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Unas pocas lágrimas antes del veredicto

El próximo jueves se conocerá la sentencia en el primer juicio oral a represores.

Por: Lucía Demarchi

Poniendo en escena una aparente aflicción, con lágrimas en los ojos y hasta la voz quebrada, el represor Juan Daniel Amelong, uno de los cinco imputados por delitos de lesa humanidad que están siendo juzgados por crímenes cometidos durante la última dictadura, dijo ayer sus últimas palabras ante los jueces que en una semana habrán de dictar sentencia. Olvidando que entre el público están los familiares de las personas que él está acusado de asesinar y hacer desaparecer, Amelong apuntó a la ternura de los magistrados: “Si me impusieran una pena, no sería a mí, sino a terceros: a mis amigos, a mi mamá, y a mi hijo”. Luego tomaron la palabra sus compañeros de banquillo en las causas conocidas como Quinta de Funes y Fábrica de Armas: Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Walter Pagano y Eduardo Constanzo.

“Si me impusieran una pena, no sería a mí, sino a terceros: a mis amigos, a mi mamá, de 84 años, y a mi hijo de 11, a quien privaron de su padre la mitad de su vida”, dijo Juan Amelong, el primero en hacer su conclusión ante los jueces ayer, en la penúltima jornada del juicio, con la voz quebrada en señal de angustia.

“El resultado de este juicio histórico es político”, consideró Amelong. “La decisión de los jueces puede ser elogiada en el (diario) Página12 de mañana, o ser denostada por la historia”, expresó el imputado, quien hoy tiene 58 años y podría terminar sus días tras las rejas.

En este sentido, Amelong expresó que el objetivo de las partes acusadoras no es su “resocialización” a través de la pena que podría ser impuesta, sino castigarlo. “Deberían resocializar a los que en los últimos años me hicieron nueve escraches”, consideró. “Sólo exijo la legalidad que reclamé desde el primer día”, expresó el hombre que durante la primera jornada del juicio exhibió una bincha con esta misma consigna, y un maletín que decía “CFK fuiste”.

A su turno, Pascual Guerrieri evocó la cadena de mando, remarcando que con su cargo no tenía poder para tomar decisiones, y apeló a mirar al futuro, metafóricamente: “No se puede manejar un auto mirando sólo el espejo retrovisor. Nos puede ayudar a hacer una maniobra, pero si no miramos para adelante el auto va a chocar. La vida, la nación está adelante, no en el pasado”.

Jorge Fariña, por su parte, volvió a repetir que las condiciones de su detención fueron completamente irregulares, ya que la orden para apresarlo estaba a nombre de Rubén Fariña. “No soy un delincuente, siempre me he sentido inocente. Mi único delito fue formar parte del Ejército y seguir las órdenes del II cuerpo del Ejército en Rosario”.

El ex agente de inteligencia Walter Salvador Dionisio Pagano se limitó a agradecer a sus defensores y reivindicar su inocencia.

Por su parte, el represor Eduardo Tucu Constanzo, el último de los imputados, que a lo largo del juicio aportó datos más que significativos para el esclarecimiento de los hechos, pidió protección y se desvinculó de los hechos. “Si me condenan por matar a alguien se va a cometer un error. Mi vida corre peligro. Voy a ser asesinado. No permitan eso jueces. No permitan que me convierta en Jorge Julio López o en Silvia Suppo”, pidió Constanzo.

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