Ciudad

Rompiendo siglos

A los 101 años, el afiliado más antiguo de ATE es candidato

Saturnino Herrero, “Nino”, se postula a secretario Administrativo del Centro de Jubilados del gremio, al que ingresó en 1936.


Dicen que un siglo da para mucho, si no que se lo digan a Nino –como le dicen en el cariño– que el mes pasado cumplió 101 años. Saturnino Herrero nació el 7 de julio de 1914 en Rosario. Se casó a los 27 años con Irma, que ya no está físicamente, y es padre de dos hijos: Jesús y Liliana. Tiene cuatro nietos, cinco bisnietos y un tataranieto. Sigue haciendo los mandados y tareas hogareñas. Cocina, y hasta hace ejercicios de bicicleta fija en su casa de barrio Tablada. No usa anteojos ni toma medicación. Lo que sigue tomando es el colectivo: es el afiliado más longevo de la Asociación de Trabajadores del Estado, y empezó su militancia sindical en 1936, en plena Década Infame, y cuando el peronismo que hoy sigue gobernando el país no existía ni en signos. Nino vivió así toda la historia política y sindical moderna, y lo sigue haciendo: es candidato a secretario Administrativo del Centro de Jubilados de ATE Rosario en las elecciones del próximo mes. Integra la lista Verde de la Anusate, la Agrupación Nacional de Unidad y Solidaridad de ATE.

Su casa está impecable, ordenada y es un anfitrión nato. Su presencia, una pinturita: ropa moderna, bien planchada. En su cara, un bigote muy prolijo. “Pasen por la cocina que ya les sirvo el cognac y el café”, atiende Nino, con actitud positiva ante la vida que seguramente le aportó mucho a la hora de pasar el siglo y seguir. De hecho, no llega a prender la hornalla de la cocina, cuando arranca a contar un poco de su historia.

Nino comenzó a trabajar desde muy joven como pintor, oficio que le enseñó un amigo.

Luego empezó a trabajar en el Ministerio de Obras Públicas –primero como operario y luego como capataz– y cuando cumplió los 30 años de aportes, se jubiló. Pero no se dio por vencido y continuó trabajando en Villa Gobernador Gálvez, en una empresa de energía, hasta los 94 años.

“En la empresa de Villa Gobernador Gálvez hacía tareas de mantenimiento y tenía dos ayudantes. Hasta los 94 años me subí a la escalera para realizar tareas. Querían que siguira trabajando, pero yo ya no quería trabajar más”, explicó el hombre con una sonrisa imborrable.

Con su carácter simpático y jovial, Nino no para: va y viene, se sienta y se levanta, lava las tazas, las sirve, pregunta: “¿Con azúcar o edulcorante?”. Nada se le escapa. Va de una habitación a otra trayendo, llevando y mostrando recuerdos inquebrantables: diplomas firmados por sus compañeros de trabajo, fotos de su casamiento, de cumpleaños, de su esposa y de sus viajes, de su participación gremial.

Recuerda con un dejo de melancolía que una de sus hermanas enseñaba costura en su casa, y allí fue donde conoció a su esposa, que iba a aprender. “Un día me la crucé y empezamos a charlar, estuvimos de novios durante cuatro años y después nos casamos.

Era una mujer muy linda, buena y compañera. Nos llevábamos bien y me quedó pendiente llevarla de viaje a otros países. La extraño mucho”, confesó.

De su infancia recuerda que se armaban grupos de amigos y jugaban al fútbol. “Antes éramos más unidos, en todos los barrios había cuadros de fútbol y nos juntábamos a patear. Cuando fuimos creciendo, ya empezamos a ir a los bailes del club Central Córdoba”, relató el hombre.

Nino, que lleva vivido más de un siglo, está a meses de cumplir 80 años como afiliado de Asociación de Trabajadores del Estado, gremio que recién tenía 11 años cuando él llenó la ficha. Y el hombre recuerda a Héctor Quagliaro – quien fue cofundador de la CGT de los Argentinos y su principal dirigente en Rosario, y en sus últimos años presidente del Centro Nacional de Jubilados de ATE– como un “buen muchacho” y un dirigente sin igual.

“Siempre me dio una mano. Fue un incansable luchador del movimiento obrero. Con Héctor aprendimos que hay otra forma de hacer gremialismo, desde la honestidad y la participación”, reconoció Nino.

“Desde mi lugar, haré mi aporte. Me siento orgulloso de pertenecer a ATE, es una organización con democracia interna y siempre está ante las demandas de los trabajadores”, concluyó Nino, tatarabuelo fiel a los valores tradicionales, pero conciente del mundo que lo rodea, del que sigue siendo un protagonista.

“Tiene un gran sentido del humor”

“Al tío lo tengo que aprovechar hasta que Dios lo disponga. Nos tenemos mucho cariño, es un sol, un ser excepcional, bondadoso, generoso, que nunca tuvo problemas con nadie. Es buen anfitrión, tiene un gran sentido del humor, y eso es lo que lo hace seguir adelante. Si le duele algo nunca nos enteramos, y ahora sueña con festejar sus 102 años… Y de la forma que lleva su vida, puede llegar a mucho más”, contó su sobrina Norma Domínguez, sobrina y compinche de Nino, quien también ya es mayor: tiene 73 años.

Norma confesó que tanto Nino como su esposa, Irma, fueron como sus segundos padres. “Mi mamá murió joven, siempre tuve un vínculo muy estrecho y lo sigo manteniendo. Me malcriaban y todos los domingos los pasaba con ellos”, detalló la mujer.

Y concluyó: “Tengo la necesidad de disfrutarlo y viceversa. Lo defino como un ser de luz, de paz, respetuoso, le da valor a la vida y da sin recibir nada a cambio. Siempre le digo que cuando Dios lo necesite, se va a llevar una carga muy grande por todo lo bueno que cosechó”.

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