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Simplismo: plantear opción entre el ahorro y el crecimiento

Berlusconi y su reaparición con opiniones contrarias a las políticas de ajuste de Monti.

La reaparición en público del ex premier Silvio Berlusconi en Italia y sus opiniones contrarias a la política de ajuste que ha seguido el primer ministro, Mario Monti, muestran cuán cerca están los extremos políticos en su predilección por medidas de corte populista. Podemos destacar tres puntos.

– El primero, sostenido en los varios juicios a los cuales fue sometido por incumplir con sus deberes de funcionario público, se refiere a que la Justicia no debería tener competencia para ir contra funcionarios elegidos por el voto popular. Curiosa interpretación de la división de poderes que ha sido un sostén importante de los regímenes democráticos en el mundo.

– El segundo es que debe ignorarse al riesgo-país porque es una estafa que “se ha utilizado para intentar abatir una mayoría votada por los italianos. Detrás de la crisis hay una estrategia alemana”.

– El tercero sostiene que el gobierno de Monti “fue demasiado obediente a la hora de seguir una política de austeridad nociva, suscrita por otros países europeos, y creó una situación que es mucho peor que cuando nosotros estábamos en el gobierno”.

En esta nota voy a referirme a los dos últimos puntos. En Estados Unidos ha aparecido una serie de artículos académicos que sostienen que la política fiscal discrecional debería ser hoy mucho más efectiva que lo que se pensaba hace un par de décadas. Un buen resumen de esta literatura es el trabajo de De Long y Summers (2012) quienes sostienen que en el caso de Estados Unidos donde la tasa de interés está limitada porque no puede ser menor que cero, y hay una elevada brecha entre el producto actual de la economía y el producto potencial, es posible que una política fiscal expansiva sea eficaz para: a) movilizar la economía en el corto plazo, b) evitar reducir el producto potencial de la economía si hay fenómenos de “histéresis”, y c) incluso ser autofinanciable en el sentido de contribuir a disminuir el peso de la deuda en la economía.

Claro está que los autores se preocupan por destacar que su análisis no puede extenderse a los casos de economías con políticas fiscales insostenibles y donde no se cumplen las condiciones mencionadas anteriormente. Italia parece ser un caso de este tipo. El riesgo-país que tanto desprecia Berlusconi es una medida de la “fiebre” fiscal de la economía. Ignorarlo es como romper el termómetro cuando la fiebre es alta. Esto es diferente a decir que es infalible como señal de una necesidad de ajuste, pero proporciona información útil que cualquier político responsable no debe ignorar. Que las calificadoras y/o los mercados hayan errado en casos como el de Enron (subestimando el problema) o en los momentos en que Lula se hizo cargo de la presidencia de Brasil (sobreestimando el problema) no deben llevarnos a la conclusión extrema de que el riesgo-país es una estafa.

El punto más interesante es el tercero. Es un simplismo plantear que las opciones son austeridad o crecimiento. Cada país enfrenta desafíos y tiene opciones de política diferentes. Aún a riesgo de simplificar podemos clasificar a los países donde existe una brecha negativa entre el producto actual y el potencial en tres grupos:

a) Los que tienen margen fiscal (bajo endeudamiento y déficit controlado). Algunos países del norte de Europa cumplen con esta condición. En alguna medida Alemania es un caso pero si sólo tuviera que lidiar con sus problemas propios y no con hacerse cargo de ser la locomotora que saque a toda Europa del receso.

b) Los que tienen margen fiscal limitado (endeudamiento y déficits altos) pero que todavía disfrutan de tasas de interés bajas. El caso más claro es el de Estados Unidos que todavía tiene la capacidad de emitir una moneda de aceptación en otros países y bonos que son considerados relativamente de bajo riesgo.

c) Los países que no tienen margen fiscal porque han perdido el acceso a los mercados a tasas de interés razonables a menos que otros países los financien (o ayuden a financiarlos). Grecia y Portugal son los ejemplos más claros, pero España e Italia parecían encaminarse a ser como ellos.

Los países del primer grupo tienen margen de hacer políticas keynesianas expansivas porque puede financiarlas a tasas bajas. Por ello creo es válido pedirle más expansión a Alemania de su consumo doméstico por el camino fiscal o por otras alternativas que reduzcan su superávit externo. Aunque ello es necesario, Alemania no tiene suficiente margen fiscal para arreglar los problemas de toda Europa.

Los del segundo grupo pueden adoptar medidas expansivas, o al menos deberían evitar caer en el “precipicio fiscal” que amenaza a Estados Unidos desde el 1º de enero próximo si no hay un acuerdo entre el gobierno y la oposición. Pero ello no los exime de realizar reformas estructurales que tengan efecto fiscal diferido pero que resuelvan los desafíos que plantean el envejecimiento de la población y los costos crecientes en materia de salud. Nótese al pasar que ninguna de las medidas incluidas dentro del grupo que podría evitar el “precipicio” fiscal va en el camino de arreglar problemas estructurales, lo cual marca que todavía queda pendiente una discusión fiscal a fondo en Estados Unidos. Una solución de mediano plazo debería incluir algún aumento (diferido) en la presión tributaria y una reducción importante en los costos futuros de salud y previsión.

Para los países del tercer grupo la situación es más difícil. Las opciones disponibles son todas costosas porque no tienen siquiera el margen de los países del segundo grupo. La alternativa para evitar la austeridad es lograr que los países del Norte les financien la transición en mayor medida en que lo han hecho hasta ahora (vía transferencias de los Bancos Centrales del Norte a través del Banco Central Europeo para financiar la corrida de depósitos contra los bancos de los países del Sur de Europa, o vía programas de asistencia crediticia). El problema es que una asistencia de la magnitud que se necesita para no sufrir en el Sur no es aceptada por los votantes del Norte que piensan que no es razonable apretarse el cinturón ahora para pagar los excesos de consumo previos de los países mediterráneos. De todas maneras, puede existir cierto “trade off” entre más apoyo contra más reformas estructurales, pero ese no parece ser el camino que propone Berlusconi para resolver los complejos desafíos de la crisis del Sur de Europa.

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