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La muerte de los hermanos Ponisio

Prisión sin plazo para acusado

Javier Hernán P. está sospechado de matar a Agustina y Javier para ocultar un robo que cometió en la casa de ambos.


Javier Hernán P., el joven de 26 años sospechado de ser el autor del homicidio “criminis causa” de los hermanos Ponisio, quedó ayer imputado por el doble homicidio y el juez Gonzalo López Quintana le dictó la prisión preventiva sin plazo, disponiendo que quede detenido en un penal de alta seguridad. La teoría del fiscal Florentino Malaponte, a cargo de la investigación, es que Javier P., quien era amigo de Agustina Ponisio y una persona de confianza de la familia, “mató con fines de robo”, por lo que también fue acusado por ese delito. El chico había sido arrestado a fines de octubre en la provincia de Santiago del Estero y sobre él pesaba un pedido de captura por el crimen de un playero ejecutado de un disparo en la cabeza, en Salta. Para el juez, “actuó con crueldad ante los dos hermanos que estaban vulnerables”.

El 21 de octubre de octubre, Javier Hernán P., de 26 años, fue detenido en Santiago del Estero, en la casa de su novia. La Policía le secuestró tres armas, dos de ellas calibre nueve milímetros, dos silenciadores, 22 mil pesos en efectivo, elementos que se presume pertenecen a la familia Ponisio y un auto Siena verde, clave para la investigación. El joven era buscado por tres delitos perpetuados en tres provincias distintas: un robo cometido con su padre en Santiago del Estero, el homicidio de un playero en la localidad salteña de El Galpón, y el doble homicidio de los hermanos rosarinos.

Agustina y Javier Ponisio, de 28 y 25 años, habían sido asesinados el 16 de octubre, en su casa ubicada en Castro Barros al 5500, en el barrio Saladillo. El papá de los chicos estaba en Ushuaia por trabajo. Mónica, la mamá, había salido cerca de las 8 para ir al gimnasio y cuando regresó, una hora después, encontró a sus hijos asesinados a balazos. El cuerpo de Agustina estaba en el piso de la cocina con tres disparos en la cabeza. Según Malaponte, la chica cayó sobre el mate que estaba tomando sentada y se presume que el asesino la tomó desprevenida. El cadáver de Javier fue encontrado en el descanso de la escalera que lleva a la planta alta de la casa con cinco impactos. El chico intentaba escapar de su asesino cuando fue ultimado. Las puertas no habían sido forzadas y desde un comienzo la primera hipótesis de Malaponte apuntó a que las víctimas conocían a su asesino. En la escena criminal, los peritos levantaron ocho vainas calibre 9 milímetros y tres ojivas deformadas de la misma arma.

Ayer, en una audiencia imputativa, el fiscal reveló las pruebas que condujeron a Javier P. como el mayor sospechoso del crimen. El muchacho estuvo representado por los defensores públicos Nancy Zully y Pablo Toco.

Malaponte expuso que la mañana del viernes 16, pasadas las 8, dos vecinos de los Ponisio vieron el Siena verde estacionado a metros de la puerta. Uno de ellos, incluso, escuchó un ruido fuerte desde la casa y luego vio salir a un joven, que subió a ese vehículo y se fue en dirección a avenida del Rosario.

Un domo ubicado en la esquina de la vivienda registró a las 8.21 un Siena verde, con una rotura en un costado delantero, en el babero. Cuando la Policía secuestró el auto en Santiago del Estero tenía esta abolladura.

A estas evidencias se sumó el relato del padre de los hermanos, quien al ver las imágenes del auto enseguida lo reconoció como propiedad de Javier P., un íntimo amigo de Agustina, ex novio de una de sus amigas y una persona de confianza para toda la familia. El día antes del crimen, el chico había ido a desayunar y llevó a la joven a trabajar.

Según el registro de las cámaras, salieron de la casa a las 8.21 y llegaron a la zona del Sanatorio de los Niños a las 9.48.

Según el papá de los chicos, Javier les había dicho que vivía en Buenos Aires, donde estaba su padre enfermo de cáncer, y venía a Rosario a un curso de armero. En este sentido, Ponisio afirmó que el joven tenía armas de su propiedad.

A partir de esta información, los investigadores dieron con que tenía registradas dos armas nueve milímetros a su nombre, así como un Siena verde con varias multas.

Además, la familia Ponisio constató que faltaban varias cosas en su casa, entre ellas una cajita en la cual su hijo guardaba dinero, ya que trabajaba vendiendo quesos y manejaba efectivo. Esta última información hizo que Malaponte planteara como hipótesis más fuerte que Javier P. aprovechó la confianza para robar.

A partir de estas evidencias, el fiscal solicitó al juez López Quintana la imputación por doble homicidio criminis causa agravado por el uso de arma fuego de guerra, a lo que corresponde prisión perpetua, y robo calificado. La defensa se opuso a la calificación ya que, argumentó, la hipótesis del robo es discutible. “Javier pudo pedir el dinero prestado por existir confianza con las víctimas”, explicaron los defensores y agregaron que no hay elementos suficientes que determinen que él fue el autor.

Finalmente, López Quintana sostuvo que “la evidencia es concreta en relación con la vinculación de Javier P., quien actuó con crueldad ante los dos hermanos que estaban vulnerables”, por lo que lo imputó con la calificación pedida por la Fiscalía. Además, definió que quede detenido sin plazo en un penal de máxima seguridad.

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