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Disputa ecuatoriana

Quito se recalentó a poco de visita papal

A 3 días del evento, hubo marcha opositora. Correa denunció conspiración.


La tensión ganó ayer las calles de la capital ecuatoriana de Quito con la convocatoria a una manifestación de protesta opositora a la que le siguió una marcha oficialista. En ese marco, el gobierno denunció una posible intentona para tomar por la fuerza la sede presidencial. Al cierre de esta edición, se registraban algunos disturbios en alrededores del palacio presidencial, a tres días de la visita papal al país.

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, advirtió que existían “claros indicios” de que sectores vinculados a la oposición intentaran un nuevo golpe en su contra. Lo hizo en una jornada en la que volvieron las protestas contra dos iniciativas gubernamentales para incorporar impuestos a los ingresos más elevados.

El mandatario renovó la propuesta de un debate nacional “sobre la intolerable desigualdad entre ricos y pobres”.

Para contrarrestar las marchas opositoras –desde el centro y sur de Quito– el oficialismo llamó a otra concentración “pacífica” en la llamada Plaza Grande.

También se sumaron a la denuncia de conspiración los ministros coordinador de Seguridad, César Navas, y de Gestión de la Política, Viviana Bonilla.

“Lamentablemente tenemos claros indicios de que los golpistas intentarán tomarse Carondelet. Quieren, en base a la violencia, derrocar a un gobierno de inmenso apoyo nacional e internacional”, escribió Correa, que insistió en que los proyectos en discusión no afectan a la clase media.

El Ejecutivo decidió retirar temporalmente los proyectos de la Asamblea nacional por la inminente llegada del papa Francisco, prevista para el domingo, y llamó a un diálogo.

“Ojalá la gente de buena voluntad no se deje engañar (…) Es algo que venían preparando desde hace tiempo, como el 30S”, dijo Correa, en alusión al 30 de septiembre del 2010, cuando una revuelta policial derivó en intentona golpista.

Y también reseñó las movilizaciones de la semana pasada que, a su criterio, apuntaban a crear desestabilización similar a las guarimbas (barricadas) organizadas en Venezuela.

Entre los activistas de estas maniobras, el jefe del Palacio de Carondelet señaló a Mario Pazmiño, un coronel retirado del Ejército, ex jefe de inteligencia militar, a quien vinculó con la CIA estadounidense, y al coronel César Carrión, quien era director del hospital policial donde estuvo secuestrado en 2010.

También hizo alusión a “millones de dólares de poderosos grupos económicos y a los “periodistas de siempre”, que alientan esas protestas.

Desde Washington, en tanto, el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, le pidió al Papa que intermedie entre el gobierno de Correa y la oposición.

La Iglesia católica, en tanto, consideró que no se debe “satanizar” ningún tipo de manifestación, porque “la dinámica de la democracia es que justamente cada uno pueda manifestar libremente su opinión frente al contexto presente y frente a la imagen que se hace del futuro”, según expresó el vocero de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), David de La Torre.

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