Ciudad

La realidad de Cabín 9, contada con guardapolvo

Por Santiago Baraldi.- Raúl García y los Gauseño comenzaron en los 70 con alfabetización. Higinio Chimenti recuerda y cuenta.

Cuando despuntaba la década del 70, el maestro Raúl García comenzó el trabajo social de alfabetizar en una de las grandes barriadas de Rosario, Cabín 9, en el límite con Pérez. Allí contó con la complicidad de los hermanos Juan Carlos y Miguel Ángel Gauseño, hijos de ferroviarios juntos, levantaron una casilla a metros de las vías, donde García recibió los primeros alumnos, en su mayoría hombres mayores. Para 1975 se habían juntado las firmas para que el barrio tuviera su escuela. Los vecinos levantaron las dos primeras aulas, pero para ese entonces aquellos pioneros estaban en la clandestinidad, perseguidos por querer educar, fusilados en el 76 por querer dar a los chicos un futuro mejor. Bajo el lema “Las cosas no valen por el tiempo que duren sino por las huellas que dejan”, hoy, la escuela Nº 1.209 “Provincia del Chaco” de la calle Perito Moreno y Hudson tiene vivo el espíritu de aquel maestro Raúl García, y su pasión por educar en una de las zonas marginales de Rosario, a Higinio Chimenti, de 51 años, que llegó a Cabín 9 en el año 90.

“En esta escuela los chicos lo que necesitan es afecto, contención, quieren ser atendidos. Aquí escuché cosas para las cuales no estaba preparado, muchas veces vuelvo a mi casa con el dolor de los pibes pegados al guardapolvo”, señala Higinio, “maestro”, como le gusta presentarse.

Fue en los inicios de los años 70 que en la zona de Cabín 9 se asentaron los primeros inmigrantes chaqueños y por ello se bautizó con el nombre de esa provincia a la escuela que soñaron Raúl García y los Gauseño. En el edificio, además de la primaria, funciona la secundaria diurna Nº 574, y a la noche también la primaria para adultos Nº 2.561, un Eempa (enseñanza media para adultos) y un Centros de Capacitación Laboral, también para adultos: “En total entre las cinco escuelas y entre los tres turnos pasan por esa manzana unos 2.500 alumnos que van de los 6 años a los 80. Seríamos una escuela de sillas calientes al mejor estilo chino”, describe Higinio.

Cada comienzo de clases con cada gobierno que pasa, la historia se repite. Se reclama un aumento salarial, siempre escaso, y comienzan las medidas de fuerza. Al respecto el docente apunta que “tenemos a la sociedad en formación en un montón de temas, la idea de la república, de los derechos y obligaciones, los compromisos, no está en la matriz del ciudadano. Los maestros renegamos, no es algo nuevo. Nosotros, los que somos empleados públicos, renegamos porque nuestro patrón es la sociedad, la gente que paga sus impuestos. Por eso es muy difícil decirle a la gente: ‘pagá más impuestos por tu auto caro, por tu campo muy productivo, para que un maestro gane bien’ porque hay una estigmatización del rol del docente que fue funcional a distintos procesos. Cuando hubo que destruir la educación pública pasó por la desvalorización de la tarea pública”.

Mientras el gobierno provincial amenaza con el descuento de los días de huelga, Higinio explica que “no deja de ser un elemento extorsivo del patrón provincial. Desde lo teórico creo que para descontar los días de paro tendrían que declararla ilegal, ya que el paro es un derecho constitucional. Ellos lo saben, pero están viendo si nos comemos el amague. Te aclaro que yo voté aceptar la propuesta oficial, pero por ser orgánico voy a hacer el paro hasta que una asamblea provincial decida levantarla”.

Chimenti está al frente de uno de los ocho tercer grado: “El  H, que se formó con 32 chicos repetidores que tienen entre 12 y 16 años: lo tomé con un desafío, ¿cómo puede ser que estos chicos hayan fracasado dos, tres, cuatro veces? Toda repetición es un fracaso, para la escuela, para los padres, los docentes y los chicos. Me dije basta, de ahora en más todo tiene que ser éxito. Tengo chicos con la puja de intereses donde aparece su cuerpo, que dejó de ser de un niño para ser el de un adolescente aniñado, donde hay que buscar elementos de motivación muy fuertes para que ellos sigan renovando el compromiso de venir a la clase mañana de nuevo, que la escuela le signifique algo atractivo e interesante. Eso implica que yo busque actividades prácticas como el hacer un yo-yo con un botón y un hilo de coser, hacer una gallinita con un vaso y un hilo mojado y a partir de eso poder hacer el disparador para que puedan llevar a su casa algo concreto que puedan acreditar, contar y a partir de eso introducir una situación problemática en matemática o lengua. Eso me implica que me tenga que comprar un libro de actividades que cuesta 260 pesos y que gentilmente en la librería me lo dejan en tres o seis cuotas, o un CD o afiches, y, además, comprar cien cuadernos porque mis chicos no traen cuadernos, y yo quiero que tengan uno para Lengua y otro para Matemática. Mientras esperamos que la ministra y el gobernador, en sus cómodas oficinas solucionen los problemas de la educación pública, este pobre maestro reniega en esta aula. La semana pasada traje un termómetro para hacer un ejercicio y hacía 42 grados y a mí me vienen a decir el gobernador y la ministra que hicieron ‘el máximo esfuerzo’ por mi salario, ¿qué máximo esfuerzo hicieron por mis 32 chicos y su infraestructura edilicia?, qué saben ellos de las cosas que nos llevamos en el alma cuando nos vamos a nuestras casas…”.

