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Tensiones con el kirchnerismo

Bergoglio llegó a ser tildado “jefe de la oposición” por el ex presidente Néstor Kirchner, quien en 2005 dejó de asistir al Tedéum de la Catedral metropolitana. El pico de alto voltaje con el gobierno se dio con la ley de matrimonio igualitario.


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Jorge Bergoglio, flamante Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, llegó a ser tildado como “jefe de la oposición” por el ex presidente Néstor Kirchner y ha mantenido durante años una tensa relación con el gobierno nacional.

Los reiterados cortocircuitos entre el ex arzobispo de Buenos Aires y la administración kirchnerista, por temas vinculados con la pobreza, la inseguridad o la corrupción en el Poder, registraron su pico de alto voltaje durante la discusión de la ley sobre matrimonio igualitario en el país.

En ese momento, a mediados de 2012, una carta enviada a las religiosas carmelitas de la provincia de Buenos Aires, y filtrada a la prensa, generó un revuelo de proporciones, dado que Bergoglio calificó a la iniciativa –impulsada por la presidenta Cristina Kirchner– como “una movida del Diablo”.

La relación del flamante Papa con la jefa del Estado argentino es definitivamente mala, a diferencia de lo que ocurre con otros funcionarios del gobierno, como por ejemplo, el presidente de la cámara de Diputados, Julián Domínguez.

Con el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, Francisco I mantiene un vínculo respetuoso y el mandatario se lleva bien con el vocero del ex cardenal, Guillermo Marcó.

El diálogo entre Bergoglio y algunos referentes de la oposición es bastante más fluido: por ejemplo, Elisa “Lilita” Carrió siempre mencionó que el nuevo Sumo Pontífice era su confesor personal en Buenos Aires.

La diputada nacional Gabriela Michetti también mantiene una estrecha relación con el sacerdote e incluso generó ruido en el seno del PRO cuando respaldó la postura de Bergoglio y se opuso al matrimonio gay, pese a que el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, apoyaba la iniciativa.

El senador radical Ernesto Sanz, el ex ministro de Economía Roberto Lavagna y el titular de la cartera de Educación de la ciudad de Buenos Aires, Esteban Bullrich, son otros dirigentes políticos que forjaron una buena relación con Bergoglio.

“Jefe de la oposición”

En cambio, el senador kirchnerista Aníbal Fernández es uno de los críticos más conspicuos que acumula el flamante Papa en el gobierno nacional, sobre todo después de que Kirchner lo tildara de “jefe de la oposición”.

Es más, el ex presidente dejó de asistir al Tedéum del 25 de Mayo en la Catedral metropolitana a partir de 2005 luego de un mensaje en clave de Bergoglio, pero dirigido a los Kirchner, en una homilía en la que habló de “exhibicionismo y los anuncios estridentes” presuntamente del gobierno.

Años más tarde, el ahora Papa se reunió primero con dirigentes agropecuarios y luego con el ex vicepresidente Julio Cobos, e incluso reclamó un “gesto de grandeza” a Cristina para destrabar el conflicto con la mesa de enlace de 2008, lo que acrecentó el recelo de la Casa Rosada hacia su persona.

La “crispación social” es otro de los temas que, a juzgar por sus comentarios, mantenía preocupado a Bergoglio en los últimos tiempos, endilgándole responsabilidad por esta situación, aunque elípticamente, a la Casa Rosada.

A fines del año pasado, Bergoglio habló sobre el riesgo de que se creen “dos bandos irreconciliables” en el país, producto de disputas ideológicas.

Guardia de Hierro

El ex cardenal también supo calzarse los zapatos de militante político y, de extracción peronista, integró las filas de Guardia de Hierro, una agrupación justicialista de la década de 1970 que ganó fama por su concepción férrea del poder y su secretismo.

El primer Papa jesuita de la historia de la Iglesia Católica también confrontó duramente con el gobierno kirchnerista cuando saliera en defensa del obispo castrense Antonio Baseotto, quien había dicho que el por entonces ministro de Salud, Ginés González García, “merecería ser tirado al mar”.

Baseotto se expresó en esos polémicos términos, en 2005, después de que González García se manifestara partidario de la despenalización del aborto.

Al gobierno tampoco le han caído bien los documentos de la Iglesia argentina que suele promover Bergoglio, por el contenido político de esos pronunciamientos, de la Conferencia Episcopal por ejemplo, y las críticas a la gestión oficial.

Cuestionamientos por su rol en la dictadura

Jorge Bergoglio fue cuestionado por organismos de derechos humanos y citado por la Justicia para declarar como testigo en causas por crímenes cometidos durante la última dictadura. El nuevo Papa recibió acusaciones de haber “colaborado” con el gobierno de facto, sobre todo luego de prestar declaración en el juicio de la Esma con motivo del secuestro y la tortura de dos sacerdotes jesuitas.

El ex arzobispo de Buenos Aires siempre negó las acusaciones. Bergoglio era el superior de los jesuitas en la Argentina y en mayo de 1976 retiró la licencia religiosa a los curas Francisco Jalics y Orlando Yorio, dos subordinados en la Compañía de Jesús y políticamente más activos que él por sus trabajos de base. Más tarde, los dos sacerdotes fueron secuestrados por un grupo de la Esma, poco después de perder la protección religiosa, y se los envió a ese predio, en donde fueron torturados.

Bergoglio también fue llamado a declarar como testigo en el juicio por el plan sistemático de robo de bebés nacidos en cautiverio en la dictadura.

El ex cardenal fue convocado por la Justicia después de que otra testigo presentase varias cartas que su padre le había enviado a Bergoglio para que lo ayudara en la búsqueda de su hija desaparecida y su nieta.

El nuevo Sumo Pontífice también fue citado a declarar como testigo en el marco de una causa penal abierta en Francia por el secuestro y posterior asesinato, en 1976, del sacerdote Gabriel Longueville, de origen francés y cura párroco de Chamical, en La Rioja.

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