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Cementerio La Piedad: crece malestar gremial por inseguridad

Los trabajadores están en asamblea permanente tras un tiroteo y el municipio dispuso medidas de emergencia.


cementerioLos sesenta empleados que conforman el personal del cementerio La Piedad se encuentran en estado de asamblea permanente en reclamo de más seguridad y remodelaciones en el predio de Provincias Unidas al 2600 luego de que en la necrópolis ocurriera un tiroteo que por fortuna no produjo heridos, pero sí alarma y malestar como remate de una serie de situaciones anómalas que se registran desde hace bastante tiempo.

Los trabajadores denuncian falta de presencia policial e iluminación, lo que deriva en saqueo de tumbas y arrebatos a los visitantes. También indicaron que la gente de edad ya no va a visitar los sepulcros de sus familiares fallecidos por la inseguridad.

El subsecretario del sindicato de Empleados Municipales y trabajador de La Piedad, Oscar Vallejo, hizo una radiografía del predio y sus problemas, y frente a la situación el subsecretario de Servicios Públicos, Diego Leone, recorrió el lugar y proyectó medidas.

Tiros a la luz del día

Según relataron desde el sindicato, el hecho que llevó al estado de asamblea permanente de los sesenta trabajadores del cementerio la Piedad ocurrió el sábado 3 entre las 10.30 y 10.45, cuando uno de los capataces recorría el sector oeste del camposanto para ver la disponibilidad de sepulturas a cuenta de las numerosas inhumaciones proyectadas para ese día y escuchó golpes que estimó eran de alguien intentando retirar placas de bronce de los nichos.

“Pegó el grito y recibió como amedrentamiento dos disparos de arma de fuego que por suerte no le impactaron porque se tiró al suelo”, detalló Vallejo.

El lunes 5 de mayo el personal se reunió para discutir la situación y resolvió mantenerse en asamblea permanente, convocando al Ejecutivo municipal para actuar contra lo que ven como un flagelo en crecimiento: los robos de bronces de las tumbas y los arrebatos a los deudos que visitan la necrópolis.

“Se agravó mucho en el último tiempo y ahora es moneda corriente”, indicó el delegado de los trabajadores.

De pardo a oscuro

Vallejo trabaja hace 33 años en el cementerio del sudoeste de la ciudad y también se desempeña como subsecretario del Sindicato de Empleados Municipales de Rosario. En ese tiempo pudo ver cómo la necrópolis creció hasta tener problemas de espacio, de convivencia con nuevos vecinos que instalaron casas informales en el paredón oeste, y por último agresiones de familiares de fallecidos al personal administrativo y los capataces, entre otros.

“Cuando el contribuyente ve los destrozos que dejan en los sepulcros tras los robos lo primero que hace es agarrársela con los empleados. Es entendible, pero nosotros también tenemos un familiar acá adentro y nos causa el mismo daño. Somos el último eslabón, los trabajadores de la muerte”, confiesa el hombre.

Lo terrible del asunto, resume Vallejo, es que el personal, aún con los dos agentes de policía que se sumaron a las rondas que funcionan las 24 horas, no asegura la propiedad ni integridad de los restos, los visitantes o los trabajadores del campo santo. Se trata de 32 hectáreas con varias entradas y sus perímetros resentidos. En especial, sobre el oeste, que linda con la avenida de Circunvalación. Allí, personas no identificadas hicieron boquetes, removieron partes del tapial de cuatro metros de altura, y utilizan esas aberturas para ingresar a cometer sus fechorías.

“Son 300 metros donde se construyeron varias viviendas. No queremos estigmatizar a esas personas; sabemos que los robos y arrebatos también son efectuados por personas de otros lugares de la ciudad”, aclara el sindicalista.

Uno de los indicadores de la delicada situación fue para Vallejo que las personas mayores dejaron de visitar a sus familiares fallecidos por temor a ser víctimas de despojos o lesiones.

Tiempo de respuesta

Ayer por la mañana el subsecretario de Servicios Públicos, Diego Leone, recorrió junto con personal de La Piedad los puntos en los que, aseguraron desde el sindicato, se necesitan remodelaciones o mayor presencia policial.

“Es primordial asegurar el perímetro de la parte oeste y el ingreso por avenida 27 de Febrero. Mañana (por hoy) empiezan a construir una dársena para impedir el ingreso de motos. Sólo entrarán autos fúnebres y personas en silla de ruedas”, indicó Vallejo.

Otra de las iniciativas es sumar más iluminación al sector oeste, donde se encuentran las sepulturas en tierra. Esto permitiría a los agentes de policía mayor visibilidad durante sus recorridos nocturnos y busca que los trabajadores que ingresan cerca de la madrugada tengan mayor tranquilidad.

Más personal

Tal como publicó este medio hace un mes tras una recorrida que dio cuenta del mal estado del segundo y más extenso cementerio de la ciudad, el panorama, sostuvieron desde el sindicato, debe revertirse a partir de sumar más personal. No sólo para tareas de mantenimiento sino para hacer frente a la numerosa cantidad de inhumaciones que se dan, sobre todo, durante los fines de semana.

Entre otros elementos ya naturalizados del cementerio están las rejas desvencijadas, los vidrios rotos y tumbas derruidas, al igual que lápidas, panteones y nichos antiguos en estado de abandono. El moho cubre los portarretratos y las arañas se multiplican entre el abandono generalizado.

A esto se suma el panorama desolador que exhiben las tumbas cuyos frentes fueron saqueados para retirar bronces y metales previsiblemente destinados a la venta.

Escasa recaudación, recursos limitados

Una de las razones del mal estado del cementerio La Piedad es la complicación que genera no contar con los fondos para realizar las tareas de mantenimiento.
Según dijo a este diario el responsable de la Dirección de Diseño e Imagen Urbana del municipio, Dante Taparelli, un 30 por ciento de los familiares de fallecidos sepultados en La Piedad no pagan la tasa de mantenimiento.

Tanto es así que el funcionario calificó de “magia” el recurso al que apela el municipio para cuidar del cementerio con escasos fondos.

Taparelli había planificado un proyecto tan ambicioso como esperanzador: un vivero donde se gestaran árboles que luego purificarían el aire en toda la ciudad.

Pero se robaron el techo de la instalación, con lo cual el proyecto quedó trunco.

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