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Policía irá a juicio por crimen

Un subcomisario de 45 años afrontará desde mañana un debate oral y público por el asesinato de su pareja, un profesor de historia que murió tras recibir dos disparos en la casa que compartían en Oliveros.

Hace casi tres años, Nelson Rosso, un profesor de historia de 60 años, moría sobre la cama de su amante, en la localidad de Oliveros, ubicada 40 kilómetros al norte de Rosario. Los dos tiros que le quitaron la vida provenían del arma reglamentaria de Alejandro Scalcione, un subcomisario 17 años menor, quien tenía un consultorio psicológico en la casa de su víctima y pareja. Mañana comenzará el juicio oral y público en el que Scalcione se sentará en el banquillo de los acusados por el delito de homicidio por alevosía.

El juicio oral y público comenzará en los Tribunales provinciales mañana a las 8 y quien estará sentado en el banquillo de los acusados será Alejandro Scalcione, un policía de 45 años acusado de asesinar, el 18 de abril de 2009, a Nelson Rosso, un profesor de historia de 60 años que trabajaba en Rosario pero que estaba radicado en Oliveros, departamento San Lorenzo.

El debate estará a cargo de un tribunal unipersonal presidido por el juez de Sentencia de la 1ª Nominación, Ismael Manfrín. La Fiscalía estará representada por fiscal Aníbal Vescovo, mientras que la querella quedará en manos de los letrados Raúl Superti y Ricardo Guisepponi. En tanto, la defensa estará a cargo del abogado Luis Tomasevich.

Scalcione y Rosso se conocieron por avatares del destino en septiembre de 2008. Ese día, el uniformado perdió el colectivo que solía tomar a diario para ir a la localidad de Puerto Gaboto y tomó el siguiente. Tal vez el destino quiso que Rosso abordara el mismo micro casi sobre la hora de partida y se sentara en el único asiento libre: el que estaba junto al del policía. Así surgió el amor entre ambos.

Fue así que, según contó Scalcione, él terminó por abandonar a la pareja con la que había compartido los últimos 15 años de vida y se fue a vivir a Oliveros, a la casa de Rosso –ubicada en Maipú al 300– pero con una coartada.

Según contó el imputado, Rosso le instaló en una habitación de su vivienda, un consultorio psicológico, la rama de estudios a la que se había dedicado Scalcione. “Me armó el consultorio como pantalla para no asumir ante su familia que tenía una pareja homosexual”, dijo el acusado en mayo de 2010, en diálogo con este diario, donde además detalló que la primera paciente que atendió fue la propia hija de Rosso.

Sin embargo, según relató el policía, en poco tiempo la relación se tornó enfermiza. “Nelson era posesivo, controlador, manipulador y me medía todos los pasos. Me cosificó, me hizo su objeto. Me decía que yo era la mosca y él la araña”, contó Alejandro. La relación cayó en picada y tuvo un final sangriento el 18 de abril de 2009, poco antes de las cuatro, cuando el profesor de historia moría en su cama, a los 60 años, luego de recibir dos plomos del arma reglamentaria de Scalcione, quien a los pocos minutos de disparar llamó a la Policía y se entregó diciendo: “Maté a mi pareja”.

“En 26 años de servicio jamás disparé un tiro. Le rezaba a Dios todos los días no tener que sacar el arma y jamás lo hice, ni siquiera disparé al aire”, dijo en su momento Scalcione, quien cuando usó su arma estaba a cargo del destacamento policial del Hospital de Emergencias Clemente Álvarez.

En las dos declaraciones indagatorias que le tomó el juez de Instrucción de San Lorenzo, Eduardo Filloco, Scalcione relató lo sucedido durante la noche que mató a su amante pero sólo hasta el momento en que entablaron una fuerte discusión, luego de la cual, dice, su mente se “puso en blanco” y no recuerda nada.

Según adelantó en su momento Luis Tomasevich, defensor del acusado, durante el juicio articulará sus argumentos defensivos sobre “homicidio por pasaje al acto en estado emocional cumbre”, ya que niega la alevosía que se le atribuye a su cliente. De esta forma intentará revertir los argumentos de la querella que acusa a Scalcione de “ejecutar” a Rosso mientras dormía, es decir, en estado de total indefensión.

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