Ciudad

Un mural que va al rescate de la memoria en tres dimensiones

Por Laura Hintze.- El Movimiento y la agrupación Hijos Rosario intervinieron el ex Batallón con medio Falcon Verde. La idea surgió de jóvenes algunos de cuyos familiares, perseguidos por la última dictadura, estuvieron cautivos en el 121.


paredonUn Falcon verde sin patente atraviesa los muros. De fondo se ve la noche. A un costado, dos señoras, con su distintivo pañuelo blanco y la cara de sus hijos en carteles, levantan el puño y reclaman: “Aparición con vida”; “Justicia”; “Que nos digan dónde están”. La imagen se remite a una treintena de años atrás; y se trata de un nuevo mural hecho entre El Movimiento e Hijos; y que está sobre una de las paredes del ex Batallón 121, precisamente, sobre calle Lamadrid.  Lo novedoso de la intervención es que esta hecha en tres dimensiones: el baúl del vehículo es real, palpable y lo que se pintó es la continuidad del Falcon verde, modelo y color de auto típico que utilizaban los grupos represivos de la dictadura. “Una idea simple con cuerpo y volumen para que salga de lo común”, resumió Juan Schegtel, el herrero a cargo de conseguir, cortar y finalmente de colocar el auto, según la idea de Hijos, precisamente por donde alguna vez funcionó la entrada y salida clandestina. Así, las puertas que son hoy un muro, acaso para disfrazar el horror, dejaron de ser invisibles.

En el ex Batallón todavía puede verse la rampa de acceso de autos. La frena una pared de ladrillos, pero del otro lado aún existe el camino que los dirigía a los pabellones de tortura y cautiverio. “Nosotros buscamos mantener viva la memoria. Decir que aquí existieron el portón, y también los secuestros, lo clandestino, la dictadura. Con la fuerza de la imagen lo revivimos. Es un trabajo largo de rescate de la memoria”,  señaló Freddy, referente de El Movimiento, y uno de los que a fuerza de pincel, sacaron a la luz una huella de los tiempos más oscuros en lo que fue el Batallón de Comunicaciones.

De la misma manera, Juan Emilio Basso, de Hijos Rosario, resaltó la importancia de la construcción de la memoria no sólo desde los propios relatos de los sobrevivientes, sino también desde movilizaciones públicas que convocan a distintos representantes de la cultura. “La memoria es un lenguaje cultural, y es desde el arte que nosotros buscamos interpelar a la sociedad”, manifestó Basso.

El mural en cuestión actúa como clausura de un proceso que duró todo 2012, y durante el cual se discutió qué hacer y cómo preservar el predio y el pabellón. Pero ante todo, no es más que un eslabón en la lucha que se lleva adelante desde la vuelta de la democracia: recuperar, cuidar y resignificar espacios que actúen para preservar la memoria de los barrios, la ciudad y el país.

“¿De qué manera le damos fuerza al reclamo para que no se pierda la historia? Nosotros fuimos por dos caminos: uno institucional, haciendo planteos formales en el Concejo (ver aparte), y otro público y social, sobre qué hacer con el espacio en concreto”, explicó el militante de Hijos.

Así, la pelea por construir una memoria colectiva en cada espacio de la ciudad toma distintas formas. Una intervención en la pared de la calle es una de ellas; y una muy particular: el dibujo, o la escultura, o la frase, quedan. Y cada persona que pasa y la mira reflexiona al respecto, no puede escapar de, al menos, una primera impresión del mensaje.

“No es una bajada de línea directa. Lo bueno de los murales es que se resignifican con la mirada de cada uno que pasa”, reflexionó Basso.

Pintar un mural puede ser una actividad que se haga de distintas maneras. Puede ser clandestino, individual, pago, con algún mensaje político, poético; y también  puede ser algo simplemente lindo para decorar la calle. Pero la forma en que se hace no es un detalle menor. “Este mural, por ejemplo, tiene cuerpo y volumen”, como bien lo definió Juan Schegtel, el herrero que trabajó para que eso sea posible.

“Es una idea simple que tiene ese detalle para que salga de lo común. Tuvimos que recorrer desarmaderos, encontrar una parte económica. Compramos medio auto, lo desarmamos y preparamos para colocar y poner”, remonta.

Lo interesante de hablar con Schegtel es que en todo momento dejó de lado el trabajo físico y destaca la importancia de poder colaborar con Hijos. “Hace años que estoy con ellos, es la posibilidad de dar a conocer lo que se militó, de dejar un testimonio. En esto, también de destapar lo que se tapó: el portón, el ingreso y la salida de autos que llevaban gente secuestrada”.

Hacer un mural de este tipo, que queda plasmado y bombardeando constantemente a todo el que pasa, conlleva una responsabilidad. Se dice algo que va a afectar de alguna manera al receptor. “Llevamos la responsabilidad de la fuerza de la imagen con tranquilidad: el trabajo siempre es conjunto”, explicó Freddy. Así, un mural de este tipo, y como los que suele hacer El Movimiento –una agrupación artística y política, reconocida por cientos de murales en la ciudad y el país– se hace sin boceto; pero en el marco de una reunión de amigos, conocidos, donde se hace algo a la parrilla, se lleva una guitarra, se charla y se ríe. “Nos inspiramos en el momento, y todos opinan, traen dibujos, pintan. Son murales hechos de espontaneidad y participación”.

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