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Réquiem para Antonio Tabucchi

Por Rubén Alejandro Fraga.- El escritor italiano falleció el domingo pasado en Lisboa, a los 68 años, víctima de cáncer y fue sepultado este jueves en la capital de Portugal, su segunda patria.

“Sobre todo cuando parece que no se puede hacer nada, hay que alzar la voz… pues quedarse en silencio sería darle la palabra a los cañones”. La cita es del escritor italiano Antonio Tabucchi, quien falleció el domingo pasado en Lisboa, a los 68 años, víctima de cáncer y fue sepultado este jueves en la capital de Portugal, su segunda patria. Las cenizas del escritor fueron depositadas anteayer en el cementerio Dos Prazeres, en el norte de Lisboa, el mismo en el que fue enterrado en 1935 su “maestro” Fernando Pessoa, ícono de la poesía portuguesa. Allí, entre los altos cipreses que caracterizan al antiguo cementerio, sus familiares y amigos le dedicaron tres elegías en las lenguas que marcaron su vida: italiano, francés y portugués.

En una de sus novelas más célebres, Sostiene Pereira, Tabucchi narra las aventuras de un viejo periodista de sucesos a quien le encomiendan, en el ocaso de su carrera, hacerse cargo de la página cultural del Lisboa, un modesto diario de la capital portuguesa, en 1938, los oscuros años de la dictadura de António de Oliveira Salazar. Para sostener aquella página cultural –que, al igual que esta contratapa, aparecía los sábados– el viudo, triste, solitario y obeso doctor Pereira le encomendaba a su joven asistente, Francesco Monteiro Rossi, la redacción anticipada de las necrológicas de personajes célebres, para que cuando se produjera la muerte de alguno de ellos no los sorprendiera desprevenidos.

Seguramente, si aquellos personajes vivieran la necrológica de Tabucchi hubiera sido la última que el Dr. Pereira –devenido héroe involuntario en un país amordazado por la tiranía– y el idealista Monteiro Rossi –un insurgente antifascista– hubiesen deseado escribir.

Es que, además de haber sido uno de los máximos referentes literarios de las últimas décadas y el escritor italiano más conocido en el extranjero, Tabucchi también fue un intelectual comprometido que puso su obra y su vida al servicio de la democracia, la justicia y las libertades civiles. Alguien que no dudó en alzar su voz frente a las tiranías, la barbarie cultural y aquellas “figuras amenazadoras”, como la del ex jefe de gobierno italiano Silvio Berlusconi.

Precisamente, los medios italianos recordaron esta semana que su último artículo lo publicó en el diario español El País, en noviembre de 2011, con el título “Desberlusconizar Italia”, tras la dimisión del primer ministro conservador, y empezaba así: “Los mercados europeos han despedido a Silvio Berlusconi. Es un alivio saber a un monstruo semejante apartado de la vida pública. Pero no será tan fácil desberlusconizar Italia ni erradicar el microbio que ha difundido por toda Europa”. Antes, en una entrevista concedida al diario comunista L’Unità, recordó: “Los artistas y los intelectuales no hacen caer regímenes, pero con un fósforo iluminan la oscuridad a tiempo para mostrar a quien tenga ojos cuando el sendero recorrido conduce al borde del abismo”.

Ilustración: Facundo Vitiello.

Un intelectual comprometido

Hijo único de un vendedor de caballos, Antonio Tabucchi había nacido en la Toscana profunda, en plena Segunda Guerra Mundial. Vino al mundo el 24 de septiembre de 1943 en Pisa, Italia, justo cuando los norteamericanos comenzaban a bombardear la ciudad para liberarla de los nazis. Por eso, la misma noche en que nació, su padre se subió a una bicicleta y lo llevó a él y a su madre hasta la casa de sus abuelos maternos en Vecchiano, un pueblo cercano, donde Antonio pasó su infancia.

