóviles serán presa de sus vengativas muelas/
El rey de los perros de la muerte volverá/
y las ruedas serán destruidas”.

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