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Aquel Toro Salvaje de las Pampas

Se cumplen 50 años de la muerte de Luis Ángel Firpo, para muchos el padre del boxeo argentino.

Por Rubén Alejandro Fraga

Hoy se cumplen 50 años del fallecimiento de quien para muchos fue el auténtico padre del boxeo argentino: Luis Ángel Firpo. El ex pugilista murió en Capital Federal el domingo 7 de agosto de 1960 de un síncope cardíaco, a los 64 años, dejando tras su corpulenta figura una leyenda deportiva que aún perdura.

Había nacido en Junín, provincia de Buenos Aires, el 11 de octubre de 1895 en el seno de un hogar humilde. A los nueve años se trasladó con su familia a la Capital Federal y a los 19 ingresó en una fábrica de ladrillos. Cuentan que un día, cuando transitaba por una calle porteña con el dinero recaudado por la fábrica de ladrillos, fue asaltado por tres fornidos sujetos que lo intimaron para que entregara todo lo que llevaba. Pero Firpo no dijo media palabra y optó por usar sus terribles puños para ahuyentar a los cacos. Enterado del hecho, su jefe en la fábrica y amigo de la familia, Carlos Mazola, le pidió un favor. “Necesito que te anotes en el Internacional, un club de boxeo, y lo practiques de vez en cuando. Es para quedar bien con unos amigos, nada más”, pidió el hombre al muchachote que a los 20 años ya andaba por los 82 kilos. Aceptó y, casi sin quererlo, se introdujo en un mundo de guantes, linimento y gimnasia.

El 10 de diciembre de 1917 enfrentó por dinero al australiano Frank Hagney. La pelea se realizó a seis rounds, y aunque terminó sin decisión, marcó su debut como profesional.

A partir de allí, Firpo decidió buscar nuevos horizontes y viajó a Montevideo, donde, el 12 de enero de 1918, el veterano Ángel Rodríguez lo puso nocaut en el primer asalto. Lejos de desanimarse, rumbeó para Chile, aunque olvidando un pequeño detalle: no tenía dinero. “Siga ese caminito que es el de los arrieros –le dijeron–. Vaya derechito, y cuando se acabe, listo: ya está en Chile”. Y hasta allá llegó… ¡caminando! Tras lograr una seguidilla de victorias por nocaut en Santiago de Chile y en Montevideo, el 30 de abril de 1920 obtuvo el título sudamericano al vencer por nocaut en un round a Dave Mills en la capital chilena. Luego cosechó varias victorias –casi todas por nocaut– en Santiago, Valparaíso, Buenos Aires y San Miguel de Tucumán.

El 20 de marzo de 1922 debutó en Newark, Nueva Jersey, frente a Bailor Tom Maxted, a quien noqueó en el séptimo round. Luego, Firpo cosechó 11 victorias por nocaut –8 en Estados Unidos y las restantes en Buenos Aires, La Habana y Ciudad de México– y protagonizó dos combates sin decisión.

Esa campaña, que asombró al público norteamericano, lo puso a las puertas de un combate con el gran Jack Dempsey, el Matador de Manassa, un invicto estadounidense ante cuyo poder habían caído todos cuantos intentaron arrebatarle el título mundial de los pesados que había conquistado años antes al batir al gigantesco Jess Willard.

Bautizado por el legendario periodista estadounidense Damon Runyon como el Toro Salvaje de las Pampas, Firpo dejó en el camino a boxeadores de la talla de Bill Brennan, Jess Willard, el sargento Homer Smith –al que derribó 15 veces sin poder noquearlo–, Jack Herman y Joe Burke. Firpo acumuló tantos méritos que cuando el promotor Tex Richard anunció su pelea con Dempsey, ésta fue calificada como el “combate del siglo”.

El 14 de septiembre de 1923 unos 85.000 espectadores se dieron cita en el estadio Polo Ground de Nueva York para asistir al duelo Dempsey-Firpo. Las apuestas favorecían a Dempsey –de 27 años– 3 a 1. El campeón se alzó con una bolsa de 509.000 dólares y Firpo cobró 156.250 dólares. En la Argentina y con las limitaciones mediáticas de la época –sin TV ni radio–, el pueblo se volcó a las calles en busca del lugar donde pudiera saber con la mayor rapidez lo que ocurría en Nueva York.

Frente al diario porteño La Razón se concentró un gentío extraordinario para esperar el resultado del combate. En lo alto del pasaje Barolo se instaló un reflector que mediante un sistema de luces informaría al público sobre el resultado del match. Si aparecía luz blanca, era porque había ganado Firpo. Si por el contrario, roja, anunciaba la victoria de Dempsey. Y llegaron las primeras noticias: “Dempsey fue lanzado fuera del ring”. El público deliró. Se esperaba la confirmación de la noticia que podría significar la conquista del título máximo. Pero ésta nunca llegó. Por el contrario, las informaciones posteriores dieron cuenta de la victoria del campeón.

Con todo, a medida que se fueron conociendo los pormenores del combate se tuvo la sensación de que el Toro Salvaje de las Pampas había sido despojado de un legítimo triunfo. Firpo, quien había subido a combatir con el húmero fracturado y sin que nadie lo supiera, cayó siete veces a la lona en el primer round y dos en el segundo, en el cual  perdió por nocaut. Pero lo insólito fue que a los dos minutos y medio del primer round, luego de su séptima caída, Firpo se recuperó y con un golpe poco ortodoxo lanzó a Dempsey fuera del ring. Con la ayuda de asistentes y periodistas el campeón subió tras 17 segundos beneficiado por la pasividad del árbitro de la pelea, Johnny Gallagher, quien no atinó a realizar la cuenta reglamentaria. Hubo mucha controversia por ese hecho y Gallagher fue suspendido durante cinco semanas por la Comisión Municipal de Nueva York.

Aquella noche, Firpo perdió la chance de lograr el título mundial y se transformó en el primer “campeón moral” de los argentinos. En su homenaje, cada 14 de septiembre se celebra en la Argentina el Día del Boxeador.

Aunque siguió combatiendo, Firpo no volvió a tener otra oportunidad de disputar el título mundial. En 1936 realizó en Rosario su penúltima pelea: le ganó por nocaut en el tercer round a Siska Habarta. Luego, perdió por abandono con Arturo Godoy y colgó los guantes. Fuera del ring demostró –a diferencia de la mayoría de sus colegas– ser muy hábil en los negocios. Primero tuvo la representación de los autos Stutz, y luego instaló un criadero de aves y anexos en Florencio Varela con animales y elementos traídos de Estados Unidos.

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