Ciudad

Un siglo con las noticias de todos los días bajo el brazo

Por Santiago Baraldi.- Cristian Sagripanti heredó de su padre el oficio de canillita en el microcentro. A los 9 ya voceaba diarios.

“Veo pasar a miles de personas, pasan al lado mío y les siento el perfume, el aroma, el sabor, los veo pasar a todos: los talentosos, los ordinarios, los negros, los blancos, los choros, los pungas, las mecheras. Ya soy parte de la calle”, así se presenta Cristian Sagripanti, dueño del kiosco de diarios ubicado en peatonal San Martín entre Córdoba y Rioja. A los 9 años comenzó a vocear los titulares en la esquina acompañando a su padre y desde entonces no falta nunca en la parada. “Hace un par de años me di cuenta que la noticia no vende, fijate que los diarios te vienen con regalos, yo incorporé los posters y películas, fui el primero”. Asegura que “lo feo está de moda” y no para de vender las fotos de los Wachiturros o Justin Bieber. “Que no sé ni quién es”, dice.

Su padre comenzó hace casi un siglo en la esquina de Rioja y San Martín, cuando el reparto a domicilio era negocio: “Antes de las 6.30 habíamos pasado por debajo de las puertas 250 capitales, ahora no existe más eso. Después vendíamos hasta las 10 unas 300 más en el kiosco, a media mañana llegaban Nación, Prensa, Mundo y Clarín, a las 12 tenía todo el vento en el bolso…después, por la tarde, Tribuna y Crónica que traían todo el escolazo…Los diarios ahora para vender tienen que venir con compact, fascículos, libros; la noticia sola ya no vende…”.

El kiosco de Sagripanti está empapelado de fotos ampliadas y asegura que “el ranking de ventas lo lidera Marilyn Monroe”. “A ella le siguen Chaplin, el Che, Los Beatles, los Rolling Stones, Los Tres Chiflados, Diego, Martín Palermo, Keith Richards, Dalí… Los Wachiturros me lo sacan de las manos y ahora este pibe Justin Bieber que no sé ni quién es, pero me lo piden las nenas”, se ríe.

“Me crié entre titulares y olor a tinta, creo que si no tuviera el kiosco me moriría”, afirma mientras toma un café. Sagripanti es, además, un apasionado por el baile: “Siempre me gustó la noche, en un tiempo, diez años seguidos, todos los fines de semana a bailar. Me gusta vestir bien y tenía facilidad para bailar, soy fanático de Elvis, a quien me hubiera gustado conocer. Recuerdo los bailes en Gimnasia, Provincial, estuve con Tom Jones, Johnny Halliday, Domenico Modugno, Salvatore Adamo,  Charles Aznavour, estuve con todos los que vinieron a Rosario”.

Recuerda cuando el ex intendente Horacio Usandizaga convirtió en peatonal a San Martín. “Soy el único que te puedo decir dónde pasa cada caño, los vi romper mil veces la vereda y la calle, el único plano que sirve es el que hicieron los ingleses con las cloacas hace 150 años, después cada uno que pasó por aquí hizo desastres”.

Consultado sobre cómo era el rosarino hace 50 ó 40 años, se toma un momento: “Era otra gente, había otra educación. No estoy en contra de las modas, pero hoy está de moda lo feo, la cultura wachiturra, pareciera que no hay educación, buen gusto, respeto. El otro día una nena que no tendría más de siete, ocho años, vino con su madre, ella me pide una película y la chiquita le dice: «Mamá no seas pelotuda… Esa ya la tengo». Si yo le llegaba decir «pelotuda» a mi madre, me daba vuelta la cabeza de un cachetazo. Ahora está todo al revés”.

Sagripanti asegura que antes había lectores, “cosa que ahora no”. Y explica: “En cada casa hay más de un televisor, también computadoras y notebook, la gente grande se fue muriendo, nosotros vendíamos con el reparto a domicilio unas 250 capitales, a las cinco y media ya las había pasado por debajo de la puerta. La gente se escapó por otro lado, quiere comodidad y sigue las noticias por la pantalla. Cuando lees una noticia en el diario, Crónica te la pasó diez veces por la tele… Es muy difícil”.

El hombre explica que ya no hace el reparto a domicilio, y recuerda cuál fue el día que tuvo más ventas: “Entre el reparto y lo que se vendía al pie del kiosco, estábamos en más de 500 capitales. La Nación y Clarín llegaban a las 10 y era otra tanda de diarios que se vendían y después los de la tarde. Hubo un tiempo de gloria. El día que murió John Kennedy fue cuando vendimos más diarios, no te exagero si te digo que entre los locales, los de la tarde y las ediciones extras, vendimos más tres mil ejemplares”.

Nacido y criado en Entre Ríos al 3700, Sagripanti debió dejar la escuela secundaria cuando enfermó su padre y junto a su hermano primero y luego solo se hizo cargo del kiosco. “Estuve ininterrumpidamente, de lunes a lunes, 29 años sin cerrar un día, abierto a morir, vendiendo dentro de la zona de Santa Fe, Mitre, Buenos Aires y San Juan, mi territorio”, afirma mientras recuerda lo que su madre le decía cuando era chico: “Siempre lo pasado fue mejor”. “Y ahora, a los 60 años, con toda la tecnología que hay, yo digo que tenía razón en todos los aspectos. La gente era mejor. Fijate, por ejemplo, lo que ha hecho la llegada del Casino a Rosario: a mí me gusta jugar, pero está pelando a los rosarinos. Salen por día dos millones de pesos que no quedan en Rosario”.

Cuando era chico, Sagripanti coleccionaba figuritas, monedas, estampillas y compraba una revista que venía con direcciones de los actores famosos de aquel momento. “Uno les escribía y le mandaban una tarjeta con la foto autografiada. Y a mí siempre me gustó la fotografía: cuando Argentina salió campeón del Mundial 78, un amigo sacó fotos y yo las hice póster. Vendí como dos mil. Por eso hace un año y medio o dos, me metí con el tema de las fotos ampliadas a full, y vendo bien”.

Sobre el perfil del consumidor de las peatonales, si el que compra en la peatonal Córdoba o Paseo del Siglo es distinto al consumidor de la peatonal San Martín o calle San Luis, Sagripanti teoriza: “Diría que la gente de clase media baja gasta más el dinero, el de calle Córdoba se fija quinientas veces antes de comprar algo”.

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