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Reflexiones

Gobernadores del PJ entre buitres y devoluciones

Gildo Insfrán, cacique PJ de Formosa, pudo tener un déja vu: confundir la cumbre del miércoles en el CFI (Consejo Federal de Inversiones), donde el PJ condicionó el aval al pacto de Mauricio Macri con los buitres, con las sentadas que en el otoño de 2001 compartió con otros gobernadores para negociar el aval peronista a la ley que validó el “megacanje” de Fernando de la Rúa.


Gildo Insfrán, cacique PJ de Formosa, pudo tener un déja vu: confundir la cumbre del miércoles en el CFI (Consejo Federal de Inversiones), donde el PJ condicionó el aval al pacto de Mauricio Macri con los buitres, con las sentadas que en el otoño de 2001 compartió con otros gobernadores para negociar el aval peronista a la ley que validó el “megacanje” de Fernando de la Rúa.

Fue el punto más alto del CFI que la liga de gobernadores usó como búnker para cohabitar y tironear con el gobierno de la Alianza. Otros jefes peronistas volvieron anteayer a esas oficinas para, como entonces, enumerar reclamos y plantear un trueque de votos por fondos (como entonces) con un gobierno no peronista. Ayer, los ministros de Economía y fiscales de Estado de trece provincias manejadas por el PJ se amontonaron en esos despachos para dibujar retoques al decreto de Macri que devuelve, recién a partir de 2017 y en cinco años, el casi 17 por ciento de fondos de coparticipación que la Ansés le retiene a las provincias.

El pleno peronista juntó, por mérito propio de Macri, a gobernadores como Juan Manuel Urtubey (Salta) y Carlos Verna (La Pampa), de postura crítica a los K y promotores de una convivencia amigable con el PRO, con la ultra K Alicia Kirchner o Insfrán y Gustavo Bordet (Entre Ríos), dialoguistas pero críticos de la Casa Rosada. La posta la completó otro trío: estuvieron Miguel Ángel Pichetto, jefe del bloque de Senadores del FpV/PJ, Héctor Recalde, que comanda con guiño de Cristina Fernández la bancada de diputados, y Diego Bossio, uno de los que protagonizó el cisma en el Congreso.

Fragmentos

Es decir: lo que hasta el mediodía del lunes aparecía roto en al menos tres pedazos, se mostró junto, aun con fórceps, en una misma mesa y para elevarle un reclamo unificado y unísono a Macri que todavía no cumplió los 100 días de gobierno. El proceso se nutre de varios episodios y anticipa otros.

El pedido de los gobernadores de reunirse con Macri, sin la intermediación de ningún ministro, es el golpe a Rogelio Frigerio y el “ala política” del macrismo. El punteo al ministro del Interior, encargado del diálogo con los gobernadores, tiene una explicación: los caciques del PJ reconocen su buena voluntad, que les atiende el teléfono y visita las provincias (alguna, como Entre Ríos, más de la cuenta agitando la idea de que anida un plan político futuro ahí: tiene domicilio en Villa Paranacito), pero no ha resultado eficaz a la hora de dar respuestas concretas y metálicas. En el PJ temen que la interna del PRO entre los “políticos” y los “comunicacionales” les implique costos que no le son propios o, peor, sea una distracción. Por eso pidieron hablar directamente con Macri.

El teléfono abierto de Frigerio no les alcanzó, hasta acá, a los gobernadores para reactivar las obras paralizadas ni tener fondos. “Alfonso Prat Gay está sentado arriba de la caja”, se excusan los frigeristas. “Entonces, vamos a hablar con Prat Gay”, retrucan desde el peronismo pragmático. Hasta María Eugenia Vidal se quejó de algo parecido: cuando la Casa Rosada abortó el primer acuerdo con los docentes, Frigerio la llamó para calmarla y la gobernadora dijo que ese tema lo hablaría con Macri.

Sobre esa pólvora, apareció el decreto 406, que plantea una devolución de los fondos retenidos a largo plazo, medida que tuvo además una colaboración específica de Sergio Massa, que paralizó el decreto de Macri que anuló el decreto de CFK que devolvía fondos a las provincias. Massa jugó, en ese póker, a favor de los gobernadores aunque el diseño final de la propuesta que genera resistencia terminó de sembrar disidencia luego del discurso presidencial ante el Congreso.

El tono y la temática del mensaje de Macri cayó mal entre los peronistas pactistas. No porque cuestione a Cristina, sino porque, en la dinámica interna del peronismo fuera del poder, parece fortalecer a los K. A actores como Pichetto, que militaban el acuerdo y la empatía, el discurso los desacomodó. El documento del CFI bis le dedicó un tramo a ese asunto: “El presidente no tiene una visión federal del país, lo que conspira contra la construcción de consensos”. El texto explora un contingente delicado: acusa a Macri de desoír la propuesta de un acuerdo de gobernabilidad. Urtubey, encargado de buscar una cumbre con el presidente, fue una de las manos que operó sobre el mismo. El PJ atribuye a Macri no contribuir a la gobernabilidad, peligro que germinalmente aparece en las mesas chicas peronistas cuando califican el gobierno PRO.

A la falta de fondos y el tono del discurso, se acopla otro hecho: la citación de Cristina de Kirchner por la causa dólar futuro, dictada por el juez federal Claudio Bonadio. La mirada sobre ese punto es inquietante: algunos en el PJ creen que Bonadio se movió por su cuenta para incomodar a Macri en desacuerdo con su propuesta de ampliar la cantidad de juzgados federales y que en ese caso, el PRO no supo administrar una crisis político-judicial que, como el discurso de Macri, en la interna peronista potencia a los ultra K contra los moderados. Otros entienden que hay “carta blanca” de la Casa Rosada para mantener a la ex presidente en la escena porque, en teoría, a Macri le conviene confrontar con ella porque allí construye el antagonismo que le da identidad.

La sumatoria de esos elementos logró que los peronismos se vuelvan a juntar, al menos por un rato, aunque eso por ahora no incluya a La Cámpora. De hecho, que Recalde haya avalado la tesis de que el FpV/PJ puede derogar la ley cerrojo si se corrige el decreto de devolución de los fondos retenidos revela también un giro pragmático del abogado cuando el neocamporismo, en boca de Andrés Larroque, tildó de “cómplices” a los que piensen votar a favor del “pacto Griesa”. Hasta Daniel Scioli, que habla más con Cristina que cuando era gobernador o candidato, está dispuesto a salir a respaldar la negociación con los holdouts en línea con la posición que ayer detallaron gobernadores y legisladores.

La cita de ministros de Economía y fiscales de Estado convocada para ayer, para empezar a trabajar sobre la reforma del decreto 406, devuelve al CFI el lugar simbólico de otros tiempos duros. Sugiere, sutilmente, un atisbo de resistencia organizada. Este peronismo es menos poderoso que el que negoció con De la Rúa y que, 15 años atrás, validó la ley de Crédito Fiscal que asfaltó el megacanje que permitiría un desembarco mágico de inversiones y créditos externos.

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