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Un salvavidas americano para la historieta local

Para no perder lectores un grupo de realizadores eligieron publicar historias de a capítulos en un formato ligero por los costos de impresión. El colectivo editorial Big Sur lanzó los tres primeros números de tres nuevos comic books y están en la Feria del Libro


 

Debajo de un sombrero negro, Frank Miller, ícono de la historieta mundial, hace tiempo en el Monumento a la Bandera. Es un caluroso Día de la Madre y no hay mesa en los restaurantes. Nadie le pide una foto, pero sabe que al llegar a menos de 500 metros de la convención internacional de historietas Crack Bang Boom (CBB) le costará caminar. Después de almorzar, ya dentro de los galpones de la convención se entrega a los fanáticos de Batman, Ronin, Daredevil o Sin City, entre otras obras maestras del norteamericano. Cada tanto frena y mira qué es lo que más venden las comiquerías. El detalle no se le escapa a David Alabarcez, organizador y escolta de Miller. “Siendo un genio y consagrado, todavía quiere saber qué divierte a los lectores hoy”, explica a El Ciudadano. Lejos de la trayectoria, pero cerca del ejemplo de Miller, Alabarcez hoy intenta darle vida a Motordrome, una nueva historieta que terminó para ediciones Szama del colectivo Big Sur (que agrupa otras tres editoriales). “Queremos que el lector vaya a la historieta no porque somos de Rosario o Argentina. Buscamos que no duden en si pueden comprarlo por el precio. Y más importante: queremos que se diviertan por 24 carillas y al final tengan ganas de saber qué va a pasar en el próximo número”, dice Alabarcez.

La forma de debate

Motordrome está ilustrado por Mariano Taibo y empieza a contar una historia de una carrera de autos y pilotos forajidos. Es todo lo que sabe el lector hasta ahora. Salió en el formato norteamericano de comic book que desde hace décadas y con capítulos concentrados en pocas páginas a color sin tapa rígida cada mes mueve la industria mundial. La idea está lejos de la tradición argentina donde las costosas tapas duras de las antologías guardan recopilaciones de tiras o una novela gráfica. El comic book tampoco es una revista de fanzine, un formato más barato y menos refinado que sirvió de refugio y escuela de historietistas durante la década del 90 y principios del 2000.

El formato está en el medio. Para el editor local Juan Ángel Szama, es una salida práctica a un contexto actual donde los costos de impresión son altos y el bolsillo de los lectores es cada vez más flaco. Junto a Motordrome el sello que dirige Szama lanzó en mayo los primeros números de dos series más: Ser Super del realizador Fer Calvi y Rondador Nocturno #1 de Martín Tejeda y Mariano Taibo. Pueden conseguirse en el stand de Big Sur en la Feria Internacional del Libro o en las tiendas de comic de la ciudad.

La forma de hacerlos

En un teatro La Comedia repleto a mitad de octubre, un chico le pregunta a Frank Miller cuál es la mejor forma de escribir historietas. Sentado al lado de Alabarcez, el sexagenario responde: “Hacelos lo más internacionales que puedas”. El concepto suena meses más tarde como música de fondo cuando Alabarcez explica a este medio: “Si haces una historieta y al personaje le pones una camiseta de Racing como en Cazador (el personaje de Jorge Lucas que burla al Capitán América) podes alejar a un lector de Independiente. No me gusta el fútbol, pero entiendo las reglas”.

Para el realizador no se trata de huirle al costumbrismo porque sí, sino llegar a la mayor cantidad de lectores posible. Entonces, insiste que la relación con el editor, atento a qué vende y qué hace el guionista e ilustrador, es tan importante como la búsqueda artística. “No creo en hacer comic que no gusten y sean sólo para los autores o sus amigos”, opina Alabarcez.

Cuando habla de cómo formar nuevos realizadores, Alabarcez, que trabajó por años a la par de Eduardo Risso, dice que las herramientas digitales pueden ser peligrosas. “La concentración en el detalle y la posibilidad de volver una y otra vez al mismo cuadro con una combinación de teclas puede hacer que no avances. Es mejor trabajar en papel. Lo más difícil de aprender es avanzar”, explica y gira el problema a los guionistas. “Podemos creer que tenemos muchas ideas, pero cuando las bajamos pueden ser menos. Lo bueno es que las ideas (un personaje, una acción, un lugar, etc) siempre necesitan que les des contexto y que hagas nuevas ideas. Hay que soportar saber que al usarlas las vas a tener que completar y mostrar. Lo más difícil es sortear el miedo a quedarse sin nuevas ideas”, agrega.

La convención de historietas empuja a la industria nacional

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