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¿La perfección?… ¡una utopía!

Por: Alicia Caballero Galindo

En el deporte constantemente se rompen récords de velocidad, fuerza, destreza. Sin embargo, cada año se logran nuevas marcas.
En el deporte constantemente se rompen récords de velocidad, fuerza, destreza. Sin embargo, cada año se logran nuevas marcas.

Gramaticalmente, perfección es el grado máximo de excelencia en algo; etimológicamente, el término procede del latín perfectio, compuesto por las voces per y facere. Hablar de algo perfecto significa llegar a un grado en que ya no hay nada que hacer para hacerlo mejor. Si esto fuera posible, el ser humano no habría evolucionado. Conjugar el verbo perfeccionar, aplicar los adjetivos “perfecto” y “perfectible” y usar el sustantivo abstracto “perfección” es sintetizar en esta familia de palabras que poseen un mismo origen etimológico la razón de la propia evolución. Desde que la especie humana apareció sobre la tierra, con un grado de inteligencia superior al de otras especies de seres vivos, poseía ya en su código genético ese instinto natural de buscar siempre nuevas alternativas que le permitieran hacer mejor sus cosas para tener una vida más llevadera y sus actividades más eficientes. Aprendió que la unión hace la fuerza y formó grupos para defenderse, supo que para vencer enemigos que lo superaban en tamaño y fuerza era necesario el uso de armas, descubrió la diferencia entre la piedra tallada y pulida, aprendió a construir sus propias viviendas y a dominar a la naturaleza a partir del primer paso: el descubrimiento de la agricultura y la domesticación de animales y aprendió a usar los metales. Supo intuitivamente que era necesario dejar testimonio de sus acciones a las generaciones venideras para que éstas partieran de los conocimientos ya adquiridos y aprendió a hacerlo por medio de la tradición oral, sus obras materiales y su escritura que en el tiempo ha perdurado como fiel testigo de la evolución de la especie. En la antigüedad la cultura griega es considerada como la maestra de la humanidad, porque la búsqueda de la perfección fue la piedra angular que sustentó su grandeza. El pueblo romano, al conquistar Grecia, asumió su cultura y la difundió por todos los dominios conquistados. Con el ocaso y caída del Imperio Romano surge la Edad Media, donde predomina el Cristianismo, siendo éste el eje central alrededor del cual gira el mundo y es en esta época donde surge una corriente religiosa llamada Perfeccionismo. Dicha doctrina sostiene que el hombre es capaz de lograr la perfección religiosa y moral por medio de las enseñanzas cristianas. Apareció en el siglo II y fue retomada por diversas organizaciones protestantes a raíz de la Reforma Religiosa. Calvino y Swinglio fueron unos de sus más fervientes seguidores. Con la aparición del racionalismo en la época Renacentista, de nuevo salen a la luz los principios de los grandes filósofos griegos, quienes sustentan a los pensadores como Descartes y Kant en su constante búsqueda de la verdad y la perfección.

Con la evolución de las ciencias y el crecimiento de la humanidad se ha aprendido que alcanzar la perfección es una verdadera utopía. Este término (utopía) fue concebido por Tomás Moro. Teólogo, humanista, pensador inglés (1478-535) que en una de sus obras lo aplica como nombre de una ciudad perfecta donde todo funcionaba en forma intachable de acuerdo a las normas políticas, religiosas y morales de la época, inspiradas también en la filosofía platónica. El concepto utopía designa la proyección humana de un mundo idealizado y perfecto ¡que no existe!, pero que es paradigma capaz de impulsar a la humanidad en la eterna búsqueda de la perfección total. El deseo de alcanzar la perfección ha sido a través del tiempo el detonador que impulsa a la humanidad en su constante evolución. Pero la perfección total sólo la posee el Supremo Hacedor del Universo.

Si los seres humanos consideraran que han llegado a la perfección total, se perdería la voluntad de esa búsqueda incesante que ha permitido el avance de la humanidad en todos los caminos del saber. Por ejemplo, en el campo deportivo constantemente se rompen récords de velocidad, fuerza, destreza, sin embargo siempre hay quien corra más rápido, quien aplique más fuerza, quien salte más alto… y siguen rompiéndose récords mundiales cada año. En el ámbito científico, cada descubrimiento; y cada reto vencido, representa más interrogantes por resolver y más puertas por abrir. El ser humano por naturaleza, es un investigador nato y cada generación que madura debe tener el firme propósito de escribir su propia historia con sus acciones y enseñar a los jóvenes que todo esfuerzo puede superarse, todo objetivo alcanzado implica poner las vista más allá de él en busca de nuevos retos. Esta actitud es la que mantiene a los cerebros de los seres humanos vigentes, activos, útiles, hábiles, sin importar la edad cronológica del individuo. La mentalidad del triunfador es apreciar su última obra como la mejor, pero entender que perdurará como tal mientras se hace una superior. Cada ser humano debe ser un maestro en los aspectos que domine y tiene la obligación de dar a los que le preceden su conocimiento para que continúe la evolución intelectual de la especie. Un buen maestro es capaz de dar lo mejor de sí; y su mayor triunfo será preparar nuevas generaciones que lo superen. Es compromiso de las generaciones maduras proporcionar a los jóvenes su experiencia y sus conocimientos para que no se repitan errores del pasado y los jóvenes habrán de tener la visión de tomar del pasado los conocimientos para cumplir plenamente su compromiso en el tiempo que les corresponde vivir. El universo del conocimiento es infinito y a medida que abrimos nuevas puertas aprendemos y entendemos esa trillada frase de Sócrates que encierra una gran profundidad: “Sólo sé que nada sé”.

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