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“Con los hijos, amor y confianza”

Ama de casa a tiempo completo, parió 12 bebés y se anima a dar consejos.

Mujer, una palabra formada por cinco letras que trasunta su significado y  se multiplica. Decir mujer, es también decir ama de casa, madre, esposa, amiga, abuela, hija, entre otras cosas. Bendecida con el don de la procreación, elegida para que a través de su vientre genere vida, es también ejemplo y guía para su descendencia. Hoy, en este espacio, una entrevista a una mujer de profesión mamá: Patricia Usinger tuvo 12 hijos, uno de ellos nació con Síndrome de Down y falleció a los tres meses por complicaciones cardíacas, los otros once son el motivo de su vida, el mayor tiene 34 años y el menor 13. Patricia sostiene que con los hijos hay que establecer límites y a la vez darles confianza y amor.

—En la sociedad actual, equivocada e injustamente, a veces no se le da la importancia que merece y tiene la tarea de la mujer en el hogar. Sin embargo, dentro del mismo se cumplen muchas funciones y se desarrollan varios cargos, ¿qué opinión tiene al respecto Patricia?

—Es cierto que en la actualidad la mujer ha tenido que salir de su casa para ocupar puestos de trabajo como necesidad de ayuda para el sostén familiar, pero también es cierto que la mujer ha dado ese paso olvidando que su principal rol se desempeña dentro de su ámbito familiar, ya que dentro de su familia es donde se desarrolla en plenitud el ser mujer. El ser ama de casa parece ser un título menospreciado, sin embargo comprende varias profesiones y se podría considerar un pluriempleo. Las amas de casa somos ecónomas, administradoras de empresas (la empresa familiar), contadoras, enfermeras, psicólogas, comunicadoras sociales, mediadoras, voceras actualizadas de las últimas novedades que ocurren en la familia y en la sociedad, electricistas, plomeras, arquitectas, diseñadores de ambientes, etcétera. Todo tipo de profesiones se desarrollan dentro de las paredes de una casa que alberga una familia, por eso a la familia se la llama pequeña empresa. La mujer está preparada para ejercer ese rol, es la única que puede estar haciendo varias cosas a la vez y pensando varias cosas al mismo tiempo; restringir su capacidad a una sola profesión es mutilarla, cuanto más da más se desarrolla, es como un árbol cuyas ramas crecen y crecen a medida que se nutren de la savia.

—Dada la edad de sus hijos, ha pasado por varias adolescencias en distintas épocas, si tuviera que hacer una comparación de esa etapa desde sus primeros hijos a la actualidad, ¿qué cambios resaltaría?

—Es cierto que mis primeros hijos tuvieron una adolescencia diferente a los de ahora, el único cambio es externo, o sea de la constante invasión del avance tecnológico y de una libertad sin límites. En lo interno no hubo cambios. En mi caso los problemas de los adolescentes son los mismos: la necesidad innegable de establecerles límites, de demostrarles confianza pase lo que pase, de haberles dado bases firmes sobre los criterios que les permitan ser buenas y honestas personas y de acompañarlos en esta etapa difícil en la cual se caerán muchas veces. Pero ahí estaremos los padres para ayudarlos a levantarse, para ser firmes cuando sea necesario y para abrazarlos cuando también lo sea. En la actualidad la diferencia es que la falta de madurez es tan evidente que la adolescencia se ha trasladado a edades más avanzadas, porque en la cultura light actual se trata de quitar responsabilidades por un lado y darles de todo por el otro. No es mi caso, mis hijos, desde chicos, de acuerdo a sus edades, han ido asumiendo pequeños encargos que eran sus responsabilidades y que luego les han permitido afrontar otros con naturalidad. También saben que todo lo pueden contar en casa porque siempre hay quien los escuche y quien los ayudará a buscar la mejor solución. Esto no es más que la comunicación familiar, que es tan escasa en la actualidad.

—Usted es por excelencia mamá y esa es una profesión que no conoce de descanso, ni de francos, ni de feriados, se comienza la labor cuando nace el primer hijo y no termina nunca, ¿se le hace difícil la tarea y dentro de su familia se siente valorada y reconocida por su labor?

—Cuando nace el primer hijo la vida da un giro total; ya uno no vive para uno sino para ellos. Pero sin pena, porque es tal la maravilla de ver en esa pequeña criatura un pedazo de papá y mamá, del amor de papá y mamá, que lo llena todo, no deja lugarcito para nada más. El amor lo cubre todo y se es tan feliz, que no importa lo que se deje, porque los hijos permanentemente retribuyen ese amor al cien por cien, ¿quién se acuerda de las malas noches cuando al día siguiente ve esa sonrisa y esa caricia? ¿qué mayor recompensa? ¿quién se acuerda del dolor causado por una mala contestación cuando el hijo vuelve y dice: “perdón mamá” y te abraza fuerte? Mi vida está plena con cada uno de los hijos que tengo y seguirá así mientras esté en este mundo, porque mientras ellos me sigan necesitando ya habré hecho lo que es mi vocación: ser mamá.

—Además de toda su tarea en el hogar, está comprometida con una Asociación de orientación familiar: ¿qué hechos la impulsaron a participar de la misma?

—Pertenezco a la Asociación de Orientación Familiar. Me formé como orientadora familiar porque quería hacer llegar de una manera más profesional la experiencia de vida que tengo, para que las personas no tuvieran miedo a formar familias con varios hijos; que las parejas no le tuvieran miedo a casarse, a comprometerse, a tener un proyecto de vida juntos para siempre; que se lanzaran a esta maravillosa aventura de dar vida porque nada puede superar eso, ningún trabajo, ninguna mejora económica.

—¿Madre de 11 hijos, qué visión tiene del matrimonio?

—Mi marido murió hace 6 años, su ausencia es muy dura, pero yo les digo a todos los matrimonios que se detengan a pensar en su pareja un minuto y que piensen: ¡Qué bueno que existas! ¡Qué bueno que existas para quererte un poco más cada día, para reír juntos un poco más cada día, para despertarnos juntos cada mañana, para compartir la aventura de criar a nuestros hijos juntos, para pelearnos y volver a reconciliarnos, para mirarnos a los ojos y volver a encontrar ese amor que nos hizo querer estar juntos! Mi matrimonio fue pleno, no hubo nada que no viviera con él y todos pueden vivir un matrimonio así, con esfuerzo, sacrificio, amor, diversión, complicidad, buen humor y mucha comunicación. Por eso insisto en ese pensamiento dentro de la pareja: ¡Qué bueno que existas!

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