Ciudad

El carnaval arranca a toda orquesta

La escuela de música infantojuvenil inaugura los festejos en barrio Ludueña.

Gloria Machado es maestra de música del barrio Ludueña, de la Escuela Nº 1027 Luisa Mora de Olguín, “la del padre Montaldo, la de Pocho Lepratti”, dice con orgullo. Lleva más de 30 años en el barrio Ludueña, padeció las inundaciones del 86 “cuando por calle Gorriti íbamos en canoa, llevando comida a la escuela para los inundados”. Gloria es la directora general de la Orquesta del Ludueña, integrada por pibes del barrio, en su mayoría de bajos recursos, que se preparan para una gran presentación: esta tarde, a las 17, harán sonar los acordes de El ángel de la bicicleta, la canción que León Gieco compuso en memoria de Pocho Lepratti, el militante social asesinado durante la represión de 2001. De esa forma, quedará inaugurada la 10ª edición del carnaval del barrio, que se celebrará hasta el domingo con múltiples actividades concentradas en el corazón de la zona, la plaza de Liniers y Vélez Sarsfield que lleva el nombre de Lepratti.

“Es muy fuerte para mí ver cómo los chicos se superan, conozco a sus padres y abuelos y los esfuerzos de ellos para que tengan sus instrumentos. Un papá en sus horas libres vendía huevos para comprarle el violín a su hijo y lo logró, aquí se ven ejemplos de pequeños progresos”, contó la docente. Por su parte, Graciela Semorile, coordinadora del área de Cultura del distrito Noroeste, agregó que la idea de la orquesta se gestó en 2005 con talleres aislados y al año siguiente entró al Presupuesto Participativo por elección de la gente.

—¿Cuándo comenzó la orquesta?

—(Semorile) La Fundación Alegro Argentina presentó el proyecto al Presupuesto Participativo. Ese año 2006 se trabaja y los vecinos lo votan, sale entre los primeros lugares y se comienza a trabajar con la Fundación y los salesianos, haciendo base en la escuela Olguín, del padre Edgardo Montaldo. Luego se siguió votando dentro del Presupuesto y recién este año podemos decir que toda la gente que trabaja para la orquesta está camino a ser empleado municipal, se sale del Presupuesto Participativo para los docentes y directores y los toma la Secretaría de Cultura. Como nuevamente fue votado en el Presupuesto, ese dinero irá a la compra de instrumentos y para traslado de los chicos de la orquesta. Igual en el distrito hay talleres de corno, trompeta, trombón y violín y vienen chicos de otros barrios. Además de la escuela orquesta están la de música de cámara, el ensamble de violonchelo, ensamble de percusión con un repertorio específico cuando tocan juntos y ahora recién estamos implementando un ensamble de metales, donde contamos con los únicos niños cornistas de la provincia. Es notable como los chicos se vinculan con el instrumento, que es muy caro y difícil de aprender, donde el chico tiene un aprendizaje muy lento, con largas técnicas para aprender a soplar, respirar. En medio de una cultura de inmediatez es difícil decirle al chico que tiene que tener paciencia. También trabajamos eso de que no sean elitistas con su propio barrio, que no se la crean y que no renieguen de sus orígenes; no formar músicos que después no vuelvan al barrio. Les enseñamos que puede haber gente con más o menos dinero, pero que todos tenemos las mismas posibilidades.

—¿Quién integra la orquesta?

—(Machado) Estoy a cargo de la dirección general y la dirección musical es de la profesora Derna Isla. La idea es alfabetizar musicalmente a los alumnos en contraturno escolar. Los chicos tienen clases de lunes a viernes y los sábados hay ensayo orquestal. Si bien es una escuela, está dividido como en una orquesta, por familias de instrumentos. Tienen clases de audio perceptiva donde el niño aprende a leer y escribir musicalmente, dependiendo el instrumento que haya elegido para tocar. El año pasado terminamos con 225 chicos, contamos con una orquesta infantojuvenil y una orquesta infantil, cada una integrada por 60 a 70 alumnos y las edades van desde los 4 a 17 años.

—¿Cómo llegan los chicos al instrumento?

—(Machado) El chico escucha primero los instrumentos, cuando comienzan no saben si van a tocar un chelo o un clarinete. Primero lo miran, lo experimentan y hay casos que se cambian de instrumentos. La idea de todo esto es pensar que es un lenguaje nuevo, de ocupar ese tiempo ocioso donde los chicos están expuestos a la calle y nosotros lo que hacemos es ofrecerles algo sostenido en el tiempo y muchos chicos lo pudieron hacer. Lo importante es que lo hacen acompañados de sus familias, que los acompañan con gran esfuerzo para poder comprar el instrumento. Padres que hacen changas o un papá que vendiendo huevos le pudo comprar el violín a su hijo o gente que ha venido a verlos se ha conmovido y ha regalado chelos para los chicos. Incluso el gobernador Binner le regaló instrumentos a la orquesta…

—¿Hay algún requisito para ingresar a la escuela?

—(Semorile) No hay una selección por capacidad, la única selección es por el cupo que tenemos, pero no por las capacidades porque cualquier chico puede aprender a tocar un instrumento, con más o menos nivel. Después si continúa con la carrera musical, mejor, pero sino estuvo un trayecto en toda su primaria y casi toda la secundaria acompañado con una actividad que le da otros valores también. Tampoco quiere decir que después de pasar por la orquesta sí o sí el chico va a ser músico.

—Si un chico del barrio no va a la escuela ¿puede participar de la orquesta?

—(Machado) Tenemos varios casos de chicos que han dejado la escuela y querían seguir en la orquesta y vamos a ser todo para que esté en la escuela. En este barrio tenemos 30 años de trabajo social, esta orquesta no toma por casualidad este lugar como base. Es un trabajo iniciado por el padre Montaldo, por Pocho Lepratti, por muchas comunidades del barrio. El distrito aporta con un montón de talleres y el dinamismo que tiene esta orquesta es de poder instalar la mayor cantidad de oportunidades. Hay una exigencia musical pero también una gran consideración por lo humano, lo afectivo, lo lúdico. Nosotros, como maestros, por ahí nos dirimimos entre la excelencia musical, la exigencia por la afinación, pero también no perdemos de vista que son niños, que deben divertirse. También estamos atrás para que no falten, para que ensayen en sus casas, cuidarse entre ellos, cuidar sus instrumentos, el respeto por el otro.

—(Semorile) En el edificio de la escuela Olguín conviven una escuela primaria, secundaria, un Eempa y además la Escuela Orquesta. Entonces saben que hay que ser respetuosos, tolerantes, respetar que mientras ellos están haciendo música, otros están dando clases, el respeto por los turnos, los horarios. Ellos saben que la consigna es ‘todos los días un poco’ para el sábado llegar al ensayo con la orquesta.

—(Machado) Es sorprendente, porque ellos leen más música que los libros de la escuela. Las mismas maestras nos cuentan y dicen: “Cómo puede ser que no leen nada y leen la partitura del violín con una naturalidad increíble”.

—¿Hay algún método de enseñanza?

—(Machado) El método es de audioperceptiva, lo que cuando nosotros éramos chicos era de teoría y solfeo, ahora son enseñanzas más lúdicas. También el ensayo en la casa, el compromiso de la familia para que ese chico esté sobre el instrumento.

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