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La economía desordena la política

La desaceleración del crecimiento muestra que le modelo necesita una corrección.

“¿Por qué un ministro de perfil tan bajo como Lorenzino habló de un tema específico de la provincia de Buenos Aires? Interpretá lo que vos quieras”, concedió un ministro de Daniel Scioli luego de que se cayera por segunda vez la sesión de la Cámara de Diputados bonaerense para sancionar la reforma impositiva.

La pregunta retórica lanzada por el funcionario a este columnista no solamente da cuenta del grado de tensión que alcanzaron los cortocircuitos internos en el oficialismo, sino también de un fenómeno que se viene profundizando: los problemas de la economía comienzan a alterar el orden político.

Por eso en la Casa Rosada se encendieron las alarmas cuando los intendentes del conurbano empezaron a quejarse públicamente de las penurias financieras que atraviesan los municipios, algo que antes sólo hacían en privado. La misma lógica encierra la confesión de Scioli de que aspira a suceder a Cristina Kirchner en 2015.

“Todos sabíamos lo de Daniel, pero no era necesario que lo dijera abiertamente”, fue el mensaje que le hicieron llegar a la gobernación desde el entorno de Cristina, donde entendieron las declaraciones de Scioli como un primer desafío a la conducción que la pesidenta ejerce sobre las filas del oficialismo.

Igualmente, el gobernador se sentará el martes a la mesa del Consejo Nacional del PJ, que sesionará en la sede histórica de la calle Matheu en la Capital luego de que se pospusiera la reunión prevista para el viernes pasado en Resistencia, Chaco. La postergación obedeció un pedido directo de la Rosada.

Ruido económico

La presidenta tiene ahora el desafío de conducir al peronismo en tiempos más complicados en términos económicos. El propio Indec –tan cuestionado por sus estadísticas sobre la inflación– acaba de informar que la actividad creció sólo un 4 por ciento en marzo de este año con respecto al mismo mes de 2011.

La desaceleración del crecimiento económico se debe a diversos factores –entre ellos la crisis de los países desarrollados, que requieren menos productos argentinos–, pero sobre todo pone en evidencia que algunos aspectos del modelo vigente necesitan una corrección. La irrupción del dólar paralelo lo comprueba.

Es cierto que el mercado informal mueve menos del 3 por ciento que el negocio oficial de la compra-venta de dólares, pero también lo es que el “blue” constituye una referencia tenida en cuenta por diversos sectores de la economía, entre ellos el agroexportador, que retiene la soja ante las expectativas alcistas del dólar.

Otro elemento a tener en cuenta es la vigencia de las trabas a las importaciones, que por un lado apuntan a proteger a la industria nacional, pero por otro se convierten en un freno para sostener el crecimiento económico, porque perjudican al circuito productivo, que no consigue insumos para su funcionamiento.

En este escenario, la economía depende cada vez más del impulso de la esfera estatal, que a su vez necesita imperiosamente aumentar su recaudación para equilibrar el esfuerzo de las arcas públicas. Así, se va conformando un círculo cerrado en el que, cada vez más, la economía tiene una explicación política.

Conflictos políticos

Se podrá pensar que en la Argentina de principios de siglo XXI, la política primó sobre la economía, convirtiéndose en un valor central del modelo kirchnerista. Pero también es cierto que en buena parte de estos años se registró una fuerte expansión de la actividad con ritmo de “tasas chinas”. Ese escenario ya no es tal.

Por eso el gobierno nacional tiene un conflicto de proporciones con la Ciudad de Buenos Aires por el subte. En rigor, más allá de las enormes diferencias políticas que hay entre el kirchnerismo y el macrismo, lo que sucede allí es que ninguno de los dos quiere financiar el déficit estructural de ese medio de transporte.

En el fragor de la batalla, Macri quedó en una situación complicada: tanto la empresa Metrovías como los “metrodelegados” reclaman la presencia de la Ciudad en las negociaciones paritarias aún irresueltas. En medio, fue notoria la presión del ministro Julio de Vido al Grupo Roggio para que se alineara con la Nación.

Algo de alivio, entre tanto conflicto sindical, trajeron los acuerdos de gremios importantes como los metalúrgicos y los bancarios, que cerraron aumentos salariales promedio del 23 por ciento. Incluso, esto podría permitir el avance de negociaciones en curso para designar a la próxima conducción de la CGT.

La presidenta, que tuvo un paso particularmente distendido por Angola, sigue bien de cerca la evolución de estos conflictos, a tal punto que sorprendió con llamados telefónicos a diversos interlocutores desde el país africano, a quienes interrogó especialmente por la protesta agropecuaria en Buenos Aires.

La mandataria sabe que, más allá de hechos puntuales que pueden dañar su imagen o la del gobierno –como la tragedia de Once o el affaire Ciccone–, es en el rumbo de la economía donde definitivamente se juega su destino político.

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