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Mensaje mafioso

Una ejecución con sello narco en la zona oeste

El dueño de un carrito fue asesinado a tiros. Era padre de Justine Fuster, ultimada junto con Luis Medina en 2013 en el acceso sur. Sus allegados dicen que había increpado a los homicidas de su hija y, por eso, esperaba que lo mataran.


Gustavo Pérez Castelli sabía que lo iban a matar. Según sus amigos llevaba varios años esperando la visita de la parca, que finalmente anteanoche fue a su encuentro, mientras él atendía su carrito de comida al paso de la zona oeste. El verdugo lo tomó por la espalda y le gatilló cuatro plomos en la cabeza; luego intentó cortarle la oreja. Según los investigadores no hay dudas de que se trató de un crimen de tintes mafiosos. Por el caso no hay sospechosos ni detenidos. Justina, la hija de la víctima, fue asesinada a fines de 2013, cuando un grupo de personas emboscó a Luis Medina, el sindicado empresario narco que era novio de la chica, en el acceso sur. Nicolás, otro de los hijos de Gustavo, está preso desde el año pasado, acusado de formar parte de una banda que se dedicaba a la venta de drogas boutique, para las clases pudientes de la ciudad.

El carrito Panamericano funciona en la colectora oeste de avenida Circunvalación y Mendoza. Tiene atención las 24 horas y cuenta con una carta conformada por hamburguesas, lomitos y choripanes. Para los comercios ambulantes de su rubro, el remolque de Panamericano se destaca por sus prolijas terminaciones y sus detalles en aluminio. Ayer por la mañana, numerosos transportistas pararon en Panamericano y recordaron a su dueño. “Gustavo era un tipo re accesible. Muy buena onda; todos lo conocíamos acá. Es terrible, con lo que le pasó a la nena. Ahora él”, señaló un camionero.

Según contaron los que lo conocieron, Pérez Castelli, conocido como Baba, se había gastado 260 mil pesos en su carrito. Vendió un Peugeot 207 para cubrir la compra. Tenía una casa en Roldán y le gustaba andar en moto. “Cuando le mataron a la hija quedó destruido. No volvió a ser el mismo y, para mí, lo de anoche tiene que ver con eso. Porque él los fue a buscar a todos los narcos, a mano limpia, a exigirles explicaciones”, contó un cliente.

De acuerdo con allegados a Gustavo, él solía sentarse en una silla plegable junto a su carrito. Ahí esperaba a que llegaran los comensales. Siempre mirando al este, hacia Circunvalación, de espaldas al paredón que delimita las canchas de fútbol 5 Vale Chumbar. Así se lo encontró su verdugo a eso de las 23.40 del jueves.

Los investigadores suponen que la persona que mató a Pérez Castelli llegó al lugar a pie, desde calle Mendoza. La colectora estaba muy oscura y el homicida trabajó sin problemas. Caminó a espaldas de la víctima, se le paró por detrás y le metió cuatro tiros en la nuca y la mollera con un arma calibre 9 milímetros. Varios de los proyectiles le salieron por la cara. Uno le quedó alojado entre los dientes. “Él siempre se sentaba en la silla al lado del carro. Pero no miraba para los costados. Se colgaba mirando el Facebook o el whatsapp. Seguro que ni lo vio venir”, contó a El Ciudadano un habitué de Panamericano.

Según una empleada que estaba trabajando en el carrito al momento del ataque, el homicida, luego de ejecutar a Gustavo, se inclinó sobre el cuerpo de la víctima e intentó cortarle la oreja con un arma blanca. Este es el dato que confirmó al fiscal de Homicidios Dolosos Florentino Malaponte: que el asesinato está vinculado con problemas mafiosos, porque “la herida en la oreja es poco común; es un mensaje”.

Hasta anoche los investigadores tenían pocas precisiones. Vecinos de la zona aseguraron haber visto a dos muchachos encapuchados corriendo de la escena del crimen por colectora, con dirección sur; lo que habilitó la hipótesis de que en el caso haya participado una segunda persona.

Esperaba la parca

Un joven que conoció de cerca al Baba Pérez Castelli contó que estaba esperando que lo fueran a buscar; tenía claro cuál sería su suerte, con lujo de detalles. “Por un allegado se enteró que lo querían matar. Le habían prometido que le iban a llenar los pulmones de plomo, de tiros la cabeza y que le iban a cortar la oreja”, explicó esta fuente. Según los dichos del hombre, Pérez Castelli suponía que el autor intelectual de su muerte sería una de las personas que estuvo vinculada con el homicidio de su hija. “Cuando le mataron a la piba, él se fue a la casa de todos los narcos y los invitó a pelear, a mano limpia. Pero ninguno le respondió. Todos se cagaron”, describió.

La muerte de Justine

Justina se amparó bajo su nombre artístico para su incipiente carrera como modelo. Se hacía llamar Justine Fuster, por el apellido de su madre, y consiguió mostrar sus curvas en algunas revistas para hombres, bastante ligera de ropa, si es que llevaba algo. A finales de 2011, desapareció de los medios.

Tiempo después comenzó una relación con el empresario Luis Medina, quien dejó a su pareja de toda la vida y formalizó con la voluptuosa Justine como su novia para la época en que inauguró la franquicia local del boliche Esperanto, que se frustró por la oposición de los vecinos. La vida de la pareja tuvo un final abrupto el 29 de diciembre de 2013. Circulaban en un Citroen DS3 rojo por acceso sur, entre Ayolas y Uriburu, cuando fueron emboscados  –en principio desde dos autos– y acribillados. Todas las hipótesis apuntaron a un móvil narco y una de ellas se posó sobre su ex socio, un hombre preso en provincia de Buenos Aires como jefe de la Banda de los Rosarinos, dedicada a robar autos en el norte del conurbano para cortarlos en Rosario. Y como ejecutores a los mismos que estuvieron en la mira por el ataque contra la vivienda del entonces gobernador Antonio Bonfatti. En las horas siguientes al crimen el Baba Pérez Castelli concurrió al country de la localidad bonaerense de Pilar donde vivía su hija con Medina, ya que tenía copia de la llave. Lo acompañaron tres efectivos de la División Judiciales de la UR II, aunque no tenían orden judicial. Los uniformados terminaron con una causa de abuso de autoridad y fueron puestos en disponibilidad.

La detención de Nicolás

A Nicolás Pérez Castelli, hijo de Gustavo y hermano de Justina, lo arrestaron el 25 de abril del 2015 en una casa de Hostal del Sol. Según la investigación, era integrante de la primera línea de distribución de una banda que vendía drogas de diseño entre los círculos de la alta sociedad rosarina, organización de la que además formaban parte un stripper venezolano, un barrabrava, el dueño de un local de autopartes y el hijo de un ex jefe de la Policía provincial. A Nicolás, apodado Parguete, le incautaron un Honda Civic en el marco de los allanamientos y al ser indagado negó los cargos: dijo que su único vínculo con las drogas era su adicción.

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