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Asilados en tierra mexicana

“Ráfagas de un exilio”, de Pablo Yankelevich, relata las vivencias de los seis mil argentinos exiliados en México durante la última dictadura militar y el supuesto operativo para asesinar al ex presidente Cámpora.

El destierro de miles de argentinos en México durante la última dictadura, sus organizaciones de solidaridad, así como el prolongado asilo del ex presidente Héctor Cámpora y una supuesta operación comando para asesinarlo son algunos puntos que desarrolla el libro Ráfagas de un exilio, de Pablo Yankelevich.

El ensayo subtitulado “Argentinos en México, 1974-1983”, a cargo de Yankelevich –doctor en Estudios Latinoamericanos y catedrático de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México– fue coeditado por el Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México.

El exilio, aseveró el investigador argentino, ha sido un tema postergado: “El retorno del exilio se produjo cuando la llamada teoría de los dos demonios se instaló en la inmediata posdictadura, tiempos del informe Nunca Más, el juicio a las Juntas militares y la simetría que pretendió establecerse entre la violencia estatal y la insurgencia guerrillera”.

La calificación del exilio como representante de la Argentina violenta, “mostraba el éxito de la campaña publicitaria de la dictadura tratando de convencer que los desaparecidos y los guerrilleros estaban de turismo en el extranjero”.

“Un gran número de exiliados sintió la sospecha y escuchó el lamentable por algo habrá sido, como una explicación de las razones por las que debieron salir –apuntó en diálogo con la agencia de noticias Télam–. Es una de las razones por la que el tema no es visible política ni  académicamente, en el sentido de reflexionar sobre el mayor éxodo de ciudadanos que conoció el país en toda su historia”.

El investigador, que tuvo acceso a cifras de las oficinas de Migración de México, estima en “no más de seis mil personas” el número de argentinos exiliados en aquel país.

Sobre los espacios que los agruparon –la Comisión Argentina de Solidaridad (CAS) y el Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (Cospa)– expresó: “En términos políticos la defensa de la lucha armada como opción política y el peso de Montoneros en ese exilio dividió las aguas”.

Y continuó: “Fue la razón principal de la existencia de dos organizaciones cuyas diferencias no pasaban por las simpatías hacia el peronismo, el marxismo o el socialismo, sino por la manera en que se reflexionaba frente a la dictadura”.

La guerra de Malvinas también fue un punto de debate al interior de la colonia de exiliados. Yankelevich señaló que si bien hubo un apoyo masivo al reclamo histórico sobre las islas, las diferencias fueron sobre la actitud frente a la Junta Militar.

Las opiniones oscilaron: “Entre el apoyo a la guerra expresado por una ya menguada dirigencia montonera, hasta la condena a la guerra y la exigencia de una solución diplomática al diferendo”.

El capítulo dedicado al ex presidente Cámpora, asilado en la embajada de México en Buenos Aires, se recorta en Ráfagas de un exilio como una novela de suspenso. Yankelevich responsabilizó a la dictadura por su muerte: “Los meses que pasó encerrado sin recibir tratamiento médico para controlar su enfermedad, y la negativa a otorgarle el salvoconducto a México, puede valorarse como un asesinato”.

“La diplomacia mexicana se las ingenió para que los reportes médicos indicaran una enfermedad terminal. Uno de los diplomáticos mexicanos que arrancó el salvoconducto me confió: «Los militares autorizaron la salida convencidos de que le quedaban semanas de vida, pero Cámpora vivió 12 meses más»”.

Fue así que Cámpora, encerrado tres años y medio; su hijo Pedro, cuatro años y medio, y el dirigente Juan Manuel Abal Medina, más de seis años, fueron para Yanklevich “rehenes de la dictadura”.

Sobre el plan para asesinar al ex mandatario, dijo que la información –que provenía de la agencia Ancla dirigida en la clandestinidad por Rodolfo Walsh– “reveló que el ejército quería asesinar a los asilados en una operación comando, disfrazada como acción guerrillera para liberarlos. Si dicho plan no se llevó a cabo, los movimientos de la embajada eran vigilados”.

La negación a otorgarle el asilo a Cámpora tenía que ver con cómo la Junta lo consideraba: “Una figura capaz de aglutinar al exilio peronista y de robustecer la acción política de la oposición dentro y fuera de Argentina. Sobre todo en México, uno de los centros políticos del exilio, en particular del exilio montonero”.

Pero apenas llegó a México, Cámpora “se deslindó de la violencia guerrillera, marcando claramente sus diferencias con Montoneros y afiliándose al CAS, donde se velaron sus restos en 1980”, informó el documento.

Ráfagas de un exilio hizo justicia a dos intelectuales que fueron personalidades destacadas del exilio: el peronista montonero Rodolfo Puigróss, ex rector de la Universidad de Buenos Aires, y el periodista Gregorio Selser, socialista y antiperonista, los dos fallecidos en el destierro.

Pese a la distancia ideológica, sostuvo Yankelevich, “ambos jugaron un papel central en el exilio, alcanzando una notable presencia en los ámbitos académicos y periodísticos”.

Si en algo coincidió todo el exilio, agrega, fueron “las campañas de denuncia de los crímenes de la dictadura. En México el exilio tuvo una ancha recepción en medios de comunicación y construyó redes solidarias con exiliados de otros países de América Latina”.

Sobre la solidaridad de México, concluyó: “Fue el centro de un exilio con diversos orígenes. Antes de los argentinos ya había chilenos, brasileños, bolivianos, centroamericanos; también  uruguayos y peruanos. Y antes los republicanos españoles”.

Los 70 fueron un tiempo de confluencia de perseguidos de toda América latina: “México propició ese encuentro que fue confrontación de experiencias políticas, culturales y personales. Y puso de manifiesto lo mejor de su tradición de asilo y refugio”.

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