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Verano pendiente del espejo

Con el calor aumentan las consultas por casos de trastornos alimenticios. Afirman que al vestir menos ropa que en invierno se desata la crisis de la autoimagen, mayoritariamente en pacientes jóvenes

“En la primavera el problema aumenta”, según se observa desde la psiquiatría.
“En la primavera el problema aumenta”, según se observa desde la psiquiatría.

En la sociedad moderna donde el físico y la belleza juegan un papel fundamental, la anorexia y la bulimia se presentan como un cuadro crónico y progresivo que se manifiesta a través de la conducta alimentaria, en su mayoría en mujeres entre 12 y 16 años.
Sin embargo, la realidad es más compleja que la distorsión de la autoimagen corporal y el temor a subir de peso, sobre todo en esta época del año cuando se usa menos ropa, el cuerpo se muestra más y la autoestima queda expuesta. “En la primavera el problema aumenta”. El doctor Rubén Asensio, psiquiatra con más de veinte años de experiencia en el tema, afirma que con la llegada del calor aumentan las consultas por trastornos alimenticios. El profesional atribuye el incremento en las consultas a que después del invierno las chicas pasan de estar con todo el cuerpo oculto a estar más expuestas y “la situación desencadena la dificultad puesta en el cuerpo que tiene que ser mostrado”, dice.

Asensio fue el mentor, en 1989, del grupo médico Sigma. En el mismo, conformado por un grupo interdisciplinario de profesionales dedicados a la atención en problemáticas de bulimia y anorexia y los trastornos de ellos derivados, llevan adelante una dinámica de tratamiento construida desde el grupo familiar hasta la interacción con otros pares que requieren la misma solución. La asistencia integral al paciente y su familia comprende no sólo aspectos relacionados con la temática nutricional (anorexia, bulimia, obesidad y asesoramiento nutricional), “sino la evaluación del paciente en forma integral desde el abordaje clínico”, explicó.

El espacio de trabajo de estos profesionales se ubica en Urquiza 1907 y el abordaje de este trastorno ha permitido adecuar la atención a las necesidades individuales de cada paciente y a brindar el asesoramiento necesario hacia la familia acerca de cómo ayudar al paciente en las distintas fases y momentos que atraviesa en relación a su trastorno nutricional.

Las mediciones antropométricas (peso, talla, compartimentación corporal, medición de pliegues adiposos), la utilización de encuestas y autorregistro alimentario, la solicitud de análisis de laboratorio y estudios complementarios adecuados, complementan la información necesaria para la correcta valoración individual del paciente.

El psiquiatra explica que quienes tienen este tipo de trastornos mayormente son personas retraídas e inteligentes. “En un principio el problema se manifiesta con una excesiva preocupación por la composición calórica y la preparación de los alimentos. Más tarde, la obsesión por la imagen lleva a que lentamente dejen de comer, utilicen diuréticos y laxantes o abusen del ejercicio físico”, explica el doctor. Asimismo, aclara que esta conducta generalmente pasa inadvertida para los padres, quienes se consuelan diciendo “ya va a pasar”. Sin embargo, enfatiza: “Cuanto antes se tome el problema, mejor será la evolución”.

Según Asensio, un síntoma a tener en cuenta en un caso de trastorno alimenticio es que el paciente se haya vuelto un ser poco sociable e introvertido. El paciente decide la no alimentación como freno al desarrollo adoptando un cuerpo retraído que perderá las formas de un futuro adulto. Dicha elección, en definitiva inconsciente, es un retroceso emocional acompañado del corporal.
Por último, el paciente opta por comportarse como un niño donde los padres, quienes vuelcan sus vivencias y ansiedades en la crianza de sus hijos, prefieren facilitar el entorno hostil que lo rodea resolviendo sus problemas.

Asensio sostiene: “El conflicto tiene que ver con el posmodernismo, con ser buenos padres, con ser el mejor. Siempre les aconsejo a los padres hablar, buscar el espacio para hacerlo pero no como amigos, como padres. En la medida que los padres cambian esa conducta, los chicos mejoran”, subraya.

Asimismo, señala que la recuperación de este desorden alimenticio se logra cuando se alcanza un peso adecuado dentro de rangos saludables. Es el primer indicador de recuperación. “Esto generalmente se acompaña de reinserción en la vida social, emocional y afectiva, con retorno a sus actividades habituales como deporte y reuniones sociales. La recuperación de los lazos afectivos es también un importante cambio en la fase de recuperación”, afirma.

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