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Carta abierta a la comunidad rosarina: madres y niños violentados por el sistema judicial cómplice de maltratadores

El colectivo Chocolate Violeta, que expresa a grupos de madres que por diferentes situaciones deben criar solas –estiman unos 2 millones en el país– lanzó un llamado por quienes han sufrido violencia de sus ex parejas pero no reciben una respuesta adecuada ni de protección por parte de la Justicia


Chocolate Violeta (*)

Nos presentamos como mujeres que han sido víctimas de violencia por parte de parejas, con quienes tuvieron hijos y que hoy luchan por proteger a sus hijos de esas violencias, en el marco de un Sistema Judicial que no sólo no nos protege, sino que nos revictimiza y nos deja a merced de la violencia de estos progenitores.

Este flagelo afecta a cientos de mujeres, niños, niñas y adolescentes en Rosario, y a miles a nivel nacional. Por lo que consideramos necesario hacer un llamado a la comunidad para que se genere un cambio contundente en el enfoque jurídico, que garantice protección contra padres violentos.

Cuando una mujer se anima a denunciar a su agresor y agresor (por extensión) de sus hijos, los Tribunales de Justicia en lo Civil y Comercial derivan los casos a los Juzgados de Familia.

El problema que vivimos quienes padecemos esta situación es que una vez judicializado el caso, se generan tres expedientes: el de violencia, el de comunicación y el de alimentos. Esto hace que el caso se atomice y no sólo no encontremos la ayuda que pedimos, sino que se desdibuja la violencia dando lugar a que se perpetúe indefinidamente.

Ya sea que la madre protectora cuente con recursos para un abogado o que recurra a las Defensorías Civiles, el problema de fondo sigue siendo el mismo. Esto porque no existen protocolos básicos para resguardar a las víctimas a la hora de expresar sus temores, o realizar denuncias. Acá no hablamos del derecho inalienable a que un niño tenga relación con ambos progenitores. Acá hay violencia de por medio, por lo que lo que se pone en juego es el derecho al crecimiento libre de violencia que debe tener todo niño y adolescente.

Las estadísticas hablan por sí solas, un maltratador no puede situarse como figura de cuidado y protección; en otras palabras, un maltratador nunca será buen padre.

Y no es novedad esto que decimos, en los Juzgados de Familia, tanto defensores como equipos interdisciplinarios y jueces, observan cada día cientos de casos tanto de incumplimientos en las cuotas alimentarias, en las visitas, en la responsabilidad de estos padres. Escuchando impasibles cómo madres desgarradas explican una y otra vez la violencia cotidiana a la que sus hijos y ellas se ven expuestas. Así, los agentes de la Justicia se desentienden impunemente de informes sobre progenitores narcisistas, violentos, adictos, acusados de abuso, de maltrato; en suma, no hay medidas de protección certeras que den fin al sufrimiento tanto de hijos como de madres.

La contradicción genera doble impotencia cuando nos dicen que denunciemos el maltrato hacia los niños, pero a la madre protectora se la termina empujando a un lucha desigual, abrumadora, llena de dolor e impotencia, solitaria, para que esos chicos, muchas veces de corta edad, no queden a cargo de padres deliberadamente negligentes, irresponsables, y abusivos. Los casos son demasiados y enumerarlos excede la estructura de esta carta. Sin embargo todas conocemos una mamá que padece violencia, y a ellas no hace falta explicarles nada. Simplemente lo saben, lo padecen cada día.

Es por esto que las madres criando en situación de violencia necesitamos y exigimos protocolos especializados en los Juzgados, donde no se exponga ni se revictimice a la mujer que denuncia ni a los niños que deben ser resguardados de situaciones peligrosas.

No podemos esperar a “que pase algo” para actuar. Tampoco podemos seguir viviendo el infierno que abarca desde lo psicológico a lo económico, siendo todo parte de la misma violencia. De hecho, los juicios por alimentos pueden demorar años, y a nadie parece importarle que seamos las madres quienes tengamos que cargar con toda la responsabilidad, no sólo afectiva, sino de toda índole, para cuidar el bienestar de nuestros hijos.

Desde aquí, seguiremos poniendo el cuerpo y protegiendo a los cachorros. A los propios y a todos, como manada de lobas. Llamamos a todas las mamás que se identifican con esta tortura judicializada, a que se unan a este aullido. Llamamos a toda la sociedad a que nos apoye en esta lucha, que tantas veces llevamos a cabo de manera silenciosa, dando la mejor cara para proteger a los niños de tanta mentira y de tanta injusticia.

¡Urgente pedimos protocolos de emergencia para madres criando en situación de violencia! Un abrazo a todas las mamás que día a día y a pesar de todo, sacan esa fuerza de lobas para cuidar, abrazar y sostener a sus cachorros. No estás sola, somos demasiadas.

(*) Espacio de difusión de la lucha de las madres protectoras, madres criando solas, madres contra la violencia vicaria, familias monomarentales, maternidades violentadas.

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