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Opinión

José Ingenieros: un ideal vigente

Aquella época, en el que dejó su impronta, su huella indeleble, su pensamiento imperecedero y actual el genio de José Ingenieros, fue signado por profundos cambios sociales.


Aquella época, en el que dejó su impronta, su huella indeleble, su pensamiento imperecedero y actual el genio de José Ingenieros, fue signado por profundos cambios sociales. El avasallamiento de las clases más desprotegidas por parte de un conservadorismo que defendía su statu quo sin mayores miramientos que los que demandaban sus propios intereses, produjo el efecto de grandes cambios políticos y agudos intentos de modificar la estructura social. El anarquismo, un gremialismo revolucionario y un socialismo afilado, eran las puntas de una tacuara que se fue consolidando, robusteciendo, convirtiéndose en una lanza que se llamó Unión Cívica y que luego, dividida, tomará el nombre de Unión Cívica Radical (hoy en lamentable proceso de disgregación y atomización. Algo por el estilo le está sucediendo al justicialismo, otro de los desprendimientos del pensamiento de esa época).

Un pensador

Ingenieros, un médico psiquiatra, un pensador al que podría compararse con los más grandes del mundo, fue admirado especialmente por esa estudiantina pensante y comprometida con el destino no ya sólo de la patria, sino del hombre, que fue protagonista del Movimiento Reformista. No puede haber dudas de que Ingenieros era un revolucionario. No un revolucionario de aquellos que conciben a la revolución como la transformación mediante la violencia y la imposición a toda costa de su verdad, sino ese batallador que está dispuesto a cambiar las cosas en las raíces, es decir en la búsqueda discutible de lo que más se aproxima a esa verdad que comprende, sobre todo, la visión de la realidad desnuda, sin vestidos, y la justicia.

Sus palabras

Me he permitido, para comprender mejor de quién hablamos, reproducir algunas de sus palabras que no pierden vigencia. Y me he atrevido, también, a imaginar a este insigne pensador argentino caminando por las calles de esta Argentina de los últimos 40 años, o más. Mi conclusión, en tal sentido, no importa. El lector podrá imaginar lo que prefiera luego de reflexionar sobre algunas de sus palabras. Sobre la democracia, ya entonces, decía: “Hasta ahora no ha existido una democracia efectiva. Los regímenes que adoptaron tal nombre fueron ficciones. Las pretendidas democracias de todos los tiempos han sido confabulaciones de profesionales para aprovecharse de las masas y excluir a los hombres eminentes. Han sido siempre mediocracias. La premisa de su mentira fue la existencia de un «pueblo» (lo pone entre comillas) capaz de asumir la soberanía del Estado. No hay tal: las masas de pobres e ignorantes no han tenido, hasta hoy, aptitud para gobernarse: cambiaron de pastores”.

Actualidad

Esto lo dijo el filósofo argentino, y mucho más que sociólogo, hace ya 100 años ¿Acaso podría decirse que esta realidad ha cambiado? Cuando uno observa que en el marco de esta “democracia” la ciudadanía se apresta, una vez más, a elegir a nuevos gobernantes y que no pocos líderes políticos con aspiraciones a ocupar el sillón presidencial digitan a los candidatos a gobernadores por la fama que tienen, o por la gloria de la que gozan, pero sin tener en cuenta si sus elegidos mínimamente están capacitados para la importantísima tarea de proteger los bienes y la vida de la persona y coadyuvar a su mejor destino, se cae en la cuenta de que estos “demócratas” no son líderes políticos con tintes de estadistas, sino meros especuladores con el afán de alcanzar el poder y nada más.

Se cae en la cuenta de que la democracia, gracias a ellos es, como decía Ingenieros, “un espejismo”.

Oligarquía

El término “oligarquía” ha sido manoseado por algunos pensadores para definir a un grupete de ricachones ansiosos por mantener y acrecentar sus riquezas a costa de la vida digna de los más desvalidos. Pero esta es una parte de la oligarquía, porque en realidad la oligarquía es una clase social, o el poder de unos cuantos reunidos políticamente para su propio fin, pero no para el fin del pueblo. De modo que la oligarquía encaja tanto en la derecha como en la izquierda, en los acomodados económicamente y en aquellos que gracias a la política se terminan acomodando ¿No hay acaso ejemplos en todas las épocas de este país y otros?

De la oligarquía decía nuestro pensador: “Donde medran oligarquías bajo disfraces democráticos, prosperan esos pavorreales apampanados, tensos por la vanidad: un travieso los desinflaría si los pinchase al pasar, descubriendo la nada absoluta que retoza en su interior”. Cualquier parecido con la realidad, desde luego, no es pura coincidencia.

Hombre virtuoso

Han pasado los años, décadas, y para mal de los argentinos (y por qué no decir de muchos habitantes del mundo) el hombre virtuoso sigue, salvo excepciones, lejos del poder político e imposibilitado de dirigir el destino social en manos de una casta que a veces no trepida en apuntar “figuritas” para ganar elecciones, pero desestimando proyectos de estado para el bien común.

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