Sociedad

Freno al odio social

Proponen una coalición de la decencia y rechazar actitudes extremas contra los discursos de odio


Por Guillermo Lipis

“Una coalición de la decencia y un amplio rechazo a los discursos extremos es lo que necesitan nuestras sociedades para combatir los discursos de odio”, afirmó Jan Krasni, escritor e investigador especializado en análisis multimodal del discurso, ética de los medios e investigador sobre antisemitismo.

Krasni vivió sus primeros años siendo testigo de las consecuencias de la guerra fratricida de los Balcanes.

“Como persona nacida en la antigua Yugoslavia conozco muy bien el sufrimiento y las matanzas que provocan los discursos de odio”, advirtió este investigador en una entrevista realizada entre una serie de disertaciones que realiza en el país, en el Museo del Holocausto de Buenos Aires, la sede del Llamamiento Argentino Judío, la DAIA y las universidades nacionales de San Martín (Unsam), General Sarmiento y de Buenos Aires (UBA).

Traído al país por el Centro PEN Argentina y la Universidad de Berlín (Alemania), explicó que sus interlocutores se sorprenden cuando dice que no es judío, pero se ocupa de investigar sobre antisemitismo y discursos de odio.

“Como persona nacida en la antigua Yugoslavia, conozco sobre los pogroms, las matanzas y la destrucción del patrimonio cultural que ocasionan los discursos del odio, lo he visto permanentemente en los países con guerras fraticidas, donde se intentaba borrar definitivamente al otro, al que no pensaba igual”, explicó.

Gracias a sus observaciones empíricas y sus conocimientos académicos, sintetizó en cuatro los pasos que deben ocurrir para llegar a situaciones de odio social.

El paso a paso de los discursos de odio

“Son cuatro pasos de odio discursivo los necesarios para destruir la cohesión social, y eso se ha venido repitiendo a lo largo de la historia moderna”, explicó.

Al describirlos, Krasni dice: “El primero es la ignorancia e invisibilidad. Es necesario ignorar a los grupos sociales vulnerables, hacerlos invisibles en el discurso público, producir una fragmentación social o no reconocer el sufrimiento social de ese sector. También se busca eliminarlos del discurso público y de los medios de comunicación o hablar de ellos de modo despectivo. Como si sus problemas al ser de ellos, no son globales, sino que fueran de la esfera íntima de estos grupos.

El segundo paso es crear un nosotros y un ellos, otro diferente. Por ejemplo, si se tratara de una comunidad étnica, habría que sugerir que regresen al lugar de donde vinieron. Hay que establecer una diferencia en valores y civilizaciones, y afirmar que no hay lugar para otro y que nunca seremos iguales en términos de oportunidades.

El tercer paso es generar, ya, un discurso del miedo, que el otro es un peligro para nuestro orden, nacionalidad, tradiciones y religión. Hay que hacerles saber que su forma de vida es contradictoria con la nuestra, que son retrógrados, que no son confiables y que son un peligro para la sociedad en la que viven.

Por último, el cuarto paso es la movilización contra ellos a través, por ejemplo, de disturbios. Como ocurrió en los pogroms, que ardan y que se produzcan matanzas porque se supone que son agentes del caos, y que los medios de comunicación promuevan esa violencia como un castigo por ser una amenaza para el orden social preexistente, hay que situarlos como que son los promotores de los conflictos por los cuales cierta parte de la sociedad no puede vivir tranquila”.

Un odio discursivo que tuvo su apogeo en la Alemania nazi 

Con altos niveles de exasperación social, explica Krasni, “se lograría una cohesión social extrema, se instalaría un discurso de odio y de épocas de dictaduras. Así fue como Hitler logró profundizar el antisemitismo, una de las formas más antiguas de odio, en Alemania. Cuando hay una cohesión social total creada bajo este sistema de cuatro pasos de odio discursivo, tenemos como ejemplo el apogeo de la Alemania nazi, el fascismo italiano o las dictaduras latinoamericanas.

No importa si hablamos de antisemitismo, antiislamismo, del trato al pueblo sami en Suecia, a los vascos en Francia, a las minorías en los países bálticos o del trato a los indígenas en América Latina.

Tampoco si hablamos de misoginia, homofobia, racismo o de opresión a los partidos políticos.

No es el tipo de tipo de cohesión social que buscamos desde los valores humanistas y de los derechos humanos, sería en todo caso exactamente lo contrario a cualquiera de esos valores. Son la negación de la posibilidad de vivir en paz en un clima de intercambio y solidaridad”.

Cuando se le señala a Krasni que su mirada no es benevolente con la cultura actual, el investigados subraya lo siguiente: “Es que hay un proceso del movimiento político y social hacia la derecha que no está concluido y creo que puede llegar a durar, al menos, unos diez o quince años más. Para combatirlo habría que combinar esfuerzos desde la academia, la educación, el activismo y las artes, todo eso intentando generar una conciencia que hoy brilla por su ausencia”.

A pesar de estas definiciones, Krasni (que fue declarado Huésped de Honor de la Ciudad de Buenos Aires a partir de un proyecto de la diputada Victoria Montenegro (FdT) y aprobado por el cuerpo parlamentario) se muestra esperanzado y cree que un mundo mejor es posible “con menos vanidad, más compasión y una mano tendida”.

“Una coalición de la decencia y un amplio rechazo a los discursos extremos es lo que necesitan nuestras sociedades para combatir los discursos de odio, pero eso hay que trabajarlo, hay que generarlo en todo momento y en todo lugar”, concluyó.

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