En tanto, mientras la provincia argumenta y justifica el dinero que cobró Fito Paez por tocar en los homenajes a la Bandera, Higinio agregó que “a mí no me pone mal que Fito cobre 400 mil pesos, la culpa no es de él. El tema es quién está dispuesto a pagarle a un señor que hace 25 años decía que ‘la vida es una moneda, quien la rebusca la tiene, ojo, que hablo de monedas y no de gruesos billetes’ letra que escribió para Baglietto cuando era un ignoto tecladista de la trova. ‘Ojo que hablo de monedas y no de gruesos billetes’, el problema es que este gobierno tiene 400 mil pesos para pagarle por un rato de su arte, pero no tiene 400 mil pesos para que esta escuela tenga puertas legales. Todas las puertas de la escuela abren para adentro. Las normativas de las leyes de seguridad en el trabajo de la provincia, dice que todas las puertas tienen que abrir hacia afuera, porque en una situación de catástrofe, la puerta se empuja, y aquí nos quedamos encerrados. La provincia viola la ley que ellos mismos escriben. Si ellos nos hubieran mandado 400 mil pesos hace dos años —cuando hicimos el reclamo—estaríamos encuadrados legalmente en lo que la provincia exige y no cumple. Además, tenemos como único sanitario, para cien docentes, un inodoro, cuando la ley provincial dice que cada diez personas tiene que haber un sanitario completo: inodoro, bidet, pileta para lavarse las manos y ducha con agua caliente y fría. Nosotros, para cien docentes, tenemos un único inodoro, que no tiene ni tapa, ni tabla y a veces andamos con un balde, en un gremio de mujeres donde el baño es una necesidad cotidiana…En las escuelas de la periferia, las cosas se tienen que hacer ayer, hoy es tarde, mañana un crimen y el gobierno no planifica las cosas para mañana sino para cuando me quede bien…”.

La gran mayoría de los chicos que asiste a la escuela son hijos de obreros de la construcción y de empleadas domésticas. Higinio recuerda llegar a las siete de la mañana en 2000 y ver salir un solo colectivo de la línea 145, vacío. Hoy la situación del barrio cambió: a las siete de la mañana ocho colectivos llenos van al centro de Rosario, camionetas con muchachos arriba, motos, bicicletas… “Es real que hay más trabajo, también que al barrio se lo mejoró con pavimento, mejorado, hay mejores servicios. Cabín tiene unos 12 mil habitantes, 90 manzanas, pero los problemas de la marginalidad están latentes. Como sociedad hemos sufrido quiebres brutales, sobre todo en los 90. Teníamos chicos que tenían expectativas de superación,  tuve una alumna, Alejandra Bigarra, que es maestra hoy de la escuela. Es decir, una nena que nació en Cabín, estudió en esta escuela, se recibió de maestra y volvió a enseñar aquí. Amelia Paz, también ex alumna, hoy es directora de la secundaria, esa generación no existe más. Abel Alvino, médico pediatra, dice: “Lo que le faltó al pibe en la panza de la madre y el primer año de vida se paga después el resto de su vida”. Al pibe que le faltó olla, según este médico, va a ser un discapacitado intelectual funcional de por vida. Le falta conexiones, le falta estímulo, a ese chico en la cabeza le va a faltar entendimiento. En la escuela pública tenemos los pibes de la generación De la Rúa, los chicos del 2000”.

“Se llenan la boca que repartieron netbook, y a Cabín llegaron seis para seis maestras que titularizaron el año pasado, 1.300 alumnos, 100 cargos docentes, seis netbook…me parece que la cuenta no me da cuando dicen ‘una netbook para todos’, alguna quedó en el camino…Cuando planteamos la puja por el salario, también planteamos en qué lugar ubicamos a la educación, la salud y la justicia. El maestro no tiene otro trabajo, ¿cuál es un sueldo digno para un maestro?”, se pregunta Chimenti.

El maestro se quiebra en el relato y llora. La escuela está cerrada por duelo. Un alumno de tercero, de 13 años, Jordan Ramos, murió electrocutado al enchufar un ventilador destartalado. “Son los muertes de la pobreza, desde que estoy en la escuela es el alumno 26 que acompaño al cementerio. Los chicos vienen a la escuela como espacio de contención, quieren ser escuchados y yo he escuchado cosas acá que no estaba preparado, escuché cosas que me hicieron daño como persona. Me han dejado heridas, hablo desde la bronca, desde el enojo, hablo desde el dolor y los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan. Si a un pibe no le puedo dar calidad educativa qué derechos iguales tiene con aquel al que el padre le facilitó todo. Ante la ley no son iguales. Una docente en la escuela Stella Maris de Fisherton les pide el primer día de clases a sus alumnos que compren cuatro libros y luego le pasa la tarea por internet. En Cabín, los cien cuadernos de mis alumnos los compro yo…”.

Finalmente, Higinio recuerda a los hermanos Gauseño que clavaron la bandera de la educación en el corazón de Cabín 9. En 2003 el padre de los jóvenes muertos por la dictadura fue a la escuela a donar la indemnización que había cobrado por Miguel Ángel, desaparecido en diciembre del 76 –a su hermano Juan Carlos lo fusilaron en Granadero Baigorria y al maestro Raúl García en Alberdi y Almafuerte–. “Quería que se compraran computadoras, la directora le dijo que aquí la luz va y viene y se podían quemar, que mejor era hacer un laboratorio. Hoy lleva el nombre de los hermanos Gauseño”, dice Chimenti, quien, con su guardapolvo blanco y su trabajo, dignifica la memoria de Cabín 9.

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