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Assange y el doble filo de la lucha de WikiLeaks

Por: Nicolás Tereschuk (NA)

El enigmático editor del sitio WikiLeaks, Julian Assange, es una personalidad con influencia global que dice querer luchar contra los “regímenes injustos” aunque su último paso, con la revelación de un cuarto de millón de cables secretos de la diplomacia norteamericana, se convirtió en un arma de doble filo de cara a ese objetivo.

“Cuanto más injusta y cerrada es una organización, más miedo y paranoia le producen las filtraciones”, señaló alguna vez Assange en su blog personal. Con sus acciones desde 2006, WikiLeaks pareció acercarse a esa estrategia: así fue que reveló documentos sobre asesinatos extrajudiciales en Kenia, sobre residuos tóxicos en África, los procedimientos del centro de detención norteamericano en Guantánamo y sobre la guerra de Irak. Ahora se difundieron decenas de miles de cables de la diplomacia norteamericana.

Muchos de ellos, aunque secretos, no hacen a cuestiones vinculadas con la política militar expansionista y en ocasiones reñida con los Derechos Humanos que lleva adelante Washington. Revelan más bien la actividad diaria de embajadas como la de Buenos Aires, donde funcionarios de muy baja categoría reúnen información de diarios y revistas o algunos de un poco mayor nivel jerárquico dialogan con políticos, empresarios y periodistas.

El problema con esta última filtración de WikiLeaks es que, si bien se perjudica a la poderosa diplomacia norteamericana, también las esquirlas caen sobre sectores políticos de países mucho menos influyentes a nivel global, como la Argentina. ¿Son todos los países sobre los que se revelan secretos a través de los cables norteamericanos regímenes “injustos”, como es en teoría el blanco del ahora prófugo Assange?

Otro punto a tener en cuenta es que las tareas que cumplen los diplomáticos norteamericanos en todo el mundo –más allá de su nivel de influencia– son similares a la que cumplen embajadores de otros países.

¿Qué ocurriría si el día de mañana WikiLeaks considerara pertinente revelar los cables que escriben los diplomáticos argentinos, brasileños, chilenos, uruguayos, peruanos, bolivianos, mexicanos? Otro aspecto a tener en cuenta luego de este escándalo global es analizar –como ocurre siempre en política– que cuando alguien se perjudica hay otro que se beneficia.

Los cinco grandes diarios –todos ellos de Europa y los Estados Unidos– que recibieron la exclusiva y todas las agencias norteamericanas que compiten con el Departamento de Estado y que no fueron afectadas por la filtración parecen salir fortalecidos.

Por otra parte, la selección que hicieron esos medios de la información tuvo un claro sesgo: basta ver las tapas del diario El País, de Madrid, que suele ser crítico de los presidentes de Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela, para darse cuenta de que los cables elegidos tuvieron, en general, como blanco a esos mismos gobiernos. ¿El mundo es ahora más seguro tras la filtración de WikiLeaks? ¿“Los ciudadanos” tienen más poder para controlar a sus gobiernos, como argumentaron los editores de los diarios a los que se los privilegió con la información? ¿Los “regímenes injustos” se sienten más atemorizados?

Quizás todavía sea demasiado pronto para hacer una evaluación exacta, aunque las dudas se acumulan y la posibilidad de que el “efecto WikiLeaks” sea positivo para las grandes mayorías del mundo” entra, al menos, en una zona gris.

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