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Vista al Paraná

Una citación judicial puso en vilo a pescadores de La Florida

Un grupo de vecinos de Carrasco al 3000 fue convocado por la Justicia para el jueves 19 y crece el temor a un intento de desalojo.


Más de cuarenta familias de La Florida están en vilo por la llegada de una citación judicial.

La documentación notifica a “usurpadores desconocidos” que este jueves 19 de marzo deberán presentarse en los Tribunales provinciales, en lo que se sospecha como una maniobra con un claro fin: el rumor habla de negocios inmobiliarios y un desalojo potencial de estas calles ribereñas. Lejos están los residentes de ser “usurpadores desconocidos”: las familias de pescadores habitan allí desde antes de que se creara el balneario de La Florida, inaugurado en 1933, y aún antes de que Carlos Escauriza creara La Peña, el primer balneario de la zona, privado, en 1928. De hecho, la mayor parte de los citados crecieron junto a la barranca o directamente nacieron allí.

Los presuntos extraños afirman que desde hace más de sesenta años viven en la barranca que se ubica en Carrasco al 3000 –cuadras más, cuadras menos– y también marcan que ellos mismos desmontaron esas tierras y construyeron sus casas.

Históricamente vivieron de la pesca, el oficio que el Paraná les dio y que también tenían los habitantes primigenios del lugar, pueblos con influencia avá guaraní que ya habían sido desalojados cuando ellos se asentaron.

Intereses caudalosos

Los vecinos no manejan más información que el documento que llegó a distintas casas. Mientras esperan al jueves, se mantienen unidos y a la expectativa de que la reunión aclare el panorama.

La citación fue emitida por el Juzgado de Primera Instancia de Distrito Civil y Comercial, a cargo de Marcelo Quaglia. La carátula de la causa es “Nevada SA contra usurpadores desconocidos”, y hasta ahora no se trata de más que una audiencia. Los vecinos convocados apuntan a emprendimientos inmobiliarios, e incluso Nevada figura como una empresa que se dedica, precisamente, a ese tipo de negocios.

Fuentes judiciales consultadas por El Ciudadano afirmaron que la empresa Nevada dice ser propietaria de estos terrenos. Sin embargo, aún no hay indicios de esto y tampoco se ha iniciado en Tribunales una causa por usurpación.

Las citaciones llegaron a principios de la semana pasada. Fueron unas pocas, apenas cuatro o cinco, pero abarcaban a todas las familias de la zona y convocaban a un representante de cada una. El documento se fotocopió y fue a las casas implicadas de mano en mano. Cada familia, en su interior, discute con su abogado las posibles medidas a tomar. Por fuera, se ve a los vecinos unidos, calmos e incluso podría decirse hasta optimistas, con la idea de que el posible conflicto llegue a buen puerto.

Todos saben que el lugar es privado. Sin embargo, saben también que nunca lo usurparon por la fuerza. Los primeros en llegar, recuerda Escolástico Aguilar, pagaron un alquiler a una inmobiliaria, que luego desapareció. Y los vecinos afirman que hasta el día de la fecha, la mayoría de las casas paga la luz. Los impuestos inmobiliarios no llegan a la zona. Faustino Altamirano tiene 64 años, allí nació y allí permanece. “Tienen que respetar que es nuestro lugar. No vinimos ayer”. Altamirano repite sin cesar una palabra que pareciera que lo justifica todo: “Arraigo”.

Cinco peleas por mantenerse en la orilla

Escolástico Aguilar vive en las barrancas del Paraná, justo enfrente de los últimos metros de la ahora Rambla Catalunya, desde el 7 de agosto de 1966. Tenía seis años y recuerda a su papá desmontando y limpiando el terreno en el que, de a poco, se fueron acomodando decenas de familias. “No somos desconocidos”, afirma luego del relato, como reforzando su explicación. Desde su casa tiene una vista privilegiada al Paraná.

Da envidia ese lujo amplificado por la sencillez y amabilidad de su hogar. El pescador enumera cinco situaciones semejantes a la de ahora, en la que el fantasma del desalojo empieza a rondar los diálogos: 1974, 1982, 1989 y 2001. Ninguna se resolvió por la fuerza y no imagina por qué esta vez tendría que ser diferente.

La hija de Escolástico enumera de memoria cuántas son las casas implicadas en la causa. Murmura por lo bajo y cuenta con los dedos. Redondea en unas cuarenta, pero sus vecinos dirán que superan las cincuenta. La mayoría de los vecinos son pescadores o hijos de, aunque ahora se mezcla algún que otro oficio, como la albañilería, con un río que ofrece cada vez menos peces, y más chicos.

Pero no dejan de ser los menos. Para la mayoría de los implicados no se pierde sólo la vivienda, sino la historia familiar y una fuente de trabajo. “El río es nuestra vida”, resumen Roberto y Carina, un matrimonio de pescadores. “Si nos vamos se nos corta todo”, dice atrás Jacquelina, de 27 años, esposa de un pescador.

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