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Ojalá gane Central

Es el partido sublime. Es temblar e ilusionarse con cada ataque y buscar señales en cualquier parte.

Por: David Ferrara

Cuando la prensa, sobre todo la porteña, habla de clásicos aburridos, de miedo a perder, de cero a cero clavado, cada uno de los rosarinos que sienten en la piel lo que significa un Central-Newell’s no puede dejar de pensar: “No entienden nada”. El clásico es lo más sublime que puede tener el fútbol, y también puede ser la peor pesadilla. El clásico es dormirse pensando en cómo será el gol, pero también en qué pasará si ganan los otros. Es el dolor de estómago desde temprano. Son los rituales para conseguir una entrada al precio que sea para que después te muelan a palos, hacinado en una popular, totalmente expuesto a empaparse de sudor o tiritar de frío según la estación que el fixture depare.

Imposible creer que un partido es aburrido cuando cada vez que el rival cruza la mitad de la cancha, todos los santos reciben el pedido de que la jugada no termine en gol.

También es temblar o ilusionarse desde casa ante el tono de voz que se eleva poco a poco de los relatores radiales, si es que los nervios no permiten encender el televisor. El clásico es buscar señales durante la semana en el viento, en el canto de los pájaros, en las nubes. Todo sirve para ganar confianza, para relajar un poco. No es el miedo a la cargada lo que tiene tensionado al pueblo futbolero de la ciudad. Es algo mucho más profundo. Es casi el sufrimiento y la preocupación por un ser querido, es el orgullo, la tradición, el sentimiento más arraigado. Difícil explicarlo con palabras. No es Boca-River. No es como ningún otro. Es distinto, es de Rosario.

Hoy los amigos dejan de serlo por unas horas, algunos hermanos almuerzan con camisetas diferentes, una que otra pareja enfila rumbo a la cancha pero van a populares diferentes, cada cual con los suyos. Y después vendrá la cargada, como siempre, a favor o en contra. Pero ya habrá pasado lo peor, para alegría o tristeza. Habrán jugado y sufrido los noventa minutos más largos del semestre. ¿Aburrido? Ni ahí.

PD: La mayoría de los periodistas de la ciudad están atados a tener que mentir sobre su cuadro predilecto, no porque esto interfiera en su trabajo, sino porque la gente no está preparada para aceptar una opinión de alguien que no comparte sus colores o que al menos se declara imparcial. Es por eso que en los medios se da la increíble proliferación de hinchas de Argentino, Central Córdoba, Tiro Federal e incluso Coronel Aguirre. Trabajar en básquet abre la chance de no tener que mentir sobre sentimientos. Y poder decir que ojalá gane Central, que los jugadores puedan contagiarse de una hinchada espectacular y le den una alegría merecida en tiempos que nada tienen que ver con la historia de la institución. Ojalá que el espíritu guerrero una vez más aparezca, como cada vez que ellos llegan mejor y nosotros estamos mal. Lejos de las chicanas y de folclore lindante con lo ridículo, ojalá se desate la fiesta más linda que tiene la ciudad gracias a Central, la camiseta que marca el estado de ánimo rosarino. Pero los vecinos también quieren lo mismo, y es lógico.

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