Edición Impresa

Sociedad

Alejo Carpentier: barroco y musicalidad en las palabras

Aunque nació en Suiza, se alzó como uno de los grandes de las letras americanas: su niñez fue Cuba, y su madurez, Venezuela.


Alejo Carpentier es uno de los escritores contemporáneos más original e innovador: novelista, narrador y musicólogo. Su polifacética figura es insoslayable en las letras y la cultura del Continente Mestizo. “Los críticos lo considera uno de los escritores fundamentales del siglo XX en lengua castellana, y uno de los artífices de la renovación literaria latinoamericana, en particular a través de un estilo que incorpora varias dimensiones y aspectos de la imaginación para recrear la realidad, elementos que contribuyeron a su formación y uso del realismo mágico”.

Breve esbozo biográfico

Alejo Carpentier y Valmont nació en Lausana, Suiza, el 26 de diciembre de 1904. Su padre era el arquitecto francés Georges Álvarez Carpentier y su madre Lina Valmont, profesora de idiomas de origen ruso. La infancia estuvo marcada por un profundo mestizaje cultural.

La familia se trasladó a La Habana, Cuba, porque el padre tenía interés por la cultura hispánica y ansias de habitar en un país joven que le permitiera escapar de la decadencia europea. Así, el joven Alejo creció en trato cercano con campesinos cubanos blancos y negros, “hombres mal nutridos, cargados de miseria, mujeres envejecidas prematuramente; niños mal alimentados, cubiertos de enfermedades”. En sus obras es posible ver reflejadas las vivencias, sinsabores y desventuras de estos seres del caribe.

A los once años se mudó con su familia a una finca en Loma de Tierra, en el reparto El Cotorro, cercano a La Habana. Hasta los 17 años fue educado por sus padres. Él le enseñaba literatura y ella música, que fue de gran influencia en el joven y por la que sintió inclinación desde esa época. Su padre partió, abandonando a Alejo y a su madre, lo que lo obligó a buscar trabajo para procurar el sustento cotidiano.

“Terminada la etapa de su educación primaria en Cuba, viajó a París para completar parte de sus estudios secundarios en el liceo Janson de Sailly donde, tomando cursos de teoría de la música, llegó a ser en sus propias palabras «un pianista aceptable». En 1917 ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana para continuar sus estudios en teoría musical. En 1920 consiguió entrar en la escuela de Arquitectura de esa misma ciudad, aunque posteriormente la abandonaría”, dice uno de sus bíógrafos en la enciclopedia virtual Wikipedia.

Intensa vida intelectual

En 1921, Alejo Carpentier se inició en el periodismo, dedicándose a esta profesión el resto de su vida. Señala un comentarista que comenzó en la sección “Obras famosas” del diario habanero La Discusión, donde publicó sus primeros trabajos literarios, básicamente resúmenes de obras conocidas. Ese mismo año abandonó definitivamente la carrera universitaria y viajó de nuevo a Francia. Al regresar dos años después, redactó artículos de crítica musical y teatral en La Discusión y El Heraldo del Cuba. Su situación económica se estabilizó en estos años, llegando a ser jefe de redacción de la revista comercial Hispania. Escribió una historia sobre los zapatos para la Unión de Fabricantes de Calzados y colaboró en la sección de moda de la revista Social, bajo el seudónimo de “Jacqueline”.

“En 1923 formó parte de la Protesta de los Trece junto al Grupo Minorista, del que fue fundador y, aunque fue descrito por sus miembros como «intelectual y apolítico», participó activamente en la oposición al presidente Alfredo Zayas. Esta asociación se integró posteriormente en la «Falange de Acción Cubana», que organizó el fracasado movimiento insurreccional de la «Asociación de Veteranos y Patriotas»”.

Entre 1924 y 1928, Carpentier ocupó el puesto redactor en la revista Carteles. En 1926 asistió a un congreso de periodistas en México invitado por el gobierno de ese país y durante el cual conoció a Diego Rivera, con quien mantendría una larga amistad. Este periodo fue muy importante en la formación de su personalidad artística; llegó a conocer todos los barrios de La Habana y descubrir la arquitectura colonial y el ambiente de La Habana Vieja, elementos en que se ambientarán después muchos de sus ensayos y novelas. Sus obras y afirmaciones de entre los años 1920 y 1928 muestran que se implicó decididamente en el vanguardismo cubano, trabando amistad con sus figuras principales.

