José Odisio
En noviembre del año pasado Ignacio Astore sorprendía a propios y extraños al oficializar la contratación de Gabriel Heinze como técnico de Newell’s. El Gringo era una figurita difícil y su arribo al Parque fue un golpe de efecto positivo y generó una gran ilusión en los hinchas. Un año después, el ciclo terminó de la peor manera, los resultados fueron malos y la gente, además del enojo, se siente decepcionada.
Los números del ciclo no son pésimos, incluso Newell’s arrancará el 2024 muy holgado en los promedios. Heinze dirigió 49 partidos, con una efectividad del 45%. Su mejor logro fue en la Copa Sudamericana, donde Newell’s ganó el grupo y luego perdió en octavos con Corinthians al no poder conseguir un triunfo en el Coloso tras perder 2 a 1 en Brasil.
El resto estuvo más emparentado al fracaso. El primer golpe inesperado fue la eliminación en Copa Argentina en manos de Claypole. Y en la Liga terminó fuera de los diez equipos que garantizaban ingreso a la Sudamericana. Ahí comenzó también una seguidilla de partidos con arbitrajes desfavorables, algunos muy groseros, potenciados por las protestas del Gringo post partido. Y el Clásico en el Coloso fue 0 a 0 casi sin patear al arco.
Eliminado de la Sudamericana, el objetivo pasó a ser entrar a una Copa y quedar entre los cuatro primeros del grupo en Copa de la Liga. Y si bien hubo momentos donde el equipo estuvo en esa zona, la derrota en el Clásico fue un mazazo demasiado fuerte, que se disimuló un poco con dos victorias de visitante ante San Lorenzo y Tigre, eclipsados con un final de cuatro partidos seguidos sin ganar ni convertir.
Afuera de todo, el propio Heinze no tuvo otra alternativa que confirmar su salida tras el partido ante Defensa. Así le allanó el camino a la dirigencia, evitando especulaciones o charlas sin sentido para conocer su futuro.
El ciclo tuvo un dato destacado, la buena preparación física del equipo, con poca cantidad de lesiones, un problema sin solución en procesos anteriores. No hay mucho más para destacar, porque la proyección de juveniles fue a medias, incluso con muchos pibes subidos a Primera para jugar poco y nada ni siquiera en reserva.
Y la elección en los mercados de pases fue floja. Tras el fallecimiento de Horacio García hubo cierto desconcierto. Se pagó mucho por Ángelo Martino y durante un semestre el titular era Pittón; se apostó fuerte por Jherson Mosquera sin saber la situación de doping que traía (el jugador la ocultó); trajo a Guillermo Ortiz como titular indiscutido y mucha banca y al final lo mandó al banco; y optó por no apostar por un nueve y Jorge Recalde terminó confundido dentro de la cancha.
Ni hablar del mercado invernal, donde llegó el combino Ordóñez, quien aún no jugó; el volante Esteban Fernández, que juega en reserva; un Augusto Schot con poca banca y un Ignacio Schor que estuvo mucho tiempo lesionado. Apenas algún destello ofensivo del uruguayo May y nada más.
El rendidor Iván Gómez, la mejoría de Ferreira y un relanzamiento a medias de Aguirre fueron lo más destacado en lo individual. Muy poco para tanta expectativa.
Algunos caprichos dentro de la cancha, el desgaste general por su forma de trabajo y los escasos resultados fueron un combo fatal para el ciclo. Y el final, doloroso para todos por tratarse de un ídolo del club, era previsible.
Ahora Ignacio Astore deberá reconstruir todo. Y rápido. Tiene vía libre para buscar un nuevo DT, debatiendo entre su gusto personal y las opciones que ofrece el mercado. También deberá definir qué hacer con Pablo Guiñazú, otro que quedó en el ojo de la tormenta.
Nombres van a aparecer, ofrecidos y sondeando. Y esta vez tal vez haya que dejar de lado el corazón o el gusto de la gente y buscar alguien que pueda poner en práctica el proyecto sin darle la llave del fútbol sin restricciones. No será fácil, sin dudas.
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