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Lecturas: un revisionismo remozado

Por Paulo Menotti.- El historiador Alberto Lettieri presentó su libro “La historia argentina en clave nacional, federalista y popular” en el que aborda, desde una perspectiva anclada en el presente, el pasado del país revalorizando las experiencias populares.


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Es sabido que Bartolomé Mitre es el primer historiador argentino y que fue quien forjó la imagen de nuestros próceres. Sin embargo, la historia no es imparcial y, al recrear lo que pasó, cualquiera sea el historiador que dé cuenta de ella se proyecta hacia el futuro.

En los años 30 del siglo pasado, la corriente histórica conocida como revisionismo se opuso a la mirada liberal de Mitre y reclamó, además del rescate de los caudillos del interior, que se plasme una postura más centrada en los aspectos populares y nacionales. A pesar de que sus primeros impulsores fueron exponentes de derecha, en los 60 esa corriente se volcó hacia la izquierda. Actualmente, el revisionismo remozado sale a escena para decir nuevas cosas sobre la historia argentina. El pasado viernes 17 de mayo Alberto Lettieri presentó en Rosario su libro La historia argentina en clave nacional, federalista y popular como un reflejo de ese nuevo discurso. En una entrevista con El Ciudadano, el autor reflexionó sobre el revisionismo y sobre los debates actuales que nutren la tarea del historiador.

—¿Qué significa escribir la historia argentina en clave nacional, federalista y popular?

—Implica intentar ensayar una mirada diferente sobre el pasado en la medida en que la historia ha sido siempre un ámbito de legitimación de proyectos políticos, sociales y económicos. De alguna manera es desarmar la construcción ideológica que llevó adelante el liberalismo desde mediados del siglo XIX, reasignando responsabilidades, interpretando en clave diferente esos proyectos, y con el convencimiento de que no hay nada que se hubiera podido hacer para que la Argentina no fuera un país colonial, sino por el contrario, Argentina fue un país colonial que formó parte del proyecto del liberalismo y al mismo tiempo existieron otras ideas que implican la reivindicación de lo federal, lo nacional y lo popular, de mayor justicia e inclusión social, una relación diferente con el exterior.

—Con este libro y con la fundación del Instituto Dorrego, ¿podemos hablar de un tercer revisionismo?

—Yo creo que en términos genéricos podemos encuadrarlo en la corriente general del revisionismo, que tiene diferencias en la medida en que se nutre en muchos de los aportes del revisionismo tradicional. Más tarde agrega su visión a partir de los acontecimientos históricos que son no sólo los desafíos sino también los debates que tiene la sociedad actual.

—¿La figura de Juan Manuel de Rosas es revisada?

—En cuanto a la figura de Rosas, la particularidad que tiene este revisionismo pasa por la clave federalista. Puede haber visiones divergentes con respecto a hechos y protagonistas históricos, según desde dónde se los mire. En cuanto a la figura de Rosas, no sólo a partir de los estudios revisionistas sino también en otros abordajes que no eran de esa corriente, tuvieron que reconocer el apego a la ley que tenía Rosas, la subsistencia de elecciones, la garantía de justicia. Personalmente reivindico a Rosas, sobre todo como un factor constituyente de la identidad nacional porque se va a fundir en la resistencia contra los intentos de invasión francesa y anglo-francesa. También hay autores dentro de esta vertiente que plantean que, sin dejar de lado que Rosas implica una defensa de la soberanía nacional, su política hacia las provincias tenía una cierta matriz unitaria.

—Ya se está haciendo historia incluso de los últimos 10 años. La reedición del libro de Luis Alberto Romero es un ejemplo. ¿Qué opina de la “década ganada”, como la llama el gobierno?