Carpentier también amplió sus conocimientos musicales escuchando al compositor Amadeo Roldán. En 1927, se adhirió al Manifesto Minorista, firma por la cual sería encarcelado durante siete meses bajo acusaciones de profesar ideas comunistas. Durante ese tiempo en prisión redactó la primera versión de su novela “Ecué-Yamba-Ó!”.

Ya en libertad condicional, en marzo de 1928, acudió a un congreso de periodistas en La Habana en donde conoció al poeta francés Robert Desnos, quien le ayudó a huir del régimen machadista, entregándole su pasaporte y sus acreditaciones y ayudándolo a embarcarse en un buque con dirección a Francia.

Exiliado itinerante

En razón de sus posiciones políticas disidentes con los gobiernos imperantes en Cuba, Carpentier vivió en diversos países de Latinoamérica como Haití, México y Venezuela.

Entre 1945 y 1959, permaneció autoexiliado en Caracas. Algunos críticos de sus obras consideran esta etapa como la más fecunda de su vida donde plasma lo aprendido durante sus peripecias previas como estudioso, periodista, crítico musical y editor de cuentos. En 1948 terminó de escribir la obra “El reino de este mundo”, que sería publicada en México en la primavera de 1949. Esta obra representa la primera vez en más de 15 años que concluyó una novela. Müller-Bergh comparó “El reino de este mundo” con su opera prima, “¡Ecué-Yamba-Ó!”, y en su opinión se aprecia una notable madurez en la selección de los materiales narrativos y una mejora estilística.

Fue también en el territorio venezolano donde compuso otras tres de sus grandes novelas: “Los pasos perdidos”, 1952, inspirada en la geografía venezolana; “El acoso”, 1956, y “El siglo de las luces”, finalizada en 1958 y publicada en 1962.

La estadía en Venezuela le permitió viajar y conocer mejor la naturaleza del continente americano. En 1947 viajó al interior del país, atravesando zonas deshabitadas hasta Ciudad Bolívar. A lo largo del trayecto llega a San Carlos de Río Negro, donde conoció algunas tribus originarias americanas. Como Carpentier contaría más tarde, este viaje fue el momento en cual surgió la primera idea de “Los pasos perdidos”. “América es el único continente donde distintas edades coexisten”, decía. Con ese libro ganó el premio de la crítica parisina al mejor libro extranjero.

Como se reseña en una biografía: “La novela «El acoso», publicada en 1956, presenta un episodio sangriento entre bandas de terroristas enemigas, inspirado por los acontecimientos de la época de desórdenes que siguió a la caída del dictador Machado”.

“El siglo de las luces” es inspirado en parte por un viaje que hizo al golfo de Santa Fe en la costa venezolana. Carpentier explicó que aunque la novela fue terminada en 1958, no se publicó hasta 1962 porque necesitaba retoques y el cambio que se observaba en la vida y en la sociedad cubanas: “Me resultó demasiado apasionante para que pudiera pensar en otra cosa”, decía.

Carpentier también quedó afectado por el triunfo de la Revolución en Cuba: “Me hizo pensar que había estado ausente de mi país demasiado tiempo”. Buscó retornar a su amada isla y para ello vendió los derechos cinematográficos de “Los pasos perdidos” a una producta internacional.

Si bien Carpentier se destaca por su singular estilo y el virtuosismo de sus novelas, acertadamente se afirma en un ensayo: “Un gran escritor no escribe obras menores y los cuentos de Alejo Carpentier demuestran esta verdad. Hombres y mujeres, espacio y tiempo, metáforas y, sobre todo, un prodigioso y único estilo, barroco y a la vez geométricamente preciso, forman los fragmentos de mundo de sus relatos. Hay una expansión de las palabras en diferentes direcciones, como un universo en movimiento, el lector puede disfrutar del placer de una fascinante aventura, la que Carpentier despliega en cada relato introduciéndonos en el mismo como si lo estuviéramos protagonizando”.

Una literatura polifónica de impactante y conmovedora sonoridad.

Comentarios