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Viejas noticias del General y los medios de comunicación

El material revela cómo la política peronista afectó los intereses empresariales hasta ser derrocado.

El cientista israelí Raanan Rein afirmó que “la relación entre los gobiernos peronistas y los medios de comunicación privados fue históricamente complicada porque el peronismo, desde sus orígenes, llevó adelante una política que afectó poderosos intereses propagados por las principales empresas periodísticas”. 

“Desde la aparición de Perón en la vida pública nacional, la mayoría de los diarios del país se opusieron a su accionar criticándolo con dureza” explicó Rein quien, junto a Claudio Panella, compilaron artículos de diversos autores en el libro El retorno de Perón y el Peronismo en la visión de la prensa nacional y extranjera, publicado por Universidad Nacional de La Plata.

Rein y Panela consideraron como “zigzagueante” este vínculo porque “una vez que Perón comenzó a ejercer el gobierno, de a poco, muchos de los diarios se sumaron al régimen gobernante. Sin embargo, después de su derrocamiento en septiembre de 1955, los medios justificaron el golpe y avalaron la proscripción del justicialismo”.

Para Rein, “la nacionalización de los canales de televisión, en 1974, sumó un nuevo elemento de tensión que pareció disiparse en el gobierno de Carlos Menem, más precisamente cuando volvieron a privatizarlos y se les permitió a las propietarias de diarios adquirir canales de televisión”.

Sin embargo, los autores advirtieron que, “con el tiempo, esos mismos monopolios se convirtieron en fuertes críticos del menemismo; una realidad que reapareció a partir de la pelea del gobierno kirchnerista con las entidades rurales y, sobre todo, con la sanción de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual”.

La investigación que tomó forma de libro está construida por el análisis de los autores incluidos en este libro, que en sus escritos explican las representaciones hechas sobre el retorno de Perón y el peronismo, y su proscripción hasta el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

Entre otros temas, los investigadores analizaron el viaje de Perón a la Argentina (en noviembre de 1972), la contienda electoral y la asunción presidencial de Héctor Cámpora, la masacre de Ezeiza, la renuncia de Cámpora, la consagración de la fórmula Perón-Perón, la muerte del líder del movimiento y la crisis argentina luego de la asunción presidencial de Isabel.

“La prensa gráfica en particular, y los medios de comunicación en su conjunto, son actores que pueden posicionarse políticamente frente a los avatares de su tiempo”, coinciden los compiladores.

Rein y Panella (docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de UNLP) advirtieron que, por eso mismo, “son una fuente de investigación que debe ser leída con cuidado porque sus informaciones no están despojadas de sentido político, social, cultural o económico”.

El israelí Rein (primer miembro extranjero de la Academia Nacional de Historia Argentina) remarcó que “redistribuir la riqueza, dotar al Estado de mayor injerencia en los asuntos económicos, nacionalizar empresas de servicios públicos, alentar la participación popular y adoptar medidas antimonopólicas, hicieron que los grandes periódicos se posicionasen en contra de gobiernos peronistas”. 

Respecto de la visión histórica de este movimiento en el exterior, los compiladores se concentraron en publicaciones de periódicos de Estados Unidos, los tradicionales de América latina y los de la izquierda europea, los que, a su criterio, definieron “a Perón y a su gobierno como fascistas porque no consiguieron descifrar un fenómeno político que no cuajaba en las categorías de derecha o izquierda”.

En su ponencia El retorno de Perón y el Peronismo… Michael Goebel, por ejemplo, explicó la percepción del peronismo en la prensa británica, alemana e italiana como “un fenómeno típicamente argentino, difícil de entender para los extranjeros, en el sentido de que no parecía encajar en las categorías políticas conocidas”.

Moira Cristia, que estudió “las lecturas de la prensa francesa”, reconoció “una cierta mirada entusiasta de lo sucedido en Latinoamérica”. Esta autora recordó, por ejemplo, un artículo aparecido en la edición de Le Monde del 23 de junio de 1973 donde el escritor Julio Cortázar expresaba “un clima de esperanza y el compromiso con el que los artistas se vuelcan a colaborar en las acciones colectivas” de los años 70.

Para Cortázar, las movilizaciones de esa época “no representan sólo una euforia pasajera sino el producto ya maduro de una voluntad popular que la juventud intenta presentar al gobierno de Cámpora desde el primer día”. Cortázar expresaba “su optimismo hacia la vuelta de Perón” porque “se corresponde con una posición favorable a políticas progresistas que parecen rememorar el entusiasmo del 68 francés”, concluye Cristia.

Estos hechos se vieron apoyados, luego, “por los fracasos de los sucesivos gobiernos  militares y civiles posteriores a 1955, la inviabilidad de la proscripción del peronismo, y la aparición de las organizaciones armadas de izquierda. Pero a partir de 1976 el consenso golpista tuvo en los periódicos un fuerte sustento que se prolongó hasta bien entrada la dictadura”.

Según Rein, la interpretación de los autores sobre el retorno de Perón tras dieciocho años de proscripción mantiene “algún grado de vigencia a partir de la pelea del gobierno argentino actual con las entidades ruralistas y, sobre todo, con los medios desde la sanción de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual”.

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