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Droga adulterada

Consumos problemáticos: cómo viven en los barrios y las guardias de urgencias la “crisis permanente”

El cura villero Castricone, el psicólogo Roldán de la guardia del Agudo Ávila y la directora de Salud Mental Pochettino ensayan respuestas posibles a la angustia y el malestar, individual y social, que llevan al consumo de sustancias y proponen alternativas para la contención


Dos semanas atrás, ocho personas ingresaron a hospitales con un cuadro de intoxicación por consumo de drogas, dos de ellos de gravedad. El caso tomó relevancia a nivel nacional debido a la cercanía temporal con la muerte de 24 personas en el conurbano bonaerense por consumo de lo que las pericias toxicológicas determinaron como carfentanilo, un opioide exponencialmente más fuerte que el fentanilo, con el que había sido estirado el clorhidrato de cocaína. Así y todo, desde el Ministerio de Salud de la provincia revelaron que la situación que elevó “correctamente las alarmas” no difirió mucho de lo que se vive muy seguido en las guardias de los hospitales públicos por cuadros de intoxicación. Coinciden desde la Pastoral de Barrios Populares de la Iglesia católica, que junto con la de Drogadependencia están en permanente contacto con los consumos problemáticos en las zonas periféricas.

Desde el Centro Regional de Salud Mental Agudo Ávila afirman que, durante los últimos años, ha aumentado considerablemente el número de consultas por problemáticas de consumo. Claudio Roldán es el coordinador de guardias del Agudo Ávila y, en diálogo con El Ciudadano, confirmó que el hospital tiene entre 3.500 y 3.800 consultas anuales, lo cual implica cerca de 400 consultas por mes, con una marcada profundización y aumento de las consultas entre el período de comienzos de la primavera y los últimos días del año.

“Son momentos de mucha demanda, y en inicio del año solemos tener un gran número de internaciones”, dice Roldán sobre las entre 40 y 50 internaciones mensuales por guardia diaria, de las cuales “un número importante suele ser producto de ingresos por consumos problemáticos”, según describe, para de inmediato añadir: “En los últimos años ha ido in crescendo el número de consultas por problemáticas de consumo, pero no tenemos un estudio epidemiológico armado de manera oficial”, para poder explicar este “considerable” crecimiento.

Según el trabajador de la salud, muchas de estas personas llegan, no por voluntad propia, sino por medio de la Justicia. “Las familias apelan mucho a las protecciones de personas de los juzgados de familia, que son órdenes judiciales. Tenemos un caudal importante de pedidos de evaluación y de pedidos de intervenciones de los tribunales colegiados de familia”, explica Roldán.

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Pero no siempre el primer lugar que tiene contacto con la persona padeciente es el efector de salud. Claudio Castricone, sacerdote que trabaja en barrio Tablada desde la iglesia Nuestra Señora de Fátima, afirma que “es muy fuerte el trabajo que se está haciendo desde las iglesias” de múltiples credos, al igual que otras organizaciones no gubernamentales, como Madres Territoriales, y también distintos movimientos populares, “que están tratando realmente de contener al adicto y tratando de darles una respuesta que muchas veces es fundamentalmente afectiva”.

“Hacerlo sentir útil, hacerlo sentir que su lugar de pertenencia no es la esquina donde consumen, ni tampoco el que te paga para que sea soldadito” dijo el sacerdote, responsable de la Pastoral de Barrios Populares, “sino que ése sea un lugar de pertenencia más normal, como puede ser una comunidad, como puede ser una institución”.

Castricone le cuenta a El Ciudadano que, de momento, la mayoría de las parroquias no tiene la infraestructura para convertirse en lugares “más terapéuticos para poder darles respuesta desde el territorio”, por lo cual continúan derivando a las personas que llegan buscando ayuda.

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En las parroquias a las cuales se refiere el cura se desarrollan talleres de diferentes actividades, que permiten a quienes se acercan poder encontrar un lugar de contención: “Y, dentro de ese sentir el lugar como propio, entablar las conversaciones. Ahí, en ese diálogo, en ese entrar en confianza y crear empatía van saliendo los temas”. Aquellos que expresan su deseo de “dejar de consumir” son derivados a la estructura del Padre Miseriocordioso, donde participan del Centro de Día, cursando su “recuperación”.

El principal problema de los salones parroquiales que le dan sus espacios a reuniones de Narcóticos Anónimos y a organizaciones territoriales que buscan darle un seguimiento a personas con problemas de consumos problemáticos es que están desbordadas, ya que ni sus instalaciones ni la cantidad de voluntarios son suficientes para poder satisfacer la demanda de cuidado.

“Vemos que el Estado no da la respuesta que realmente tiene que dar” dice el sacerdote, y aclara que “las organizaciones muchas veces se ven desbordadas por una cantidad de pedidos de gente que pide auxilio y que no se da abasto”.

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Primero lo primero: el abordaje descriminalizado

El párroco Castricone tiene una perspectiva que comparte con las autoridades de Salud Mental de la provincia, al abordar adicciones y consumos problemáticos como un problema de salud: “En primer lugar, el adicto es un enfermo. Muchas veces primero lo criminalizamos como si fuera un delincuente y el adicto es ante todo un enfermo que necesita, como todo enfermo, ser tratado” y “si es un enfermo tiene que ser tratado como enfermo, lo que implica tratamiento ante todo psicológico, a veces también psiquiátrico, y muchas veces requiere la internación”.

