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Miguel Ángel Solá dio detalles de “El último traje”

El actor volvió a la gran pantalla con una película Pablo Solarz en la que interpreta a Abraham, un sobreviviente del Holocausto


Miguel Ángel Solá volvió al cine con El último traje, un film de Pablo Solarz que se estrenó el pasado jueves y en el que da vida a Abraham Bursztein, un anciano judío sobreviviente del Holocausto, en un papel que mezcla el cálculo con la fidelidad y el subsistir, y en el que el intérprete asegura haber recurrido a su imaginación e intuición.

Desde el primer momento en el film de Solarz, Abraham negocia económicamente con una bisnieta para sacarse una foto; o entrega su casa a sus hijos a cambio de declaratorias de amor o miente en un hotel para conseguir un buen precio, pese a que lleva un dineral en su bolsillo.

Sin embargo, tras esa apariencia de fenicio se enciende un personaje que guarda fidelidad con un viejo amigo, quien lo salvó de las peores consecuencias, y para quien deja todo en pos de cumplir con su promesa y terminar su vida como él quiere.

“No creo que se pueda tachar de «calculador» a un hombre de 88 años, que lo único que quiere es que no le amputen una pierna, que no lo encierren en un asilo y que le permitan seguir siendo él mismo, tanto como él trabajó para que sus descendientes pudieran ser ellos mismos”, advirtió Solá en una entrevista con la agencia de noticias Télam.

“¿Que es un pícaro? –sostuvo el experimentado actor– ¿Qué quiere sacar ventaja? Sí. Tiene la escuela del superviviente. Pero es un hombre que dejó, en vida, los ahorros de todo su quehacer, su casa, a sus hijas, con la promesa «verbal» de poder seguir viviendo y de morir en ella. ¿Qué calculador cree en las promesas verbales?; ¿qué calculador deja su casa en vida?; ¿qué calculador paga mil dólares por una foto con su nieta?”. Para Solá, se trata de “un anciano lleno de miedos, de dolores, de heridas sin cerrar, no de un «calculador» que medra con la vida y la muerte de otros”.

“Creo que Abraham es como todos aquellos nacidos en el peor lugar y en el momento menos oportuno”, argumentó quien a la hora de puntualizar cómo fue el armado de su personaje enumeró: “Criando hija. Lavando ropa. Llenando cajas, llevando bolsas, mudándonos. Yendo allá y acá en subte, colectivo o taxi. Fregando. Amando. Barriendo suelos. Comprando comida. Confiando. Haciendo valijas y teatro en una gira dificultosa (se encuentra en tablas con Doble o nada, de Sabina Berman). Entretanto: estudiando letra e imaginando cara, rostro, atrofias del cuerpo, dolores del alma, riquezas y miserias encadenadas. Haciendo lo que hace casi todo actor y actriz en sus tiempos libres. Los del Tercer Mundo lo hacemos así”.

La película centra su trama en uno de los miles de sobrevivientes del genocidio nazi, para Solá “El Holocausto, es un tema lacerante que habla de la crueldad del hombre”, dijo y aclaró: “Pero la película nos cuenta lo que quedó, muy poco de lo que fue”.

“El «Nunca Más» vive en mi corazón desde que nací, soy inmediato a la segunda posguerra y criado con ideales de libertad y justicia”, se definió.

En 2006, Solá sufrió un accidente en España que le provocó una parálisis temporal. Tras ese hecho el actor emprendió una extensa rehabilitación y un tratamiento para el dolor crónico. En El último traje el personaje que interpreta también se enfrenta con dolor físico agudo pero Solá aseguró no haber emparentado las dos cosas para componerlo: “No trabajo con facetas de mi personalidad, sino con la imaginación, golpes de intuición y llenando de ideas cada emoción y de emociones las ideas. Lo «natural» como método es, a mi juicio, la «estampita» de lo real, su caricatura. Y lo «real» es una mínima expresión de la verdad. Prefiero, como todo actor que se sale de su vía expresiva «confortable», transformar la ficción en verdad. Prefiero ser verídico a ser «natural»”.

Vivir sin analizar

Si bien podría presumirse Solá no ve a su personaje analizando su vida sino “huyendo hacia el futuro incierto que le espera”, dijo y consignado a establecer un paralelo con su vida aseguró: “Tampoco yo estoy haciendo un análisis de mi vida. No tengo ni tiempo que perder, ni ganas de emplear mis energías en otra cosa que no sea vivir lo que me quede por vivir como pueda, y, si es posible, quiera vivirla”.

Propuestas

En los últimos 20 años Solá asegura no haber tenido muchas ofertas para hacer cine. Sólo Luis Puenzo (con quien realizó una coproducción con España) y Héctor Olivera (un proyecto que jamás se concretó) lo convocaron. En televisión tuvo propuestas de Roberta Sánchez (Germán, últimas viñetas) y Tristán Bauer (Bruno Sierra). El Último traje, llegó al actor porqué Héctor Alterio, Pepe Soriano y Norman Brisky no pudieron hacerlo. “Recién ahí se pensó en mí, en este caso, afortunadamente”, confesó para quién el cine es un “entramado en el que el actor pasa a desempeñar uno de los tantos roles para comunicarse con el espectador. En un film trabajan decenas de especialistas en todo, hasta en actuar. Lo que no logra quien carga la película en cuerpo y rostro, lo solucionan otros. Lo que no sale en la toma cuarenta, lo amalgaman en la cuarenta y uno, con ayuda de la doce, un suspiro de la tres y dos pestañeos de la diecisiete, mucho más y mejor hoy en que no se precisa ahorrar celuloide. En el teatro no se pueden esconder las mediocridades ni las limitaciones, en cine todo es posible”, comparó.

“Luchar es sinónimo de estar vivo”, dijo cuándo le preguntaron si se sentía cómodo en Argentina. “Aunque no sea todo lo cómodo que uno quiera. Aunque a veces te desvele y no encuentres el camino correcto para vos”, agregó.

“Dejé la Argentina un poco antes de que el fútbol fuera todavía cuestión de todos. Volví con estadios vacíos de anfitriones y huéspedes porque se matan. Creo que tenemos un problema de convivencia por arreglar, ¿no?”, concluyó.