Ciudad

Vivir sin luz y sin certezas

Por Laura Hintze.- A cada reclamo de vecinos del complejo de España y Rueda, sin corriente desde la tarde del martes, la EPE respondió con erráticos argumentos. Hasta contestaron que todo estaba solucionado.


luzdentro

“Imaginate cómo me tiene de perdida el calor, que ya tengo puesta la mesa para el almuerzo. ¡Y apenas son las 10.30!”, dijo Ana María, señalando su mesa, a la que todavía no le había llegado la luz del sol. Su testimonio fue un buen resumen de lo que pasó en los tres edificios ubicados en la manzana de España, Italia, Amenábar y Rueda. Sólo entre esas cuatro calles, entre 1.500 y 2.000 personas llevaban al medio día de ayer más de doce horas sin electricidad. Ése fue sólo uno de los cortes que durante la jornada volvieron a dejar a Rosario a media luz. La Empresa Provincial de la Energía había programado dos cortes en distintos radios del centro.

Son diez pisos, cada uno con diez departamentos. En total, 320 viviendas y cerca de dos mil personas distribuidas en tres grandes monobloques que desde la tarde del martes estaban sin energía eléctrica. Ayer a la mañana, el panorama era casi de resignación. Muchas de las viviendas tenían las persianas bajas, intentando que el calor no entre. Una señora leía el diario sentada en su balcón y unos pocos departamentos más allá una chica estaba absorta frente a la pantalla de su celular. En todos los pisos se veían bebés corriendo en pañales. El sol pegaba fuerte, aunque la temperatura había disminuido en comparación al martes y una leve brisa hacía más agradable la permanencia a la sombra. El aire olía a caucho quemado: un hombre había “enloquecido” –según sus propios vecinos – y empezó a prender fuego gomas, aunque no le duró mucho.

“No tenemos luz desde ayer (martes) a las 18. Nadie nos atendió en la EPE hasta las 3.30 de esta madrugada. Yo empecé a tomar los números de reclamo de cada uno que llamó. A todos los que atendieron le dijeron algo distinto: no pudieron explicar qué pasa, o le dijeron que estaban por mandar cuadrilla y hasta que el desperfecto ya estaba solucionado”, explicó Verónica, secretaria de la administración de los edificios.

Hasta el momento en que El Ciudadano estuvo en el lugar nadie sabía a ciencia cierta ni qué pasaba ni cuándo iba a solucionarse el problema. “La gente no sabe qué hacer. Nunca tuvimos problemas, porque estamos cerca de los hospitales; a lo sumo pasamos tres o cuatro horas de corte y vuelve enseguida”, relató un vecino.

Un conflicto en cualquier edificio implica una serie de problemas para cada uno de sus habitantes. Todos se acumularon ayer en esta manzana: gente grande que no pudo bajar las escaleras, un vecino en sillas de rueda, otro que fue transplantado y estuvo viviendo en condiciones insalubres, además de la falta de agua para estas miles de personas. La noche anterior, una señora que vive en un décimo piso tuvo que dormir en su auto. “Si pienso en lo que tengo en la heladera me pongo como loca”, agregó Silvia, con la boleta de la luz en la mano y varios números de reclamo escritos ahí.

Ella y Ana María, Francisca y Hortensia –todas pasando los 65 años– estaban en el balcón, reunidas. La receta para pasar el mal rato era sencilla: tomarlo con gracia y con calma. A coro despidieron a cronista y fotógrafo cantando desde la altura: “Luz, luz, queremos luz, luz”.

El duro oficio de poner la cara cuando no hay explicaciones

Kafka hubiera hecho un cuento.

Después de veinte minutos de gastarse las yemas pulsando el 0800, y casi con el crédito del celular agotado, la mujer consiguió que la atendiera una operadora de la EPE tras largo preámbulo de musiquita y de inútiles informes de los cortes “programados”.

La mujer quería reclamar por un corte de energía en la zona de Maciel al 1000.

—¡Pero ese reclamo fue hecho a las 19! –le respondió la operadora del 0800.

—¿Cómo a las 19, si se cortó a las 22? ¿Lo podés anotar, me podés decir en cuánto estiman que van a venir a repararlo? –siguió, sospechando una tomadura de pelo, la clienta a oscuras.

—Dentro de seis horas irá la cuadrilla –escuchó como respuesta en tono neutro.

 —¿Seis horas me decís? ¿Tengo que pasar esta noche sin ventilador ni luz?

La chica del otro lado de la línea, tal vez olfateando que su indolencia rebotaba en próxima furia de la sufrida usuaria, la dejó, además de a oscuras, sin respuesta: cortó –otro corte–, sin siquiera un mentiroso “Buenas noches”.

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