Ciudad

Cavar en busca de una esperanza

Con maquinaria pesada se trabajaba anoche contrarreloj para remover la enorme cisterna de agua que estaba en la torre que colapsó y asegurar el ingreso de socorristas al último subsuelo. Las víctimas fatales de la explosión ya son 14.


desaparecidos

Casi en simultáneo con el operativo montado para que 90 residentes de edificios y  propiedades vecinas pudieran reingresar por primera vez a sus hogares, en el epicentro de la tragedia, las torres de calle Salta 2141, se lograba rescatar el cuerpo de otra víctima fatal: sus familiares confirmaron en el Instituto Médico Legal que se trataba de Federico Balseiro, de 30 años, cuya identificación elevó a 14 el saldo de muertes provocadas por la explosión del martes por la mañana, a la par que, en triste simetría, reducía a 7 el número de personas buscadas, sobre las que se perdió todo rastro desde el momento de la catástrofe. La única noticia que remedó un generalizado marco de angustia –pero también de incesantes trabajos y solidaridad– llegó desde el Cemar, donde el titular de Salud municipal, Leonardo Caruana, confirmó que dos de los pacientes internados habían recibido el alta médica, con lo que se redujo a 11 el número de heridos que siguen bajo cuidado. Todos, agregó el funcionario, tienen una evolución favorable, aunque dos siguen bajo cuidados críticos y un tercero con pronóstico reservado.

Aunque en el cuarto día tras el momento de la explosión quienes desde entonces trabajan en el área ya sentían las imparables jornadas, el dispositivo de búsqueda y rescate estaba más aceitado que nunca. “Todos trabajan coordinados. Cada uno cumple su función y cada cuarenta minutos o una hora suena un timbre para que dejen sus tareas y puedan ir a reponerse, dejando el lugar a los relevos que continúan trabajando”, describió en el lugar el titular de Defensa Civil, Raúl Rainone.

Al cierre de esta edición, los esfuerzos del personal técnico, civil y militar, que trabajan sobre los restos de la torre que colapsó –una masa de mampostería y hierros retorcidos de varios metros de alto– estaban centrados en retirar la cisterna de agua del edificio –“un tanque de 3 metros de altura y de 4,5 metros de largo y 3 metros de ancho que pesa varias toneladas”– para así poder apuntalar ingresos laterales a los subsuelos de cocheras.

“Es un trabajo que están haciendo fundamentalmente los técnicos, y con maquinaria pesada, porque los huecos que se han logrado abrir por los flancos todavía no ofrecen seguridad para el ingreso de los socorristas”, explicó Rainone.

Así, todas las expectativas estaban centradas en crear bocas de entrada hacia huecos formados lo que fueron galerías subterráneas, donde pueden haberse mantenido condiciones para la supervivencia. Y por ello la carrera era contra el tiempo: unas 300 personas, bomberos, socorristas, efectivos militares iban a intentar ingresar en la madrugada a lo que es el último nivel hacia abajo de la torre que se precipitó sobre sí misma tras la explosión. De ahí en más, la tarea de los perros adiestrados y de los equipos para detectar sonidos eran los que podía llegar a traer un signo de esperanza.

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