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Un hogar que busca su techo

El Refugio Sol de Noche aún no cuenta con una sede para su funcionamiento. Mientras tanto los voluntarios reparten raciones de alimento a quienes pasaron por el lugar y ahora están en la calle.

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Se aproxima el invierno y quienes pernotan en la calle necesitan un lugar cerrado donde pasar la noche. Es por eso que  voluntarios del Refugio Sol de Noche emprendieron la búsqueda de una vivienda a modo de préstamo, o alquiler, durante los meses más fríos del año.

La entidad, en la que trabajan unos 30 voluntarios, lleva tres años de vida y en esta oportunidad no cuenta con un espacio físico donde albergar a los sin techo. Es por eso que desde diciembre recorren plazas y la terminal de ómnibus, donde se encuentran aquellos que alguna vez pasaron por el refugio, y les entregan alimentos. “Sabemos que nuestra ayuda no es suficiente, pero ya que no tenemos un techo para darles, les brindamos por lo menos algo de comida”, expresó Natalia González, una de las integrantes del refugio a este medio.

Somos cerca de unos 30 voluntarios y pedimos a los lugares que conocemos una casa que nos puedan prestar o alquilar, de unos 3 o 4 dormitorios, con baño y cocina para que la gente pueda bañarse, comer, desayunar y dormir durante el invierno. El año pasado han pasado por el refugio unas 30 personas y en los días de frío más intenso se llegaron a contar 40 refugiados.

El lugar se había cerrado abruptamente por una denuncia anónima que señalaba que algunos de los refugiados se iban a quedar con el espacio por la fuerza. El cierre era inminente, se terminaba el contrato de alquiler y los voluntarios ya no contaban con fondos para sostener dicha transacción inmobiliaria.

Quienes pasaban la noche en el domicilio de Berutti al 3200 estaban al tanto de las limitaciones del servicio. “Nos enteramos que algunos de los refugiados querían ocupar el lugar. Entonces, como teníamos la vivienda alquilada de forma particular, no quisimos arriesgar ni a los refugiados que entendían que debíamos cerrar el espacio por el final del contrato y porque el invierno se terminaba, a los voluntarios que se habían hecho cargo de la administración de ese alquiler, con garantías que les habían cedido sus familiares”, contó González.

Tras esa interrupción, muchos de los se llegaban a la vivienda por las noches volvieron a la calle, algunos otros consiguieron lugar dónde quedarse. De todas formas, los voluntarios del refugio comenzaron una recorrida en busca de aquellos a quienes habían ayudado por las noches en calle Berutti y los encontraron en plazas céntricas de la ciudad, como así también en la Terminal de Ómnibus Mariano Moreno.

“Desde entonces les llevamos comida una vez por semana, usualmente los jueves. Durante el verano hicimos sándwiches con elementos que nos habían donado en nombre del refugio y algunos comerciantes conocidos, además de material que comprábamos. Luego pudimos darles algún pan dulce durante las fiestas que nos habían entregado. Después un par de voluntarios donaron lentejas y fideos y entonces pudimos prepararles algunos platos calientes para aminorar las bajas temperaturas que se sintieron hace unas semanas”, relató Vanina Perazzo, otra de las trabajadoras de Sol de Noche.

A su vez, ambas celebraron el apoyo del municipio, que luego de tres años de constantes pedidos de ayuda, les entrega un subsidio que les permite continuar con la iniciativa solidaria hasta el mes de septiembre. “Valió la pena la perseverancia, y si bien la ayuda no es mucha, todo suma”, sostuvieron las voluntarias.

En tanto, Natalia González expresó que se sumó un año más tarde del comienzo de la ayuda brindada por el refugio gracias al mensaje emitido por un mural en la ochava de Laprida y Pasco. “Anunciaba que quien quisiera ayudar podía comunicarse a tal número, o escribiera un mail, entonces me enganché con la idea de poder dedicar parte de mi tiempo a quien lo necesite”, recordó.

 Más que un techo

La iniciativa de Sol de Noche consiste no sólo en brindar un techo temporalmente a quien lo necesite; también es una especie de hogar con todas las letras. Usualmente trabajan en la propuesta casi 30 personas, en su mayoría estudiantes que dedican gran parte de su tiempo libre en cuidar de quienes lo necesiten. Las puertas del refugio siempre han estado abiertas de 21 a 6.30 y allí cada uno que se acercó fue asistido por un plato de comida, una ducha y una cama donde dormir, además del desayuno a la mañana siguiente para enfrentar los días fríos.

Pero allí no sólo se atienden las necesidades básicas, también existe un lazo de compañerismo intenso que se busca afianzar con el correr de los encuentros.

Según se supo de comentarios de los colaboradores del refugio, se han incentivado a jóvenes sin techo que busquen una manera de salir adelante, como así también la redacción de los respetivos curriculums vitae para presentarlos a la mañana siguiente y esperar por un trabajo digno que les permita tener un lugar donde vivir.

“No pretendemos que los visitantes sean permanentes, si bien vienen entre 20 y 30 personas, tratamos de que ellos mismos busquen un lugar donde quedarse”, señalaron las voluntarias. Además, se supo que muchos adultos han conseguido empleo y pudieron alquilar por lo menos, la habitación de una pensión, por ende ya no fueron al centro de noche y eso permitió que otras personas ocupen ese espacio. 

“Nosotros estamos en contra de la vagancia, somos estudiantes, trabajadores y chicos que además de todas nuestras obligaciones venimos a dar una mano a esta gente. Por eso apenas entran les decimos qué se hace cada noche: primero los anotamos en una lista, luego se bañan, y colabora en el orden y limpieza del refugio, como también en la cocina”, explicaron las jóvenes.

Hasta el año pasado se contó con la colaboración permanente de un empresario de agencias de loterías de la ciudad, pero esa ayuda ya no está y los colaboradores no cuentan hoy con un apoyo económico permanente, lo cual, en el caso de aparecer, sería de gran ayuda dado los gastos que implica este trabajo solidario y que requiere alquilar una vivienda, mantener su limpieza, pagar impuestos, la comida que elaboran cada noche y cada mañana.

Paralelamente, se supo que durante el invierno pasado hubo situaciones en las que se ha pedido colaboración a personal de la Guardia Urbana Municipal (GUM) en casos de peleas entre los que pasan por el refugio.

“Vamos aprendiendo de estas cosas con el correr de los días, nunca habíamos contemplado que alguna noche nos llegue una persona drogada o borracha que después se termine peleando con el resto de la gente; y bueno, en esos casos nos han ayudado a calmar el episodio”, habían mencionado algunos voluntarios del lugar durante el último invierno. Tal vez las bajas temperaturas anunciadas para los próximos días lleguen con colaboradores que quieran sumarse a esta idea y con la propuesta de algún espacio físico donde los jóvenes, cuya dedicación es admirable, puedan recibir a quienes necesitan el calor de un hogar, aunque sea por una noche.

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