—Creo que es una “década ganada”. En los últimos diez años se ha llevado adelante un proceso muy importante de reivindicación y de revalorización de muchos de los puntos esenciales del peronismo clásico aunque con algunas diferencias. En primer lugar, el contexto universal es diferente. No tenemos ese mundo bipolar (que predominó en el siglo XX), sino que tenemos un mundo globalizado y fragmentado. Mientras que Perón encuentra las arcas del Banco Central llenas de lingotes de oro, según cuenta la leyenda, Néstor encuentra una deuda externa de 200 mil millones de dólares, un país fracturado, cortes de rutas, el Fondo Monetario decidiendo las políticas públicas, Duhalde estatizando a través de la pesificación desigual la deuda privada. Es un contexto macabro el de 2003, y vemos que lo primero que se consigue en la gestión de Néstor Kirchner es revalorizar la autoridad del Estado, pese a la débil legitimidad inicial producto de un flaco indicador electoral, pero que rápidamente se convirtió en legitimidad a partir de las acciones políticas. Desde entonces surgieron cuestiones como la inclusión social, el combate a la desigualdad, la reestatización de las AFJP. Me parece que es un cambio muy significativo que afectó a ciertos sectores que se beneficiaban de la existencia de una sociedad para pocos. Evidentemente la sociedad ha cambiado porque ahora el aspecto internacional de la Argentina es otro, somos mirados como modelos por los países europeos que, paradójicamente, fueron una referencia durante un largo tiempo. Evidentemente hay un proceso de transformación que tuvo ritmos más o menos acelerados en relación con las condiciones de producción del país. Con respecto a esto la historiografía tiene dos miradas. Una es que ensaya Romero, que es la tradicional del mitrismo, con un lenguaje más agiornado. Las últimas declaraciones de Romero diciendo que a las Malvinas no hay que llamarlas así sino Falklands, reivindicando el referendo de los kelpers, atacando sistemáticamente todas aquellas medidas que impliquen inclusión social son nefastas. En realidad Romero no dice nada muy diferente de lo que dice Sarmiento cuando señalaba que las Malvinas tenían que ser inglesas o el estrecho de Magallanes o la Patagonia, chilenos. Frente a esta mirada, tenemos otra que pretende revalorizar esta última década e insertarla en una clave de continuidad que pasa por los caudillos federales, por el radicalismo de Leandro N. Alem, que señala los aportes que se han dado en las gestiones radicales a lo largo del tiempo y básicamente revaloriza y resignifica el papel del peronismo en la tradición argentina, y las continuidades así como elementos propios del kirchnerismo en la construcción histórica de este peronismo.

—¿No sería una visión muy maniquea de la historia?

—La historia no es una disciplina que pueda realizarse al margen de la política o de las demandas sociales. La historia debe salir a dar respuestas a demandas, a debates, a cuestiones que están instaladas en la sociedad. Lo que busca en perspectiva es analizar las raíces de esos procesos. Hace algunos años las mujeres estaban afuera de la historia, hasta que pasaron a ocupar un papel significativo en el pasado de nuestras sociedades y la pregunta fue ¿de dónde salieron estas mujeres? Estaban. Lo mismo ocurre con las minorías sexuales, religiosas, con sectores que fueron invisibilizados por ese discurso liberal que dejaba afuera a los pobres, a los marginales, a los indigentes. La historia debe contribuir a construir paradigmas para entender a través de un desarrollo lógico nuestra vinculación con el pasado.

—¿Qué diferencias hay entre el proyecto kirchnerista y el peronismo en sus tres gobiernos?

—Perón construye un fabuloso proyecto haciendo una síntesis de distintos componentes que proceden del socialismo, del pensamiento de la Iglesia (católica), de reivindicaciones sindicales con una concepción novedosa del Estado de bienestar, tratando de generar integración social e igualdad a través del empleo. También consagrando al trabajo, la salud y la educación como derechos. Pero Perón fracasa cuando se modifica la base social del peronismo. Cuando se integran los jóvenes de la clase media, Perón no consigue aglutinar a los trabajadores y a estos jóvenes y en un momento tiene que optar. Elige a los sindicatos, y expulsa a los jóvenes de plaza de Mayo. Yo creo que el gran acierto de Néstor Kirchner ha sido aglutinar a los sectores de trabajadores con la clase media. Así como hay sectores de la clase media y de la alta que toma una posición contraria y la manifiestan abiertamente, también vemos que hay sectores significativos de las clases medias que participan activamente, que proveen de cuadros a la gestión y constituyen los elementos centrales de la generación y difusión de programas políticos, sociales y culturales.

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