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Un posible acuerdo previo a la psicoterapia constructivista

Por Raúl Koffman.- Frente a un mismo hecho, la interpretación que de se hace no es universal ni la misma para todas las etapas de la vida.


sociedaddentroEn psicología hay tantas propuestas técnicas como visiones del ser humano. Una de ellas es la de orientación constructivista. Y lo llamamos “orientación” porque hay varias propuestas terapéuticas que se inspiran en esta visión de la realidad y del mundo llamada constructivismo.

El fundamento del constructivismo es que no hay un acceso directo a la realidad tal cual es. Esto no significa que la realidad no existe. Nuestro sistema perceptivo y nuestras posibilidades de comprensión son limitadas. Por tanto, sólo podemos “construir” modelos de la realidad, acercamientos posibles; de allí su nombre. Prueba de ello es que frente a un mismo hecho real, la interpretación que de ella se hace no es universal, no es la misma para todos, ni la misma para todas las etapas de la vida. Y mientras construimos esos modelos, nos construimos también a nosotros mismos: conocer y conocernos, construir y construirnos es una tarea permanente con dos frentes. Proceso plagado de permanentes “errores”, de versiones siempre revisables.

Los perros con sus oídos y con su olfato, por ejemplo, tienen acceso a partes de la realidad que nosotros no tenemos. Para compensar las limitaciones que como especie tenemos, la tecnología intenta ampliarlas: podemos mirar y escuchar el interior del cuerpo, podemos mirar en la oscuridad, podemos mirar y escuchar el espacio exterior, pero además hay que construir conocimiento sobre ello, darle significado a lo encontrado. Porque nuestro mundo, además del mundo real, es un mundo de significados construidos, adjudicados a los hechos de ese mundo y de la vida. Porque si todos construyéramos lo mismo o tuviéramos el acceso tan directo a la realidad no habría tantos desacuerdos y puntos de vista distintos sobre los mismos hechos. Nuestros significados coincidirían.

Esto, que parece una obviedad, no lo es tanto por esta vieja costumbre humana de adjudicar realidad y veracidad a la propia construcción. Y hasta confundir construcción con percepción.

Lo que aquí interesa es saber que cada uno construye como puede su propio mundo, su propia realidad (sus ideas, sus valoraciones, sus acciones y sus relaciones). Y este proceso, a no dudarlo, construye el mundo real, construye la propia vida. Pero esta obviedad no es tan obvia para todos.

La psicoterapia de orientación constructivista afirma la necesidad del conocimiento y del reconocimiento, de este proceso de construcción y de autoconstrucción a través de los significados. Y la aplica técnicamente.

Estos fundamentos llevados a la práctica psicoterapéutica pueden resumirse en los siguientes principios básicos:

1. Seré siempre su aliado contra su problema. Un problema es todo aquello que, en última instancia, atenta contra su proyecto de vida y su calidad de vida. Un escollo en el camino del proceso de vivir. Muchísimas veces el peor enemigo es uno mismo. A veces se presenta como dificultad para cambiar, otras veces como dificultad para resignar.

2. Para la alianza, de su parte como consultante se requiere: I) su sinceridad, II) su paciencia (por momentos) y III) su compromiso de trabajo con la alianza. Por mi parte, como terapeuta aportaré: I) mi experiencia y conocimiento sobre los seres humanos y sus problemas y II) mi compromiso personal y profesional con la alianza.

3. Los verdaderos aliados critican y también felicitan a su compañero de ruta. Reconocer errores conjuntos y festejar los aciertos juntos son las dos caras de la misma moneda.

4. Cada encuentro es una “unidad de trabajo conjunto”. En ella trabajaremos para identificar y tratar de resolver sus problemas. En cada encuentro probablemente se trabaje sobre un aspecto de su/s problema/s, que forma parte de la extensa red de aspectos (que son muchos y diversos) que configuran el problema mismo.

5. Ir debilitando el problema, quitándole poco a poco las posibilidades de alimentarse y fortalecerse, es algo que seguramente haremos. Pero previamente habrá que saber cómo pudo usted construir su propio problema y qué hizo con sus debilidades y fortalezas.

6. Muchas veces no hay recursos para enfrentar situaciones y habrá que crearlos. Pero en otras ocasiones los recursos están y no se pueden reconocer o no se pueden utilizar habiéndolos reconocido. La alianza también se concentrará en estos aspectos.

7. La relación entre usted y su problema toma la forma particular del proceso en el que se desarrolló su vida. Reformularlo es un trabajo artesanal. Y un trabajo artesanal bien hecho lleva su tiempo, por lo que habrá que definir cuáles serán los objetivos de máxima y cuáles los objetivos de mínima. Es que el tiempo no es un recurso renovable.

8. Durante el trabajo conjunto aprenderá usted técnicas y métodos de abordaje de su problema. Cuando usted los utilice por usted mismo, uno de nuestros objetivos estará cumplido.

9. Al comienzo traerá una versión y visión de lo sucedido, que seguramente hacia el final podrá narrar de manera diferente. Escribir y re-escribir, resignificando la propia historia (al modo de una autobiografía que nunca se publicará), da buenos resultados.

10. No siempre se cuenta con el poder suficiente para modificar tendencias, repeticiones y efectos de hechos sucedidos. Algunos cambios serán posibles y otros imposibles. Posicionarse convenientemente para reconocer lo vivido y reconocer las propias posibilidades y limitaciones es un proceso de apropiación, faceta fundamental del trabajo terapéutico. Ser más actor y menos testigo del desarrollo de la propia vida es un objetivo importante.

11. La alianza siempre tiene un final, por acuerdo o por desacuerdos (expectativas no cumplidas, interpretaciones diferentes de los hechos, dificultades durante el proceso, limitaciones de ambas partes, etcétera). Los terapeutas estamos de paso por la vida de nuestros pacientes y está bien que así sea.

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