Ciudad

Tres GUM amigos por el corazón de Villa Banana

Fabiana, José y Fabián son agentes municipales y hace tres años realizan tareas sociales en el barrio.

Por: Diego Montilla

Desde hace tres años –después de que tres pibes murieran trágicamente por inhalar pegamento– tres agentes de la Guardia Urbana Municipal (GUM) recorren periódicamente Villa Banana con el objetivo de brindar ayuda a cualquiera de los 15 mil habitantes que viven en una de las zonas más atravesadas por la exclusión de la ciudad. Fabiana Pendino, José Islas y Fabián Bolaño se internan por sus intrincadas calles para llevar y hacer visible la presencia del Estado en un territorio donde la violencia, la droga y la ausencia de los derechos básicos son parte del escenario cotidiano. Lograr que la gente de esa parte de zona Oeste confíe en tres personas “de uniforme” fue una tarea compleja y que requirió de un “día a día” lleno de desafíos. La recompensa no tardó en llegar. “Ahora nos llaman para contarnos sus problemas y ver de qué manera se pueden solucionar”, remarcan los municipales, quienes destacan lo difícil que es la vida en un barrio donde los sueños se desvanecen tan rápido como los autos que cruzan a toda velocidad por la avenida Presidente Perón al 4600.

“Este trabajo comenzó en 2007 cuando fallecieron tres chiquitos por inhalación de pegamento, algo que sacudió a todo el barrio. La idea es ir construyendo lazos permanentemente, empezar a construir ciudadanía dentro del barrio pensando qué implica el tema de la seguridad y sobre todo ejercer derechos. Para nosotros la seguridad es un derecho. Por eso estamos llevando adelante un plan a corto plazo y también a mediano plazo. Estamos trabajando mucho en el tema de la reescolarización de los chicos. El año pasado se logró reescolarizar a 50 chicos. Mucha gente no sabe que adentro de Villa Banana hay una escuela, que es el Colegio Champagnat, de educación Marista”, cuenta el titular de la GUM, Mariano Savia.

Algo para hacer

Por su parte, Islas recuerda que diariamente se observa una “gran cantidad de pibes desesperados por algo que hacer. Todos fuimos chicos y jugamos a la pelota con otros amigos del barrio. Siempre pasa que uno de ellos dice, «che y si nos fumamos un cigarrillo atrás del arco», esto para sentirse hombres. A estos chicos les pasa lo mismo pero directamente con un porro. Nosotros decimos que hay pibes locomotoras y pibes vagón. Hay pibes que están en banda, se enganchan con estos flacos y cuando se quieren dar cuenta tienen 25 años y están en Coronda. Tienen dos o más hijos y no consiguen laburo en ningún lado porque quién va a tomar a alguien que recién sale de la cárcel. Por eso el tema de la inseguridad es muy complejo. No hay zonas más delictivas que otras porque si no la peor zona sería el centro si consideramos los delitos financieros”, analiza.

“El programa más visto es Policías en Acción. Nosotros nos quedamos sorprendidos con eso y es por el tema que ven reflejada, en muchas ocasiones, su propia realidad”, agrega como dato cultural.

Su compañera de trabajo, Pendino, explica: “El otro día leí un artículo acerca de un estudio que se hizo en distintos penales del país donde el 95 por ciento de las personas que estaban privadas de su libertad no había terminado la escuela primaria. Lo leí y después de tres años de estar en esto creo que marca una de las principales razones de la inseguridad”.

“A la persona que vive en Villa Banana muchas veces le cuesta mucho cruzar las dos avenidas porque para ellos es otro mundo. Por la avenida pasan los autos último modelo y ellos viven en un lugar donde cuesta tener agua potable. Entonces cuesta cruzar la avenida para ir al distrito o para ir al centro de salud”, añade.

A su lado, Bolaño añade: “Cuando uno plantea generar ciudadanía, con la exclusión se distorsiona todo porque hay una amplia gama de derechos vulnerados. Para nosotros la desigualdad y la vulnerabilidad son la génesis de la inseguridad”.

El comienzo

Sobre cómo fue el comienzo del trabajo en Villa Banana, Islas indica que fue algo que se pensó durante un tiempo. “Lo que pasa es que acá estamos hablando de historias largas de no continuidad de proyectos que han generado estos bolsones. La gente está cansada de promesas y de discontinuidades. Muchas veces pasó que se logró un vínculo y al poco tiempo se rompió. Fue todo un tema entrar, pero entramos. Lo primero que notamos fue que hay muchas personas que vienen de migraciones internas producto de la destrucción de sus economías regionales en décadas pasadas. Mucha de esta gente viene de provincias como Chaco, Corrientes, donde la imagen del Estado más común que ellos tienen es la imagen de la policía. El uniforme es una representación muy fuerte del Estado para este tipo de sectores. Entonces, vos tenés dos posibilidades o utilizás ese uniforme de una forma agresiva o de una forma amigable. Lo que intentamos construir es un vínculo, nosotros somos una referencia del Estado. Nuestro día a día tiene que ver con esto. Nosotros decimos que tenemos una oficina con ruedas. El adentro de nuestra institución es el afuera del resto de las instituciones”, explica Isla.

“En el centro el tema de la ciudadanía tiene que ver con que una persona no te deje el auto en doble fila y en la villa hay otra lógica. Tiene una dinámica distinta, pero tiene el mismo color y el mismo sabor de las relaciones humanas que se tienen en cualquier parte. No nos podemos poner a analizarlo como si estuviéramos mirando con un microscopio, son exactamente iguales a nosotros y están atravesados por las mismas cosas”, agregó el agente.

“Ellos tienen las mismas pautas de consumo, el mismo deseo que la mayoría de los pibes, saben qué es un Mini Cooper, saben lo que es una zapatilla de marca, pero también saben que es muy difícil que algún día accedan a ellos. Nosotros dentro de nuestros parámetros por ahí no le damos bolilla, pero ellos sienten que les dicen «acá está, pero ni sueñes con tenerlo». Ahí es cuando te das cuenta que a lo largo de toda nuestra historia hemos devenido de la sociedad de ciudadanos a la sociedad de consumo. Y el consumo aparece como un hecho individual”, explicó Islas.

Y sostuvo que el consumidor es un individuo, “necesitas a un tipo que no se preocupe demasiado por los demás. En cambio, pensar lo colectivo es lo que tiene que ver con la ciudadanía”, prosiguió

Entre las distintas historias vividas en la villa, Pendino relata una particular: “Tiene como protagonistas a dos familias del barrio donde una miembro de una de ellas mata a sangre fría a un integrante de la otra. La familia del chico muerto quería tomar revancha porque la cosa se resolvía así, según ellos decían. Entonces nosotros con un trabajo fino, de ir todos los días, cada dos horas, a hablar con la familia de la víctima logramos que hagan la denuncia en el lugar que corresponde y puedan transitar por todos los escalones legales que corresponden. Eso fue trasladado a Tribunales después de varios meses que pasó el hecho porque la gente tenía miedo. Muchas veces tienen más miedo de ir a la Justicia que agarrar un arma y matar al victimario porque hay códigos que están marcados a fuego en algunas familias. El código vale. Nadie va a tomar represalias si vos matás al que mató a tu hijo y sí pueden llegar a tomar represalias si vas a Tribunales”, indicó Pendino.

Por último, la mujer sintetizó en una frase las razones por la cual se internan en una de las zonas más olvidadas de la ciudad. “Nosotros queremos que la gente confíe en el Estado. Creemos en la confianza en el Estado, en la Justicia, en la Salud y en la Educación ¿Porqué? Porque esa confianza define la democracia”, concluye.

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