Celina Pochettino, directora provincial de Salud Mental, afirma que los abordajes se deben dar desde una estrategia interdisciplinaria: “Las estrategias de abordajes de cuidados no pueden ser una sola, sino que tienen que ver con la continuidad de los cuidados en el territorio, la prevención y también con el abordaje a urgencias”. “Entendemos la salud como un proceso integral que debe ser abordado comunitariamente”.

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En cuanto a las internaciones como método médico, Pochettino aclara que es una “medida como cualquier otra”, pero que debe tener un coto, un límite de tiempo y debe ser encarada desde el inicio del tratamiento con una perspectiva de reinserción social y resocialización. “Muchas veces está en el imaginario estos lugares de encierro” como espacios que pueden brindar una respuesta y un método de ayuda a la persona padeciente. “Pero está probado que estas instituciones, las que se han caracterizado históricamente por encerrar a alguien o medicalizarlo, no aportan soluciones. Por eso hablamos de fortalecer la trama comunitaria, las respuestas en la propia comunidad. Está claro que cualquier problemática de salud mental o de consumo requiere del sistema de salud pero también requiere de potenciar el derecho al habitar, el derecho al trabajo, el derecho al socializar” dice la profesional, y sostiene que esos tres pilares “son parte de la perspectiva al abordar la salud mental”.

“El problema no es sólo que alguien consuma una sustancia, sino seguramente su proyecto de vida, su trama comunitaria, sus lazos sociales” dice Pochettino. “No hay una sola respuesta y no puede ser desde el paradigma hegemónico”.

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La vida no cabe en un diagnóstico

La pregunta más sencilla de hacer y más difícil de responder tiene que ver con la iniciación de las personas en el consumo problemático de sustancias. Para el cura Castricone, una de las entradas a la adicción es el consumo como forma de pertenencia. “Algunos entran por curiosidad. Pareciera que para pertenecer a algún grupo, como años atrás sucedía con el cigarrillo, que para pertenecer a un grupo tenías que fumar”, opina el cura villero. A su vez, agrega: “Es porque falló todo en nuestros barrios: falló el Estado, falló la sociedad”. El cura opina que “fundamentalmente la causa está ahí: una sociedad que expulsa hace que uno busque por otros lados dónde encontrar consuelo”.

Para Claudio Roldán, la respuesta es más compleja, y observa que las dificultades con las que se encuentran en las guardias “tienen que ver con las condiciones socioafectivas, socioculturales, económicas, que tienen una incidencia importante sobre ese tipo de sufrimiento”.

Aunque, según Roldán, “el ingreso a los consumos problemáticos tiene que ver con la historicidad de cada persona. En parte, los factores” que conforman el quehacer común y al entorno del sujeto “forman parte del entramado de la dificultad”, por la cual recurren a consumos problemáticos.

Roldán piensa la situación de consumo “como un síntoma de angustia de alguien, o pensar algún estado de depresión o algún otro estado que tiene que ver con el estado de la salud mental”. Según el psicólogo, las personas llegan a la guardia y se declaran como “adictos”, como “algo que le da cierta identidad”. Con el paso del tiempo y de las entrevistas “uno va más allá de ese enunciado, empieza a construir cuestiones históricas que tienen que ver con ese entramado” de angustias.

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El psicólogo recuerda que “acá hay alguien que sufre. Es un tipo de sufrimiento. Cuando uno empieza a reconstruir y entrevista tras entrevista empieza ese sujeto a hablar, uno empieza escuchar cuestiones que tienen que ver con cierto alejamiento de lo familiar, en el sentido de aquello que es conocido”. Y agrega: “Ese sujeto queda por fuera de ese lazo, y cuando algo de la mirada del otro no lo sostiene, muchas veces el consumo aparece sosteniendo algo vinculado a la vida, aunque pueda parecer paradójico, sólo que a veces esto se transforma en algo más bien perjudicial”.

En cuanto a la importancia del rol de los referentes afectivos, Pochettino define el trabajo realizado desde los abordajes de la salud mental ubicando el eje en el doble acompañamiento, tanto a los padecientes como a sus familiares o amigos: “Se trata de acompañar a las familias y a las personas con problemas desde la salud y no desde un paradigma punitivo, o desde lo delictivo”, lo cual posiciona las medidas desde la perspectiva del cuidado más que desde el control que se buscó ejercer desde siempre con la aplicación de la mirada punitivista de la adicción y el consumo.

“Hay determinantes sociales y el malestar es algo con lo que lidiamos todos (para el ingreso de una persona a un consumo problemático), pero no todos lo hacemos de la misma manera”, dice la directora de Salud Mental. “Que alguien llegue a una situación de consumo que pone en riesgo su vida, su trabajo, tiene múltiples causas”, añade Pochettino y describe que la pandemia ha profundizado las condiciones de crisis socioeconómicas, lo cual “agrava y propicia la pérdida de los horizontes de vida, la posibilidad de un proyecto que tenga que ver con las condiciones de vida digna. Esto agrava también los malestares. Algunos logramos un modo de lidiar, y otros, en algún momento de su vida, se entrampan en esta situación”.

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