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Especial para El Ciudadano

Teteras: un espacio subversivo para el placer y el amor

El auge de las aplicaciones de levante no opaca la historia y vigencia de las teteras: lugares fluidos donde el encuentro de los cuerpos también puede devenir en compañía militante, amistad sincera o, quién dice, hasta tu próximo ex


Revista La Tetera I Especial para el diario El Ciudadano   

Un territorio liquido

Me gusta ver las Teteras como un territorio líquido, fluido, corriente, cambiante. Un espacio subversivo que se abre en medio de lo formal por una convencionalidad extraña, oculta, secreta. Un escenario donde los actores son siempre diferentes, las intenciones son dudosas; las intensidades, mutantes; las miradas, elocuentes; los diálogos, escasos; los silencios, cómplices. Uno mismo nunca es el mismo cada vez que entra en esa escena.

Más de una vez, lo mueve a uno hacia la contienda la necesidad de la descarga inminente que no mira rostros, no pregunta, no responde, no sabe ni quiere saber de quién o quiénes se prestan como receptáculos. A fin de cuentas, en tal caso el encuentro es un trámite, como una transacción sensual sensorial. Otras veces se pone en juego la exigencia y no toda oferta es un buen partido. Surge la codicia por los pectorales abultados, los brazos anchos, los abdominales marcados, las nalgas amanzanadas, los movimientos dominantes. Como si fuera cierto el dicho de que cuanto más atributos mayor diversión.

Lo cierto es también que quienes ya somos parroquianos de estos antros hemos sabido encontrar en este enjambre de cuerpos y deseos, sutiles pero valiosos resabios de sororidad. Personalidades con suertes afines a la propia, prontas a gestos atentos, afectivos, amenos. Sintonías tan cercanas que puede llegar a devenir en compañía militante o amistad sincera.

 

Hicimos pis mirándonos

Capristo

Nunca fui a una tetera a buscar sexo. Un poco por vergüenza de encontrar a alguien conocido, un poco por prejuicios. Esa noche estaba en el cumpleaños de una amiga, en un boliche muy cheto de heterosexuales. Ya era tarde y yo estaba un poco borracho. En el único lugar donde se podía fumar era en el baño, así que cada vez que iba me fumaba un puchito y miraba como los chongos se la sacudían y se la acomodaban. Me puse en un mingitorio a hacer pis y un pibe se puso en uno de más allá. Yo inconscientemente lo miré. El me vio y se me puso al lado. Hicimos pis mirándonos los pitos y me sonrió. Me dijo: “¿Queres que vayamos a mi auto?” Y yo por miedo de perderme a mis amigos le dije que no. “Bueno, vamos a un cubículo”, me dijo. Lo pensé un segundo y nos metimos. Sacó su pija y me dijo, mejor dicho me ordenó: «Arrodillate». Así lo hice, con una mano tenía la puerta y con la otra su herramienta. Sentía el bullicio del boliche y de los chongos yendo y viniendo en el baño. Tenía miedo que nos descubran, pero a la vez eso me generaba una adrenalina tremenda. Se la deboré. Acabó en el inodoro y se acomodó y se fue rapidísimo. Y yo salí con las rodillas embarradas.

 

Casas del anonimato

Cronotópico

El lugar común es declarar a las teteras casa del anonimato. Sabemos que eso no resiste mucho análisis, varios somos figuritas frecuentes en algunos sitios. Yo en particular soy de aparecer mucho el circuito de comida rápida del centro, me queda a la salida (y a veces a la entrada -tarde-) del laburo. Así y todo, caras nuevas nos cruzamos todo el tiempo y así el anonimato emerge.

Para algunos esto implica la mera posibilidad de moverse sin nombre, pero el velo de la identidad puede ser también ocasión de reinventarse en una nueva. Así aprendí a resignificar mi alianza de compromiso, que lejos de significar el vínculo con el flaco hermoso con quien mantengo una relación abierta, pasa a delatar la trampa vil de la que recluto cómplices.

Y por supuesto que a las minas les encanta mi verga, “pero no, no me las puedo coger por el culo porque se quejan que la tengo muy grande y les duele ¿viste cómo son las minas?”. A todos les gusta escucharlo: para los putos es morbo líquido, pakis lo toman de excusa para relajarse (están en comunión con un igual, después de todo). Lejos de la mentira, se trata de una performance lúdica. Todo sea por gozarnos más. ¡Qué divertidas que son las Teteras!

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