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Locos por saltar y trepar andan sueltos por Rosario

Por Laura Hintze.- La palabra “parkour” se define sencillamente como desplazarse de un lugar a otro fluidamente y usando sólo el cuerpo. La diferencia es que si en el medio de los dos lugares hay un edificio o una roca, se escala.

En Rosario no son muchos, pero sin embargo sí hacen mucho. Son “esos” que saltan por los techos, que juegan a ser Batman, que todo el mundo se piensa que están locos pero que no saben que para lograrlo han alcanzado un importante nivel de concentración y entrenamiento. El filme francés de 2001 “Yamakasi. Los samurais de los tiempos modernos”, los retrata tal cual: son los “traeceurs”, los que hacen parkour, una disciplina urbana de desplazamiento que hace cerca de cinco años se lleva adelante en la ciudad y que es practicada por chicos y chicas de diversas edades. Todos los días entrenan, dan clases en gimnasios, salen a trepar por las plazas e incentivan a todos a que se sumen a estas piruetas tan semejantes a poder volar.

Según la enciclo pedia libre en línea Wikipedia, parkour o l’art du d’placement (el arte del desplazamiento), es “una disciplina o filosofía que consiste en desplazarse de un punto a otro lo más fluidamente posible, usando principalmente las habilidades del cuerpo humano”. Y agrega: “Esto significa superar obstáculos que se presenten en el recorrido, tales como vallas, muros, paredes (en ambientes urbanos) e incluso árboles, formaciones rocosas, ríos, etc. (en ambientes rurales)”.

Juan Pablo Amatti y Luciano Troncoso, referentes en Rosario de este entrenamiento, prefieren explicar que, justamente, lo que ellos hacen es una disciplina, que no improvisan en la calle y que están bien entrenados para hacerlo. “No es conocido porque es raro.  Por ejemplo: si ves a un chico que en skate salta una pared, es normal, si alguien lo hace en bici, está perfecto. ¿Pero un flaco que sin bici y sin skate salta muros? Decís que está loco”, se rie.

Hace cerca de cinco años que estos chicos, de 28 y 25 años respectivamente, aprendieron parkour a los golpes, a prueba y error. Ahora entrenan todos los días, algunos en la calle, otros en el club Echesortu, y de paso le enseñan a los más novatos todo lo necesario para aprender a moverse por la ciudad.

“Cuando hacés parkour sentís libertad, que realmente estás fluyendo. Es como que te terminás encontrando. Cuanto mejor es la técnica y mejor desarrollás tu habilidad es cuando mejor te sentís”, describió Juan Pablo. Aunque definir a esta disciplina es un tanto complicado para todos, Juan Pablo se anima a introducirla a las artes urbanas: “Todo lo que facilita la expresión urbana es arte. Creo que el cuerpo es el principal medio para expresarse y los movimientos dan pauta de ello”. Para Luciano, a través del  parkour se siente tal satisfacción que “te vas con una sonrisa de oreja a oreja”. “Es satisfacción personal. Lo que lográs aprobando una materia, alcanzando un colectivo después de correr dos cuadras, decir que se puede hacer algo y lo hiciste. Y aunque haya mucha gente que te apoya, ante todo dependés sólo de vos. El grupo te incentiva, la gloria es tuya aunque después compartís el champagne”, describió Lucho, entre risas.

Tanto Juan Pablo como Luciano aprendieron parkour a los golpes, a prueba y error. Por eso, ahora y para no repetir sus experiencias, trabajan en el club Echesortu entrenando a todos los interesados en la disciplina.  Generalmente, entre 8 y 9 personas trabajan con constancia en el club, aunque lo que siempre se intenta fomentar es salir a la calle. “La idea del parkour es que se practique puramente en entornos urbanos, el gimnasio es un complemento en donde tratamos de perfeccionar la técnica y de enseñar cosas que, sin haberlas practicado antes, te podés hacer mal”, señaló Juan Pablo. Lunes, miércoles, viernes y sábados se realiza el entrenamiento en el club, el resto de los días se sale a practicar a parques y calles, donde, aparentemente, “está la posta”. Y ahora bien, ¿qué pasa al aire libre? Según contó Luciano, salen a hacer parkour sobre “todo menos la gente”. “Se busca mobiliario urbano fijo, toda estructura a la que podamos tener acceso, cualquier cosa que se pueda saltar, aunque no sea sólo saltar. Existe un grupo de técnicas que sirve para moverte, trepar, caer, amortiguar, pasar obstáculos sin saltarlos”.

La plaza Cívica, la Maternidad Martin, la estación Rosario Central, las plazas y parques que se van encontrando son los espacios predilectos del grupo para entrenarse. Saltar techos es, por una cuestión directamente relacionada al sentido común, casi imposible. ¿Qué dirían las personas si ven a diez chicos y chicas yendo y viniendo de casa en casa? “Es muy difícil aceptar una disciplina de este tipo porque la gente no está acostumbrada a que realmente se incursione  de esta forma. No está asimilado del todo, aunque en realidad sea más simple que otras cosas: porque no contás con nada más que con tu cuerpo, con vos mismo. No se puede competir, por eso no se considera un deporte. Depende siempre de qué le gusta a la persona, del tiempo que le dedica, si tiene las condiciones físicas para desenvolverse o no. Depende de que uno se conozca a sí mismo y a fondo, de esa manera puede lograr un montón de cosas. Todo el mundo lo dice: parkour es un 70 por ciento mental y un 30 por ciento físico”, explicó Juan Pablo.

Una característica interesante del grupo Parkour Rosario, también conocido por las siglas MMSB, es la informalidad. Aprendiendo sobre la disciplina entre tantas risas, dan la pauta de que cualquiera, con constancia y muchas ganas, puede sumarse al equipo. “Hace cinco años que entreno. Me encontré con el parkour de casualidad, porque estaba buscando en internet un video sobre “speed run”, y la disciplina más cercana al parkour se llama “free run”, así que por error encontré un video, y después de verlo me dije «tengo que hacer esto». Salí solo como loco malo, con un amigo, busqué un grupo que había en Rosario y empecé con ellos. Después fueron dejando, pero yo seguí. Formamos un grupo, hicimos encuentros nacionales, pedí el club, espacio para practicar… Y aquí estamos”. Las originales siglas del grupo rosarino (MMSB) significan, desde un principio, “Mirá mamá soy Batman” y tienen una estrecha relación con la característica simpatía del grupo: “Desde un principio quisimos no fanfarronear con el nombre. No nos íbamos a llamar algo así como «Dragon Flyer 3000 power jam» porque, a fin de cuentas, lo que nosotros hacemos es una pavada. Un juego”.

En Argentina esta disciplina se ha expandido por diversas ciudades, entre ellas, Mar del Plata, Córdoba, La Plata, Buenos Aires. Una vez por año, todos los traceurs se encuentran para entrenar, conocerse, fomentar la disciplina. En diciembre del año pasado, se hizo un encuentro en La Plata, al que se sumaron también personas de Brasil y Uruguay. Rosario, por su parte, ya fue sede tres veces: el primero de estos encuentros fue en la ciudad, ya el tercero fue reconocido por la Secretaría de Cultura y se pretende que el cuarto esté apoyado a través de la Secretaría de Deportes.

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