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Sorpresa en calle San Luis

El retiro de carteles por la nueva normativa municipal sacó a la luz una ciudad oculta: balcones antiguos construcciones históricas y frentes ornamentados volvieron a ser visibles. Los comerciantes, chochos.

Por: Guillermo Correa

Una sorpresa inesperada. El retiro de carteles en cumplimiento de la todavía nueva normativa municipal volvió hacer visible el antiguo rostro de la tradicional zona comercial de calle San Luis. Un rostro que, ya desapercibido al pasar tantos años oculto por las publicidades que lo tapaban, aparece también como nuevo para no pocas generaciones de rosarinos. Edificios imponentes, balcones antiguos, escudos y ornamentos en bajorrelieve y frentes trabajados que datan de los tiempos en que los albañiles todavía se organizaban en logias de aprendices y maestros volvieron a salir a una luz que, además, ahora permanece por más tiempo al haber quedado despejadas las sombras que proyectaban los carteles, en algunos casos gigantescos.

“Los comerciantes en un principio se resistieron a la normativa. Pero ahora están encantados”, confiesa a este diario Jorge Rosentberg, promotor de la Asociación de Comerciantes de calle San Luis y uno de los pocos antiguos protagonistas de la arteria que hoy siguen al frente de sus negocios. “Resultó totalmente favorable –evalúa–. Y eso que un 30 por ciento de los comercios tuvieron que afrontar erogaciones importantes: algunos tenían marquesinas grandes y las tenían que sacar con grúa y durante el fin de semana, porque si no era imposible”.

El resultado parece valer la pena. Rosentberg reconoce que el retiro de letreros desnudó también frentes que “están feos”, lo que deja un nuevo item a resolver. Y ni hablar de los cables de telefonía y televisión, antes escondidos y que ahora resaltan como telarañas gigantes. Pero a la par, y con sólo alzar la vista, cualquiera que camine hoy por San Luis podrá ver hasta tejas –junto a los ornamentos arquitectónicos a la altura de 1824–, la reaparición de un exquisito palacio –en 1740–, la reaparición de una imponente propiedad de la esquina con España o del edificio a la altura del 1524, donde todavía se puede ver en las barandas de hierro forjado de los balcones los tensores que fijaban el cartel que mantenía oculta casi toda la antigua construcción. Hasta sobrevive todavía, en el resurgido –y antiquísimo– frente a la altura del 1461 un sostén de los cables del tranvía, que permaneció oculto por décadas.

Pero, en rigor, las “joyas” que volvieron a estar a la vista se cuentan por docenas. Y así, ahora la arteria que trascendió incluso internacionalmente como símbolo de la convivencia –árabes y judíos tienen una obra de bronce empotrada en el cruce con Dorrego que reúne a ambas tradiciones culturales– es noticia ahora por relucir de otra forma.

Lo que lo hizo posible es el nuevo Código de Publicidad, que incorporó el concepto de “contaminación visual” como un problema a resolver y ordenó a los comerciantes  retirar los letreros invasivos. Y pese a las quejas iniciales, en buena medida referidas al gasto que debían afrontar, lo cierto es que la mayoría, sino todos los comerciantes de calle San Luis, acató la normativa. Y el resultado es evidente: se puso punto final a una suerte de carrera donde a un cartel grande le seguía otro más grande en la que el resultado parecía ser que ya no se viera ninguno.

Ahora, y sólo en el reducido tramo entre Moreno y Corrientes, se quitaron, según refiere Rosentberg “mucho más de 100” carteles. Según refiere “el 99 por ciento” de los comerciantes del paseo ya se adecuó al nuevo Código y ahora van por más: “Algunos se apuraron instalando carteles de urgencia, pero a futuro se irán viendo cosas más.

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