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El Papa pasó por España y dejó polémicas al rojo vivo

Comparó la actualidad ibérica con “los años 30” por “laicismo, anticlericalismo y secularismo agresivo”.

El papa Benedicto XVI, al cierre de su visita de dos días a España, condenó ayer el aborto y la eutanasia, defendió la “dignidad y el valor” del matrimonio heterosexual como expresión excluyente del “orden natural” y criticó el laicismo del gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero. La convocatoria de su visita, según las agencias fue menor a la esperada, y despertó por el contrario, importantes manifestaciones de rechazo. Activistas formaron como protesta una cadena de cientos de parejas homosexuales que al paso del papamóvil se besaban de forma apasionada.

La polémica comenzó apenas el pontífice pisó suelo español, el sábado pasado, al decir que en España “nació un laicismo, un anticlericalismo, un secularismo fuerte, agresivo, como en los años treinta” trazando un paralelismo entre el país gobernado por Zapatero y la Segunda República española, que precedió a la Guerra Civil (1936-1939).

Así, la visita del Papa alemán estuvo lejos de ser una tregua en la polémica que mantiene la Iglesia católica con el gobierno socialista español, a pesar de la breve reunión que mantuvo con el mandatario ayer. Además, como sucedió en Londres, miles de manifestantes salieron a reclamarle al pontífice su política anti homosexual, anti preservativos y le enrostraron los numerosos casos de curas pedófilos.

En tanto, Benedicto XVI, durante el acto de consagración del templo de la Sagrada Familia de Barcelona, recordó que la Iglesia católica “defiende la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de la concepción”, en alusión a la nueva ley del aborto del gobierno de Zapatero, que entró en vigor en julio y que provocó tensiones con el Vaticano.

Joseph Ratzinger reclamó además el apoyo del Estado “al hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia”, al que antes se refirió como “orden natural” en una crítica velada al matrimonio homosexual, legalizado en España en 2005 por iniciativa del gobierno, y que también fue objeto de confrontación con la Santa Sede.

Antes de aterrizar anteayer en Santiago de Compostela, el Papa encendió la polémica al afirmar que España necesitaba ser “reevangelizada” ante el avance “agresivo del laicismo” al que comparó con los años 30.

El portavoz de la sala de prensa del Vaticano, Federico Lombardi, tuvo que salir a aclarar que su santidad no pretendía “provocar una confrontación”, en un intento por contrarrestar la lectura política que se hizo en España de esas declaraciones, pero ya era tarde, y los medios la replicaban como un ataque frontal y por cierto, muy duro y discutible, al gobierno de Zapatero.

Sin embargo, Lombardi aclaró que el Papa dio una respuesta espontánea a una pregunta y remarcó que no buscaba ser polémico, sino positivo, porque “invitó al encuentro entre la fe y el laicismo”.

Por otro lado, el portavoz del Vaticano transmitió la “impresión muy positiva” que tuvo el pontífice después de haber recorrido con el “papamóvil” las calles de Barcelona donde, según las autoridades, fue seguido por 250.000 personas. En su recorrido de 3,5 kilómetros, no consiguió congregar la multitud de fieles que se esperaba, según la AFP. Pero el vocero no contó cómo tomó el pontífice la “besada” homosexual de protesta que se extendió a su paso.

“¡Yo no te espero!”, “Vote, vote, vote, pederasta el que no vote”, o “La Iglesia que ilumina es la que arde”, fueron algunas de las frases que lanzaron los manifestantes al paso del “papamóvil”, mientras en el mismo lugar, los fieles, con banderas del Vaticano apoyaban a Benedicto XVI.

A su llegada al templo de la Sagrada Familia, el Papa fue recibido por los reyes, el presidente regional de Cataluña, José Montilla, el presidente del Congreso, José Bono, el Ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, y Jordi Hereu, alcalde de Barcelona, entre otras autoridades.

El gran ausente a la misa fue Zapatero, con quien el Papa mantuvo posteriormente un breve encuentro en el aeropuerto El Prat de Barcelona, antes de partir hacia Roma, poniendo fin a una histórica y picante visita de 32 horas a España.

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