Estudió filología románica en la Universidad de Pisa y, desde 1962, literatura en París. Fue allí donde descubrió al poeta Fernando Pessoa al leer la traducción al francés de El Estanco. Así nació su gran amor por el máximo poeta lusitano y por Portugal. La fascinación que sintió por Pessoa fue tal que a su regreso a Italia comenzó a estudiar portugués para comprender mejor al poeta. Con el tiempo, Tabucchi llegó a ser el mejor conocedor, crítico y traductor italiano de Pessoa, al que también convirtió en héroe de ficción en algunos de sus escritos. Pero además se implicó a fondo, como en Italia, en la vida pública portuguesa. Varios de sus trabajos están inspirados en la dulce y melancólica Lisboa, donde pasaba seis meses al año. Los otros seis vivía en la Toscana.

Tabucchi se casó con la portuguesa María José de Lencastre, una profesora universitaria e infatigable colaboradora del escritor.

Su primera novela, Piazza d’Italia. Fábula popular en tres actos, un epílogo y un apéndice (1975), transcurre en su país natal. Para ello, Tabucchi revisa la historia de Italia a través de sus perdedores y pinta un retrato de tres generaciones de anarquistas toscanos, desde la época de Giuseppe Garibaldi hasta la Segunda Guerra Mundial. Luego vendrían, entre otras obras, Dama de Porto Pim (1983), Nocturno hindú (1984), Pequeñas equivocaciones sin importancia (1985), Al filo del horizonte (1986), El ángel negro (1991) y Réquiem (1992).

Pero la popularidad le llegaría con Sostiene Pereira (1992), novela que fue llevada al cine en 1996, dirigida por Roberto Faenza y protagonizada por Marcello Mastroianni (en su última actuación), Joaquim de Almeida, Daniel Auteuil, Stefano Dionisi y Nicoletta Braschi.

Posteriormente, Tabucchi publicó La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (1997), La gastritis de Platón (1998), Los tres últimos días de Fernando Pessoa (2000), Se está haciendo cada vez más tarde (2001), Tristano muere (2004) y El tiempo envejece de prisa (2009).

Tabucchi obtuvo el premio francés Médicis Étranger por su novela Nocturno hindú, y el premio Campiello por Sostiene Pereira.

Sin embargo, fue uno de los grandes escritores que murió luego de ser ignorado por quienes otorgan el premio Nobel de Literatura. En tal sentido, compartió el honor de ser ninguneado por la academia sueca con autores de la talla de León Tolstoi, Émile Zola, Franz Kafka, Mark Twain, Ezra Pound, James Joyce, August Strindberg, Jorge Luis Borges, Julio Florencio Cortázar, Vladimir Nabokov, Graham Greene, Arthur Miller, Marcel Proust, Henrik Ibsen y Paul Valéry, entre otros.

Tabucchi fue uno de los fundadores del ex Parlamento Internacional de Escritores (PIE), creado en 1992 para ayudar a autores bajo amenaza terrorista, porque estimaba: “La democracia no se da por sentada. Hay que vigilarla”.

En esa línea, el líder del partido Italia de los Valores, el ex magistrado Antonio di Pietro dijo esta semana: “Con la desaparición de Tabucchi perdemos a un gran intelectual y a un autor refinado. Una de las voces más representativas de la cultura y de la literatura europeas”. Di Pietro, recordó que “la democracia fue su faro” y que el escritor “fue además un indulgente analista de la sociedad italiana”.

Profesor de literatura portuguesa en la Universidad de Siena y novelista, Tabucchi fue también articulista en el Corriere della Sera y acérrimo crítico de Berlusconi. Solía definirse como “profesor universitario”, no como escritor, porque escribir –decía– era una actividad que implicaba “deseos, sueños y fantasías”.

“Cuando un chino o un africano lloran, esa lágrima es la misma, no es antropológica, sociológica, ni tiene dentro un tipo de cultura, religión o costumbre, no tiene nada, sino la humanidad que tenemos todos, y a mí esas cosas son las que me gustan, y se ha perdido el sentido de esas cosas fundamentales”, sostenía Tabucchi, quien no se llevaba bien con las nuevas tecnologías y se jactaba de escribir sus obras en manuscrito: “Pertenezco al Cromagnon. Me gusta tener el bolígrafo y alimentar el callo del dedo”. Tampoco la web le quitaba el sueño: “La literatura es la internet del alma”, dijo una vez, dejando en claro sus preferencias.

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